LA CONEXIÓN ARMENIA DE FELIPE III. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

24.06.2021 11:10

               

                La España de Felipe III fue haciendo trabajosamente la paz con Inglaterra y la tregua con las Provincias Unidas, lo que no le evitó más de un sobresalto en ultramar. El asesinato de Enrique IV impidió una nueva guerra con Francia. Esta tensa paz, bien armada por cierto, no le impidió mirar a lo que acontecía en el Sacro Imperio y en el Mediterráneo, donde la potencia turca todavía era apreciable. Argel se erguía amenazante, y la expulsión de los moriscos no trajo una mayor tranquilidad a las gentes del litoral hispano, golpeado por el corso.

                En aquellos tiempos se intentaron estrechar relaciones con una potencia que desafiaba a los turcos otomanos por el Oriente, la Persia de Abbás el Grande, que envió hasta cuatro embajadores a la corte española en 1601, 1608, 1610 y 1611, convirtiéndose al catolicismo parte de su séquito. En la misma Persia destacó la figura del embajador García de Silva y Figueroa, un veterano soldado especialmente interesado por la antigua cultura persa. Para los españoles de la época, los persas de tiempos de Ciro el Grande eran un ejemplo de conducta, y de sabiduría aquél.

                En este acercamiento hispano-persa ante el enemigo común otomano, los armenios también quisieron que su voz fuera escuchada. El sah Abbás contaba con importantes fuerzas armenias, pero las alternativas de los combates habían golpeado con dureza las tierras del Cáucaso. Un buen número de armenios optó por refugiarse en Occidente, en tierras italianas y españolas.

                Otros fueron víctimas de la deportación, lo que les sucedió a los que vivían alrededor de la estratégica Ereván, conquistada por los persas en 1604. En teoría, los nuevos conquistadores trataban de evitarles un nuevo cautiverio otomano.

                Se establecieron en Nueva Djulfa de Ispahán, donde David IV logró alzarse con el control religioso de su comunidad armenia. El 12 de mayo de 1607 rindió obediencia como patriarca a la sede de Roma, coincidiendo con la llegada de una buena suma de dinero por fray Alejo de Meneses para mitigar su pobreza. Tal gesto, con todo, no evitó las disputas teológicas con los agustinos acerca de la condición de Jesús o del Purgatorio.

                Los agustinos informaron desfavorablemente de la posición de David como patriarca, y sus rivales armenios se crecieron. Reconoció ritos y dogmas católicos el cuestionado David, que tuvo la argucia en 1614 de dirigir una carta a Felipe III en lengua armenia, con un característico estilo cortesano del Oriente Próximo.

                En la misma, Felipe III era tratado como la columna de la Cristiandad y un nuevo Constantino, que había ordenado la expulsión de los moriscos, cuyo eco llegó a tierras del imperio persa. No se olvidó el patriarca de mencionar a su poderoso valido, el duque de Lerma, en términos elogiosos. Su fidelidad al Papa se compatibilizaba con la obediencia a un tirano como el sah, al fin y al cabo su gobernante, un argumento muy del gusto del pensamiento político coetáneo. Con habilidad, trazaba un paralelismo entre sus tribulaciones y las de los armenios en Persia con las de la Monarquía de Felipe III, haciéndole ver su verdadera condición de aliado fiel. Por ello, ofreció informarle de la situación del imperio turco y persa, por medios tan efectivos como discretos.

                Tal es el tenor de su carta, que ofrecemos en castellano actual:

                "El alto Dios trino, padre, hijo y espíritu santo sea sobre su Majestad, sobre el príncipe y los demás hijos.

                “Yo, David, patriarca de Armenia, salud y vida, Dios ampare la monarquía de Vuestra Majestad Católica, rey y emperador de toda España, Italia, Flandes, Indias orientales y occidentales, luz y rey sobre todos los reyes católicos, y le dé victoria de tantos enemigos como me dicen que allá sobran, y triunfe de todos ellos como yo se lo ruego a Dios, pues importa tanto a toda la Cristiandad que viva Vuestra Majestad, que es columna de ella, pero en el inter padezca Vuestra Majestad, como acá nosotros que estamos en poder de nuestros enemigos, que al fin le dará Dios la victoria, pues le tiene para amparo de todos los que profesamos la religión católica, y a no haber el peligro que hay de por medio, no dudo sino que atraído de la perfección de vida de Vuestra Majestad yo mismo fuera en persona a ver a Vuestra Majestad y le diera parte de nuestros trabajos, bendito Dios que ese reino está quieto y goza de tranquila paz con la santidad de Vuestra Majestad y con el gobierno del prudentísimo duque de Lerma, privado de Vuestra Majestad y gobernador de ese reino.

                “En extremo me huelgo con la embajada de Vuestra Majestad, que vino a esta corte del rey de Persia, adonde yo resido, por ver si se continuaba tan particular amistad entre Vuestra Majestad y el Sofi, que yo aunque estoy en tierra contraria a mi religión estoy obediente a su Santidad y le conozco como pastor universal y vicario de Cristo, consuelo nuestro, mas como estamos en poder de enemigos de la fe no podemos hacer lo que nos manda nuestra obligación, castigo evidente de nuestros pecados, pues han hecho que estemos en poder de este tirano.

                 “Contemplo en Vuestra Majestad un retrato del emperador Constantino, que limpió las herejías del mundo, imitole Vuestra Majestad extirpando de su reino los enemigos mahometanos, haciendo lo que nunca cupó en imaginación de algún rey ni emperador. Campea también en Vuestra Majestad la magnificencia, pues todos cuantos llegan a los pies de Vuestra Majestad salen premiados, y de aquí procede que no haya nación en el orbe, así cristianos como gentiles y mahometanos, que no se haga lenguas en alabar con todas sus fuerzas la rectitud y cristiandad de ese reino, poderoso señor.

                “Si a Vuestra Majestad se le ofreciere alguna cosa secreta de materia de Estado o de otras cosas de importancia de Persia y Turquía y toda la demás tierra de estos dos imperios, avíseme Vuestra Majestad, que yo con el deseo que tengo de servirle, aunque pongo mi vida en peligro, le responderé a todo con claridad, que mis avisos que he enviado a algunos virreyes de estas Indias Orientales han sido de importancia para aumento y conservación de ellas, pues no hay cosa secreta en toda Turquía y Persia que yo no pueda avisar, y si me escribiere Vuestra Majestad sea en lengua armenia, porque si viene en español será forzoso descubrirme a otro que me sea intérprete.

                “El portador es hombre pobre. Vuestra Majestad, como tan cristiano, le favorezca con alguna ayuda de costa como suele hacer a los demás pobres. El portador es necesario que sea experto en la española y armenia lengua, que habrá cosas que se las diga de palabra, y él las dirá allí en español por si acaso le cogieren la carta. Allá hay dos o tres armenios casados, con mujeres e hijos más ha de veinte años, que son propios para esto y avisarán a Vuestra Majestad de lo que fuere servido, a quien Dios prospere felices años. De Ispahán, 1614.

               “El patriarca de Armenia.”

                La carta fue traducida por el obispo de Mus en Armenia, Paulo Pacheco, y fue contestada el 25 de septiembre de 1616. David IV esperaba ver reforzada su posición con tal alianza. Tanto en el Oriente como en el Occidente del siglo XVII, la religión y la política anduvieron de la mano estrechamente.

                Fuentes y bibliografía.

                ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS.

                Consejo de Estado, legajo 2709, 143.

                José Manuel Floristán y Luis Gil, “Carta  del patriarca armenio David IV a Felipe III”, Sefarad, 46, 1986, pp. 197-205.