LA FORMACIÓN DEL DOMINIO DE CANADÁ. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

23.06.2015 00:03

                El Canadá actual, uno de los colosos de la América del Norte, es el resultado de la agregación por diferentes vías de una serie de territorios muy heterogéneos. En 1867 Quebec, Ontario, Nueva Brunswick y Nueva Escocia constituyeron dentro del imperio británico el dominio canadiense, provisto de importantes cotas de autonomía. Con el tiempo los dominios se erigieron en Estados independientes conservando como jefe de Estado a los monarcas de Inglaterra dentro de la Comunidad Británica de Naciones.

                                                    

                Terminada la guerra de Secesión, los Estados Unidos se mostraban especialmente expansivos. En 1867 compraron Alaska al imperio ruso y la colonización del Oeste comenzó nuevamente a intensificarse. Asimismo entre 1866 y 1870 la Hermandad Feniana, rama americana de la Hermandad Republicana Irlandesa, atacó el territorio de la América británica desde los Estados Unidos para presionar a Londres. Los fenianos atacaron Fort Erie, enfrente de la estadounidense Buffalo, entre otras acciones.

                Desde 1812, a raíz de la guerra entre Gran Bretaña y Estados Unidos, el patriotismo canadiense se había ido acrecentando, alimentado por el lealismo de muchos de los exiliados de las antiguas Trece Colonias, el catolicismo quebequés y los roces fronterizos de la primera mitad del siglo XIX.

                Poco a poco fueron sumándose al dominio canadiense otros territorios británicos. En 1870 fue Manitoba, la Columbia Británica en 1871 con la condición que el ferrocarril Canadian Pacific atravesara su territorio en diez años y la isla del Príncipe Eduardo en 1873. En 1880 se añadieron las islas septentrionales de la Tierra de Baffin, Victoria, Tierra de Ellesmere, entre otras. Entre 1882 y 1895 se organizaron los distritos de los Territorios del Noroeste, entre 1895 y 1898 el Yukón de la fiebre del oro en particular, y en 1905 Saskatchewan y Alberta se segregaron de los citados Territorios para convertirse en provincias canadienses de pleno derecho.

                                

                El despliegue de toda esta organización fue paralelo al de la colonización del Oeste canadiense, pues en este caso también se alentó la formación de un verdadero imperio de océano a océano. La política nacional del gobierno del dominio insistió en el poblamiento del Escudo Canadiense y del Lejano Oeste, lo que no siempre fue sencillo dada la fuerte atracción de muchos inmigrantes por los Estados Unidos. El tendido del ferrocarril, completado en 1886, ayudó a vertebrar el gigantesco territorio y favoreció el desarrollo de la agricultura del cereal, protegida por fuertes tarifas aduaneras en un momento de descenso de los precios agrícolas a nivel mundial.

                                                    

                Los grandes perdedores, al igual que al otro lado de la frontera, fueron los pueblos amerindios. Se recluyó en reservas a los iroqueses, crees y algonquinos, a los que se añadieron todos los refugiados de las guerras indias de los Estados Unidos. Las manadas de búfalos fueron igualmente diezmadas, poniendo en grave riesgo la supervivencia de muchos amerindios. Algunos ojibwas decidieron marchar a tierras no exploradas para escapar de la sumisión. Los francoindios metis de Manitoba se alzaron en 1869-70 y en 1885 conducidos por Louis Riel infructuosamente.

                          

                De esta manera emergió el Canadá contemporáneo.