LA FORJA DE LA POLONIA MEDIEVAL. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

13.11.2014 16:06

 

                Extendida en la ribera báltica del río Oder al Vístula surgió la primera Polonia, cuyo nombre evoca el de la llanura en eslavo.

                Entre el 963 y el 992 el gobernante Mieszko I se avino a pagar tributo al emperador germano Otón I por sus dominios al Oeste del Oder, como Pomerania. En el año 1000 Otón III instauró la archidiócesis de Gniezno. La Historia polaca y la alemana se enlazaron sin mayores problemas en aquel tiempo.

                En el siglo XI los emergentes polacos fueron extendiéndose hacia el núcleo germánico al Oeste y hacia Rutenia al Este. Casimiro I (1038-1058) pudo establecer su capital en Cracovia, y coronarse rey en el 1076 su vástago Boleslav II, que había alcanzado Kiev en el 1061.

                Los emperadores germánicos pusieron coto en el siglo XII a la expansión del reino polaco, que prosiguió su avance oriental. A la muerte de Boleslav III en el 1138, el feudalismo había progresado notablemente en el reino. Sus hijos se lo repartieron y emergieron varios ducados. El título real no reapareció hasta el 1294.

                Los príncipes de Silesia se inclinaron finalmente hacia el reino de Bohemia. Pomerania acusó la llegada de colonizadores y caballeros alemanes a sus tierras. Cracovia fue apetecida por varios poderes. Allí consiguió coronarse con dificultades Ladislao el Breve en el 1320.

                                            

                El atribulado reino cayó en manos del rey de Hungría Luis I (1370-1382), sobrino de Casimiro III. Con los turcos otomanos amenazando sus fronteras, Luis se apoyó en los grandes posesores de tierras polacos, interesados en vender sus cosechas de cereales en los puertos del Báltico. Los mercaderes italianos comenzaron a frecuentar el territorio, y la Universidad de Cracovia adquirió relevancia para provecho de la administración real y de la cultura. Se cultivó con gusto la historiografía y se exaltó a San Estanislao.

                Esta nueva Polonia pasó a Jadwiga, la hija más joven de Luis, a la que se casó con el duque de Lituania Jagellón. Se formó entonces un gran poder en la Europa Oriental, llamado a perdurar con toda su fuerza hasta el siglo XVII. La unión polaco-lituana abatió a la Orden Teutónica, recuperó Pomerania, acrecentó su protagonismo en el comercio del Báltico, e influyó en Hungría y Bohemia. Antes de la emergencia de las grandes potencias rusa y alemana, Polonia enseñoreó este tramo del tablero europeo.