LA GRAN BATALLA POR RODAS (1522). Por Víctor Manuel Galán Tendero.

09.02.2015 15:19

                

                La isla de Rodas estaba en manos de los caballeros de San Juan a comienzos del siglo XVI e inquietaba enormemente a los turcos otomanos, que se habían ido adueñando del Mediterráneo Oriental. Desalojados de Tierra Santa y alejados de Chipre, los caballeros la habían ganado en 1310. Se había convertido en la corona de su Orden.

                En 1480 el conquistador de Constantinopla Mehmed II fracasó ante su ciudadela. Triunfantes, los caballeros se prepararon a conciencia para rechazar nuevas embestidas turcas. Las altas murallas originales fueron sustituidas por otras más consistentes, de 9 metros de altura y 12 de ancho, capaces de resistir las descargas de la artillería. El foso principal se ensanchó y profundizó. Se alzó un terraplén exterior provisto de fosos y pendientes para detener el avance de los atacantes. Se tuvo la cautela de almacenar gran cantidad de municiones.

                                                        

                En junio de 1522 el nuevo sultán Solimán el Magnífico se aprestó a su conquista tras tomar Belgrado. Envió por delante una fuerza de 10.000 soldados para reconocer la isla y preparar el terreno al grueso del ejército de invasión, que algunos cifran en 100.000 hombres desplegados en cinco divisiones.

                Los sitiadores rodearon por tierra la plaza enemiga, tendiendo trincheras de asedio y disponiendo sus piezas de artillería cerca de las murallas con precaución. Las galeras otomanas cerraron la bahía. Frente a las 400 naves turcas se alinearon una carraca, cuatro galeras, dos bergantines, una fusta y otras embarcaciones menores.

                Los 600 caballeros y sus auxiliares, que podían alcanzar los 4.500 soldados más los griegos de la isla, se enfrentaron a un cerco en toda regla según los usos más modernos de su tiempo, dirigidos por el gran maestre Villiers de L´Isle Adam. El ingeniero de Brescia Gabriel Martinengo lo asesoraba en cuestiones técnicas con pericia. Comenzaba el Gran Asedio.

                Los grandes reyes y príncipes de Europa, empeñados en sus querellas, no les prestaron a los caballeros la ayuda necesaria. Tampoco el Papa. Ciertas iniciativas particulares se mostraron muy insuficientes para afrontar tal desafío.

                Los trabajos por ambas partes eran muy intensos. En agosto los turcos ya habían conseguido cegar el foso. Comenzaron a minar la fortaleza y los defensores respondieron contraminando. Tras las explosiones unos y otros se combatían con saña.

                En septiembre los turcos intentaron el asalto hasta cuatro veces y tres en octubre. Los esfuerzos no alteraban finalmente la posición de los bravos defensores, cada vez más hambrientos y con menos municiones.

                Ante el creciente abatimiento de su ejército y la proximidad del invierno, Solimán ofreció una capitulación honrosa. La aceptaron finalmente los 180 caballeros supervivientes y sus 1.500 soldados. La población civil estaba harta.

                El 21 de diciembre de 1522 la firmaron y pudieron marchar con honor y todos sus bienes. El gran maestre lo hizo el 1 de enero de 1523. A los habitantes de la isla se les dispensó un buen trato, sin violencias ni saqueos. A partir de este momento el imperio otomano era dueño de la estratégica Rodas y los caballeros de San Juan partieron, estableciéndose por concesión de Carlos V finalmente en 1530 en otra vital isla mediterránea, Malta, donde quebrantarían años más tarde a los turcos y plantarían cara a la Media Luna.