LA DOMINACIÓN ROMANA DE CÓRCEGA. Por Esteban Martínez Escrig.

24.11.2017 10:33

                

                Córcega, la Cyrnos de los griegos y la Corsica de los romanos, fue una isla de puertos estratégicos e interiores esquivos para los grandes conquistadores del mundo antiguo. Etruscos y cartagineses llegaron a unir sus fuerzas contra los focenses, que no consiguieron imponerse a raíz de la batalla de Alalia en el 537 antes de Jesucristo. Tras la retirada de los griegos, los etruscos se establecieron en la zona de Alalia, bajo el predominio cartaginés en aquella parte del Mediterráneo. La posterior entrada en escena de los romanos alteraría la situación de Córcega.

                Una consecuencia de la derrota de Cartago en la primera guerra púnica fue la llegada de los romanos a Córcega y Cerdeña, de gran interés para el dominio de las rutas comerciales. Lucio Cornelio Escipión inició la conquista de la primera isla en el 259 antes de Jesucristo. Se instauró el régimen provincial romano en el 238 antes de nuestra Era.

                La dominación del interior corso no resultó nada fácil ni atractiva. El geógrafo Estrabón trazó un cuadro bastante severo, que se aviene con la imagen del bandidismo tradicional mediterráneo. La carencia de rutas practicables indujo a las personas a habitar las montañas, donde llevaban una vida asaz salvaje de bandolerismo. Los romanos habían guerreado repetidamente contra ellos y a veces los habían reducido a la esclavitud, sin dejar de mostrarse entonces indómitos.

                Los romanos fundaron colonias en las tierras litorales, como Mariana, donde se asentaron los soldados veteranos de Mario. Su gran oponente Sila instauró la de Aleria, en las inmediaciones de la anterior Alalia. Con el tiempo se erigió en la capital provincial y en una importante base naval. Bajo Julio César prosiguió la tarea de colonización, en la que los romanos de origen sud-itálico adquirieron relevancia.

                Las relaciones entre los recién llegados y las poblaciones insulares de origen mesolítico no fueron fáciles, pero no siempre estuvieron marcadas por la hostilidad. El pueblo de los venacinos colaboró con los romanos. Gentes de vida pastoril, cuyas justas costumbres encomió Diodoro Sículo, los corsos del interior apacentaron importantes rebaños de ovejas y produjeron cantidades de miel, resina y cera. En Miseno, sirvieron como marineros de la flota romana y bajo Vespasiano se ganaron el derecho a la ciudadanía  romana.

                Aquella Córcega dominada por los romanos fue dividida en treinta y dos pagi o distritos. Sus vinos se vendieron en Roma gracias a su bajo precio. En esta isla progresivamente romanizada se exilió Séneca, cuando todavía dentro del imperio conservaba la imagen de tierra de vida apartada a pesar de ser ribereña del Mare Nostrum.