LA ESPONTANEIDAD DE ACCIÓN. ALGUNOS ASPECTOS DE LA TRADICIÓN ZEN (II). Por Cristina Platero García.

14.03.2018 11:39

               

                En un anterior artículo titulado Ni alegría ni tristeza, armonía. Algunos aspectos de la tradición Zen (Parte I), hicimos hincapié en esa especie de huída que la sociedad actual muestra hacia el sentimiento de la tristeza, englobando esto a través del ejemplo de los artículos de regalo que últimamente abundan en las tiendas de nuestro país.

                Sin volver a hacer publicidad de la marca, ya que no nos pagan por ello, recordamos que nos venía al uso para explicitar hasta qué punto la gente es capaz de ver utilidad a una taza en la que se te dice: “La vida sería muy aburrida sin personas como tú.” Querido lector, desgraciadamente, y aunque duela reconocerlo, la vida es impasible ante su existencia, y el mundo, y ya siendo crueles en esto, podría seguir su curso perfectamente sin usted.

                ¿Qué extraemos del hecho de que artículos banales de nuestro día a día porten serigrafiados tales mensajes? ¿Qué le ocurre a nuestro entorno para que se hayan convertido en una moda de tanto éxito? ¿Es la mera novedad del artículo? O, ¿se esconde en ello una falta de alimento del espíritu?

                Bien, podemos extraer de aquí otra conclusión: las libretas con mensajes mentepositiva son la comida rápida de la filosofía en el siglo XXI. Si no tenemos tiempo para meditar, para encontrar la valía de nuestro yo, el azucarillo que nos venga con el próximo café será el encargado de recordárnoslo. Sin embargo, la permanencia de tal iniciación será mínima. Tan rápido como lo hemos leído nos pondremos a otra cosa. Se quedará ahí, entre los restos del almuerzo. O quizás, se lo lleve el viento.     

                En este caso hablaremos de cómo la espontaneidad es decisiva para una mente sana dentro de la filosofía oriental. Sin ánimo de convertirnos en los nuevos gurús del lector curioso, relatamos a continuación algunas misivas que rigen la mentalidad budista zen. 

                Tanto en la vida como en el arte, las culturas del Lejano Oriente aprecian más que nada la espontaneidad, entendida como la naturalidad en una persona, pues “tal es el inconfundible tono de sinceridad que caracteriza la acción que no ha sido estudiada y planeada. En efecto, el hombre suena como una campana rajada cuando piensa y actúa con su mente dividida: una parte se mantiene a un lado para interferir a la otra, para controlar, condenar o admirar” (Alan Watts, 1977).

                Según el Zen, la verdadera mente o naturaleza del hombre, para que funcione a pleno rendimiento, no puede estar dividida. Según un poema zenrin el actuar humano debería acomodarse al de los animales; como un pájaro es pájaro sin saberse pájaro.

“Los gansos salvajes no se proponen reflejarse en el agua;

el agua no piensa recibir su imagen”.

*(Colocamos el link al poema entero en el apartado Fuentes)

                Esta libertad de pensamiento y de acción es la cualidad del Zen, que se manifiesta en ese no dudar a la hora de actuar.

“Sólo cuando no tienes nada en tu mente y no hay mente en las cosas estás vacante y espiritual, vacío y maravilloso”.

                El Zen habla de lo maravillosode una mente libre de ataduras. Las ataduras para el Zen no se remiten a lo vano y superficial de una factura por pagar o un ascenso en ciernes, que condicionan nuestra existencia a la hora de tener que ahorrar o de ganarnos el favor del jefe cada vez que asoma su cabeza por el puesto de trabajo. Estas cosas quedan muy atrás en el Zen, su mente va más allá. No se trata de ser El monje que vendió su Ferrari.

                El Zenrin Kushu (recordemos que era aquel recopilatorio de más de 5.000 escritos de origen diverso para inspirar a los estudiantes zen en la búsqueda de respuestas a los koans o acertijos planteados por sus maestros) azuza a sus discípulos en la búsqueda de la verdad, de la verdadera esencia, de la siguiente manera:

“Ser consciente de la mente, de la naturaleza original:

¡Ésa es justamente la gran enfermedad del Zen!”.

                Alan Watts (1915-1973), gran experto en filosofías orientales, en su libro El camino del Zen nos indica que actuar con una mente zen sería como actuar sin mente. O, para que se nos entienda (al menos literalmente), algo así como: “el pez nada en el agua, sin pensar en el agua, y el pájaro vuela en el viento sin conocer al viento”.

                Podrían tratarse infinitud de enseñanzas que la filosofía oriental tiene como guía y que servirían para “sosegar” nuestro día a día contemporáneo. Aspectos tan interesantes como el hecho de que solo existe el ahora. Pero esto es algo que para nuestra concepción lineal del tiempo es difícil asimilar, y sin duda requiere de un espacio de enseñanza mucho mayor del que esta página buenamente nos ofrece.

                Resumir aquí el binomio aquí y ahora sólo dejaría al lector sumido en una espiral de desconcierto. Quizás sea más aconsejable que pague una plaza en ese curso tan de moda llamado “mindfulness”; un easy access a una doctrina filosófica oriental con siglos de antigüedad y veneración. O también puede coger uno de los tantos libros que A. Watts escribió en vida, pero ha de saber que no son precisamente un manual de puntos concisos que seguir a rajatabla.

                Los libros de este filósofo británico del siglo XX, pastor de la iglesia anglicana, representan una profundización excepcional en las fuentes del Taoísmo, el Budismo Zen, el Hinduismo, Cristianismo... Sus textos recopilan, además de las interpretaciones necesarias para hacerse entender, exquisitos fragmentos intercalados de poemas y aforismos orientales, que, además de servir de ejemplificación, aligeran y amenizan una lectura tan introspectiva.  

                Sabemos que es complejo de entender. Y mucho más complejo de llevar a la práctica cotidiana. No obstante, podemos intentarlo a partir de las palabras de Yün-men (¿?-949), prestigioso maestro chino de la era T'ang tardía que, como Lin-chi, utilizaba un lenguaje vigoroso y técnicas muy enérgicas para que sus discípulos alcanzaran la iluminación:

Al caminar, camina no más. Al estar sentado, siéntate no más. Y sobre todo, no vaciles”.

                ¿Es posible?

                                                 

 

El maestro zen Yün-men Wényǎn. China, siglo X.

 

FUENTES:

- Enlace al poema del Zenrin Kushu: https://selenitaconsciente.com/?p=56813

- Alan Watts, El camino del Zen, RBA Colecciones, Barcelona, 2006.