LA COMPLICADA ALIANZA DE FELIPE V Y CARLOS VI. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

13.12.2021 15:42

               

                Dos viejos adversarios, Felipe de Borbón y Carlos de Austria, terminaron acercándose diplomáticamente tras años de guerra y animadversión. Sus intereses mutuos así lo aconsejaron, y su acercamiento causó no poco revuelo en Gran Bretaña, Francia y los Países Bajos.

                En vista de la oposición despertada, se firmó el 5 de noviembre de 1725 en Viena un tratado muy secreto, que fue ratificado con sigilo el 26 de enero de 1726 por Felipe V. Era una verdadera alianza con fines ofensivos, con no poca ambición, más allá de la concertación de matrimonios de Estado.

                Se partía de la premisa de la separación de los dominios de España, Francia y de casa de Austria por vía dinástica. Se aceptaba aquella Europa horizontal nacida de la paz de Westfalia (1648), revalidada tras la guerra de Sucesión a la corona española. Los grandes conjuntos de reinos, al modo de los dominios de Carlos V, se descartaban, pero no las pretensiones de hegemonía europea de ambos aliados.

                Verdaderamente, se pretendía revisar a fondo el mapa político europeo desde la paz de los Pirineos (1659), al menos. Se soñaba con rehacer un gran dominio de los Países Bajos, el de la restitución a Flandes de todas las provincias perdidas a manos de los franceses, junto al Franco Condado. Correspondería al infante don Felipe de Borbón, si careciera de Estados donde ser entronizado. De disponer, pasaría a la casa de Habsburgo.

                También Alsacia debería ser restituida a los Habsburgo, respetando todos los derechos de los príncipes del Imperio. Asimismo, el duque de Lorena sería restablecido en sus dominios de 1633.

                La corona española obtendría, en caso de guerra con Francia, el Rosellón, la Cerdaña y la Baja Navarra. Entre las aspiraciones de Viena y las de Madrid, daba la impresión de pretenderse rehacer un bloque de poder similar al de la Monarquía hispánica de tiempos de los Austrias, que fuera aceptable por los distintos partidos de ambas cortes. Los veteranos austracistas encontrarían algo cercano a su causa. También se recordaría en España que su adhesión a la casa de Borbón, a despecho de las agresiones de Luis XIV, fue para preservar la integridad de sus dominios.

                El futuro del poder de ambos aliados no se olvidó, y se trazaron sendas esferas de influencia, que no entraran en colisión. La de España apuntaría directamente contra Gran Bretaña, recuperándose en caso de guerra Gibraltar y Menorca, con particular indicación del puerto de Mahón. Se respetaría por parte de Viena el comercio español con América, las Indias Occidentales, tan disputado.

                A cambio, Viena se reservaría el trato con las Indias Orientales, encomendada a la compañía de Ostende, creada en 1717. Se reconoció el derecho de los Habsburgo al título de rey de romanos, clave en el Sacro Imperio, y a promover a sus candidatos a la monarquía polaca, por cuya corona se libraría una enconada guerra entre 1733 y 1738.

                Semejantes aspiraciones naufragaron. Las presiones franco-británicas condujeron a Viena a dejar caer la compañía de Ostende. En la guerra hispano-británica de 1727-29, en la que se asedió Gibraltar, los austriacos se mantuvieron al margen, y en 1729 Felipe V firmaría el tratado de Sevilla con los británicos, en el que también intervendrían los franceses. Aliadas España y Francia, tomarían parte en el mismo bando durante las guerras sucesorias de Polonia (1733-8) y Austria (1740-8), orientándose las ambiciones españolas hacia la Italia controlada por Viena, antes en la órbita hispana.

                Fuentes.

                ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL.

                Estado, 3369Bis, Expediente 32.