LA EVITABLE GRAN GUERRA. Por Laura Beatriz Cubillas Finck.

27.01.2016 06:46

                

                La Gran Guerra, posteriormente conocida como la I Guerra Mundial, es impactante tanto por sus innovaciones en los instrumentos bélicos como en las proporciones que tuvo. Varios acontecimientos hicieron que eclosionara. Bajo mi punto de vista, podía haber sido evitada.

                De las grandes causas  que llevaron a la Gran Guerra se pueden destacar dos: el imperialismo incansable y la ruptura del equilibrio diplomático mundial. Desencadenados en toda su magnitud, solo hacía falta un desencadenante, más bien una excusa, que sería el atentado contra Francisco Fernando, heredero de Austria-Hungría, y de su mujer Sofía Chotek. Después de lo ocurrido la relación entre los países se desequilibraría definitivamente y las alianzas entrarían en guerra.

                

                El imperialismo se intensificó claramente tras la conferencia de Berlín, que repartió África como si nadie viviera allí. En la actualidad aún podemos ver los reflejos de esta actitud etnocéntrica europea en África, pues con el reparto se separaron tribus de una misma etnia y se agruparon tribus de etnias distintas, lo que hasta hoy ha ocasionado conflictos en este continente y por consiguiente dificultades de consolidación de los campos de la sociedad, la política o la economía. Durante esta conferencia se establecieron reglas de ocupación de África, de las que se beneficiaron británicos y franceses especialmente, lo que a la larga no gustaría a los alemanes.

                La ruptura del equilibrio diplomático mundial, de tan complicado mantenimiento bajo el imperialismo, se dio por culpa de la política de Guillermo II, el emperador alemán, que interrumpió la bismarckiana de mantener buenas relaciones con Gran Bretaña, Austria-Hungría y Rusia, aunque estas dos últimas no se llevaran bien entre sí. Bismarck había logrado mantenerlas bajo su férula para que Francia no pasara al ataque. Tal política había funcionado bien durante el período de 1871-90, pero Guillermo II aspiró a la hegemonía alemana de forma arriesgada y Francia no se mantuvo aislada a partir de este momento.

                

                La formación de la alianza entre Francia, Rusia y Gran Bretaña era una coalición temible contra Alemania y su aliada Austria-Hungría. El círculo de Guillermo II creyó que el atentado de Sarajevo permitiría destruirla o al menos librar una guerra rápida en las mejores condiciones. Guillermo II no podía estar más equivocado. Aun después de ser advertida por Rusia, Austria-Hungría siguió presionando a Serbia hasta que la rueda de declaraciones de guerra se desbocó en un conflicto que los Aliados, con el apoyo de Estados Unidos después de la derrota y salida de Rusia, conseguirían ganar.

                Bueno es reflexionar sobre las posibilidades de evitar el conflicto antes de 1914 a través de la lectura de dos grandes autores coetáneos.

                

                En su libro La crisis mundial, Winston Churchill, conocido por su liderazgo en la Segunda Guerra Mundial, sostiene que Alemania entre 1873 y 1900 no tenía capacidad para afrontar a una gran potencia en los mares como Gran Bretaña, que ya había probado su supremacía naval en anteriores episodios históricos como la Armada Invencible durante la guerra anglo-española. Alemania se había conformado con la supremacía terrestre en Europa sin cuestionar a los británicos. Sin embargo, Alemania fortaleció su poder marítimo a partir de 1900, de manera que el adversario más poderoso la temiera.

                John Maynard Keynes, creador de una famosa teoría económica que se aplicó a raíz de la Gran Depresión (defensora de la intervención del gobierno para impulsar la actividad económica y ofrecer mejores condiciones de vida a la población), expuso en Las consecuencias económicas de la paz como los londinenses creían que su modo de vivir era “normal, cierto y permanente”, y que cualquier otro que fuera inferior era una aberración. En medio de la sensación de abundancia, muchos se despreocuparon de la marcha de la vida política y militar internacional, como si la guerra estuviera lejos del horizonte, sin molestarse por adoptar una política pacifista más activa y responsable.

                En suma, si no hubiera sido por la arriesgada gestión política de los gobernantes alemanes y por la despreocupación de una parte considerable de la opinión pública mejor informada, demasiado proclive a las fanfarronadas imperialistas, la Gran Guerra podía haberse evitado.