LA ECONOMÍA DE GUERRA DEL II REICH.

09.11.2018 16:58

                El cierre de los mercados mundiales a causa del bloqueo económico aliado condujo al Imperio alemán a poner práctica una verdadera autarquía en punto a alimentos y materias primas. Se tuvieron que vencer retos de producción enormes, especialmente con la entrada en guerra de los Estados Unidos. Entre 1913 y 1917, Alemania pasó de trece a veintiocho convertidores Bessemer, de veintisiete a cincuenta y dos hornos eléctricos, y de cuatrocientos treinta y dos a quinientos hornos Martin.

                Se controlaron los cambios, los precios y los salarios, en consecuencia. También se asignó mano de obra y se repartieron las materias primas. Tal planificación también incluyó la distribución de cartillas de racionamiento. El Estado asumió competencias más que notables, que iban más allá del clásico sistema liberal.

                Tales disposiciones fueron concebidas al principio para una guerra corta y victoriosa, algo que se reveló ilusorio. Desde agosto de 1914 Walter Rathenau diseñó planes de aprovechamiento de los excedentes de las materias primas, especialmente para el ministerio de la guerra de Prusia. En 1916 tales tendencias se encontraban muy avanzadas, y se llegó a hablar de Socialismo de guerra por altos dirigentes del Reich.

                Semejante sistema tuvo que enfrentarse a importantes problemas de financiación. Mientras en 1870 los gastos de campaña de los ejércitos prusianos contra Francia fueron cubiertos por la misma hacienda de Prusia y por las indemnizaciones impuestas a los derrotados franceses, entre 1914 y 1918 las cosas fueron endiabladamente más difíciles.

                En 1914 el tesoro de guerra imperial contaba con 205 millones de marcos, pero el conflicto exigía 100 a diario. Se verificó una verdadera hemorragia financiera en la temprana fecha del 31 de julio del 14, y el Banco Imperial no tuvo más opción que abolir la convertibilidad de los billetes en oro.

                El 4 de agosto se crearon las Cajas de Préstamos para ayuda de los industriales, y sus bonos de caja fueron aceptados por el Banco Imperial. Se dispuso, pues, de una verdadera moneda no dependiente del patrón oro, que permitió incrementar de forma notable los medios de pago. La coincidencia con el endurecimiento del bloqueo aliado llevó a una clara escalada de la inflación.

                Para cubrir la imponente cifra de 164 millardos de marcos se tuvieron que concertar préstamos. De haberse practicado una política fiscal todavía más rigurosa, más lesiva para la población y limitadora de su capacidad adquisitiva, se hubieran reducido las posibilidades de conseguir mayores empréstitos. La inflación fue inevitable. La masa de billetes se multiplicó por cinco durante la Gran Guerra.

                Las tendencias autárquicas del Estado de guerra de la Alemania imperial intentaron poner coto a la escalada de precios. A su control se añadió el cierre de las bolsas. El marco se negoció en los mercados financieros extranjeros a la mitad de su paridad con el oro. Si el carbón experimentó una subida del 41% de su precio durante el conflicto, el acero alcanzó el 90%.

                La lacerante inflación que azotó a la Alemania de postguerra, con todas sus implicaciones, tuvo su origen en este dramático momento de la Historia de Europa.

                Fuentes.

                Feldman, Gerald D., Army, Industry and Labor in Germany, 1914-1918, Princeton, 1966.

                Kocka, Jürgen, Klassengesellschaft im Krieg. Deutsche Sozialgeschichte 1914-1918, Göttingen, 1973.

                Víctor Manuel Galán Tendero.