LA CODICIADA TAIFA DE ZARAGOZA.

27.07.2018 16:57

                Las taifas o pequeños emiratos han cargado con bastante mala fama tradicionalmente, de unos gobiernos degenerados e incapaces, divididos y en guerra constante. De todos modos, algunas como la de Zaragoza no fueron precisamente poderes insignificantes.

                Asentada en el rico valle del Ebro, logró expansionarse hacia el Este de la Península. Bajo Al-Muqtadir dominó Lérida, Tortosa y Denia. Su capital era una de las grandes ciudades de Al-Ándalus. Rivalizó con la taifa de Toledo, otro de los grandes poderes andalusíes, pero también con los expansivos castellanos, pamploneses, aragoneses, urgelitanos y barceloneses. El pago de parias o tributos se consideró por los cristianos un acto de vasallaje, pero los musulmanes prefirieron contemplarlo como un pago por unos servicios militares puntuales.

                La presión sobre Zaragoza fue incrementándose con el paso del tiempo, y el triunfante Alfonso VI de León y Castilla también dirigió hacia allí su atención. El intelectual Al-Mutamín (1081-85) contó con la colaboración del inquieto Cid Campeador. Poco a poco la taifa se iba disgregando y bajo Al-Mustain II (1085-1110) se tuvo que hacer frente a una dificilísima situación. En el 1085 Alfonso VI había conquistado Toledo y se lanzó contra Zaragoza, pero la irrupción de los almorávides a la Península frenó sus ambiciones.

                Los almorávides fueron vistos por muchos contribuyentes y hombres de religión como el remedio contra los excesos de los emires andalusíes, tachados de poco escrupulosos con la legalidad coránica. La Zaragoza de Al-Mustain II se mantuvo firme ante el poder almorávide, pero en el 1096 encajó a manos de los aragoneses una dura derrota en Alcoraz, que supuso la pérdida de Huesca.

                Su sucesor Abd el-Malik asistió al final de la Zaragoza hudí. Los almorávides, con partidarios allí, lograron imponerse al desdichado emir, acusado de no ser lo suficientemente firme ante los cristianos. En el 1110 entraron en la ciudad, y Abd el-Malik se acogió a la fortaleza de Rueda, donde terminó rindiendo vasallaje al batallador Alfonso de Aragón, el beneficiario final de la ruina de la taifa zaragozana.

                Fuente.

                CERVERA, Mª. J., El reino de Saraqusta, Zaragoza, 1991.

                Víctor Manuel Galán Tendero.