LA FORJA DE LOS LUSITANOS. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

24.06.2025 10:14

              

               Uno de los pueblos que más dio que hacer a los conquistadores romanos en la península Ibérica fue el de los lusitanos, dirigidos por jefes tan emblemáticos como Viriato. Los autores greco-latinos nos han transmitido numerosas noticias sobre sus combates con Roma y sobre sus costumbres, pero ha sido la paciente labor de la arqueología la que ha iluminado sus complejos orígenes, su formación, la de unas gentes con la cultura material de los celtas atlánticos.

               Para explicar su sustrato cultural, nos podemos remontar al VI milenio antes de Jesucristo, cuando se introdujo la agricultura en el territorio que ocuparían los lusitanos, donde eclosionaría la cultura megalítica entre los milenios V y III.

               Al comienzo del -III milenio, en la Edad del Cobre, se registró un importante crecimiento demográfico. Aparecieron también grandes poblados y tumbas monumentales, a la par que los territorios de montaña fueron colonizados por grupos de pastores. A mediados de aquel mismo milenio, coincidiendo con el final de la Edad del Cobre, llegaron gentes procedentes de las llanuras del Este europeo, asociándose al fenómeno del Vaso Campaniforme. Asimismo, las gentes de la cultura de los Campos de Urnas extendieron al finalizar el milenio el rito de la incineración y el uso de lenguas indoeuropeas

               Así se formaron los grupos proto-lusitanos, extendiéndose desde el Miño a Sierra Morena. Vinculados al Bronce Atlántico, conservaron de su sustrato cultural la devoción por una Diosa Madre de raigambre neolítica y el culto de las peñas sagradas. 

               Entre el 2000 y el 1750 antes de Jesucristo aparecieron en depósitos rituales en rocas, cuevas o aguas armas como puntas de jabalina al estilo de Palmela y puñales de lengüeta, además de joyas de oro, brazaletes y estelas de guerreros idealizados, comparables a las del Norte de Italia o las ucranianas. No es nada casual que el nombre Viriato significara el portador de viria o brazalete.

               Los análisis polínicos del -II milenio acreditan un aumento de la deforestación, con condiciones climáticas más cálidas y secas, que posibilitaron la formación de dehesas y prados aptos para el pastoreo y el cultivo de cereales como la cebada. Entonces, los pequeños poblados ganaderos tomaron el relevo de los más grandes de tiempos precedentes.

               Desde el siglo -XIII se acentuaron los contactos con los mundos atlántico y mediterráneo.  Al finalizar el segundo milenio antes de Jesucristo aparecieron los castros, que controlaban un territorio de cultivos, pastos y explotaciones mineras, como las de casiterita para obtener estaño y las de oro aluvial. El hierro se introdujo desde el intenso universo del Mediterráneo, junto a la costumbre de los banquetes rituales. Territorios como los de la Alta Extremadura llegaron a estar bajo el influjo de Tartessos.

               Paralelamente, cesó entre los siglos VII y V antes de Jesucristo la elaboración y circulación de objetos del Bronce Atlántico. Mientras se consolidaba en el Norte la llamada cultura castreña, los contactos con Tartessos y los fenicios se fortalecieron en el Sur. La Ora marítima ya se hace eco de los lusitanos.

               Al finalizar el siglo -V las presiones entre los pueblos celtas se intensificaron, dando pie a movimientos de conquista, en un mundo de casas rectangulares y tumbas de incineración de guerreros, en el que eclosionó una verdadera aristocracia de jinetes.  

               Los lusitanos fueron presionados militarmente desde el Este por los celtíberos, que impusieron sus formas gentilicias y clientelares en el territorio de los vetones, que había formado parte del sustrato cultural lusitano, como acreditan sus saunas. Tal presión sería una de las razones de la belicosidad de los lusitanos, bien patente en sus incursiones hacia las tierras turdetanas y en sus combates contra el poder romano.  

               Para saber más.

               Martín Almagro Gorbea, Los celtas: imaginario, mitos y literatura en España, Madrid, 2018.