LA GRAN RIADA DE VALENCIA DE 1957.
“Al comenzar esta histórica jornada (el 14 de octubre de 1957), es decir, después de las cero horas, el Turia empieza a desbordarse por la capital. A la expectación medio tranquila de poco rato antes, sucede el pánico creciente. Unas dos mil personas de Nazaret cruzan el puente y van a refugiarse en la Comandancia de Marina. Medio centenar de vecinos de la travesía de Ifach se acogen a la casa del párroco, don Eduardo Gual; otros, al cuartel de la Guardia Civil, y muchos sitúan aprisa cuantos enseres pueden en las partes altas de sus casas. Mientras esto ocurre en Nazaret, por otros lugares cunde igualmente el miedo a la inundación, que avanza ya por calles y plazas. Es la una y media de la madrugada. En Tendetes, más de un centenar de familias se han refugiado en la parroquia, desde donde el párroco pasa aviso –aún funcionan los teléfonos- al Arzobispado… En el cine Olóriz se encaraman varios grupos penosamente al tejado, donde pasan la noche; la mayoría son mujeres y niños. El desbordamiento se hace ya impetuoso. Las aguas arrastran troncos, enseres, bidones, residuos y materiales diversos. El puente de madera de la estación de los “trenets” es arrancado por la corriente, lo mismo que la pasarela del Campanar. Quinientos miembros de la Policía Armada despliegan una arriesgada operación de salvamentos en la orilla izquierda del Turia; ciento quince personas son sacadas de sus casas invadidas por el agua, cuando ya estaban en trance muy apurada, y son trasladadas al Preventorio de San Francisco Javier. Muchas gentes de las zonas playeras corren hacia los bloques municipales de la Malvarrosa, y se ponen a salvo en los pisos altos. Se inundan las centrales telefónicas del Grao y de la calle Salamanca, también los transformadores subterráneos de electricidad. Los barrios de Valencia quedan incomunicados unos con otros y sin luz. El servicio de agua se corta también. Todas las redes de los servicios públicos quedan pulverizadas en muchos tramos por la corriente del río, que sobrepasa pretiles y llega, calles adentro, hasta mucha distancia: hasta la plaza del Caudillo, hasta la plaza de San Jaime atravesando el barrio del Carmen, hasta la calle de la Paz, hasta los barrios modernos por la Gran Vía y avenida de José Antonio adelante, hasta la avenida del Puerto y todas sus bocacalles… La subida del nivel de las aguas ha sido muy rápida…en una gran cantidad de hogares, situados en plantas bajas, el primer aviso que tienen de la riada es la irrupción de una torrentera de agua revuelta, que despierta a niños, hombres y mujeres, quizá para hacerles morir poco después trágicamente. Los que pueden escapan por las ventanas o boquetes hacia arriba, ya que las puertas, presionadas por el inmenso bloque de agua, no pueden abrirse. Algunas víctimas hay que, por tener rejas en sus ventanas, no pueden huir y han de ir ahogándose conforme el agua se acerca incontenible al techo de la vivienda… el amanecer es pavoroso, pues la luz del día va descubriendo efectos y desgracias que a la noche no se sospechaban. Las aguas han retornado a su cauce antes de que se haga de día, pero dejando enormes balsas y fango por doquier. Se hace muy difícil ir de una parte a otra. Los Distritos Marítimos no tienen comunicación con la capital… El aviso de que viene una segunda riada va corriendo de boca en boca, pero muchas personas lo toman como bulo y no hacen caso. Como no hay electricidad, las emisoras no funcionan y es imposible transmitir por ningún medio avisos o consejos en forma ordenada. A mediodía, tal como se había dicho, con una puntualidad sombría y espeluznante, el Turia vuelve a rebasar sus pretiles y empieza a desbordarse. La inundación que ha comenzado es más violenta y caudalosa que la primera… El barranco del Carraixet y todas las ramblas y torrenteras de la comarca valenciana se han salido de madre, en tal forma que al desembocar en el mar este gigantesco río formado por la unión de todos esos cauces desbordados, tiene una anchura de ocho kilómetros de caudal feroz e impetuoso. Una corriente de 4.500 metros cúbicos por segundo está macerando la ciudad. Son balsas llenas de agua hasta la altura incluso de sus primeros pisos de Capitanía General, Audiencia, Caja de Ahorros, Universidad, Santo Tomás de Villanueva, Museo de Bellas Artes, Obras Públicas, Hotel Royal, Banco Español de Crédito, Banco de Valencia, Banco de Bilbao, Cámara de Comercio, etc., etc… En plena riada se desata una lluvia como un diluvio, que impide la visión y cierra más y más la negrura de estas trágicas horas que Valencia está viviendo. No hay ni un alma en las calles. Sólo están a la intemperie los grupos de refugiados y gentes en peligro que por los distintos barrios permanecen en tejados sin poder recibir ayuda de nadie. Toda la margen izquierda del río, a su paso por la ciudad, está inundada en una profundidad de varios kilómetros, unidas las aguas del Turia y del Carraixet. Por el lado derecho, el agua ha empezado a saltar por la zona del camino de Tránsitos, y así, ya casi ininterrumpidamente hasta la desembocadura… La ciudad está incomunicada totalmente. A media tarde, cuando las cuencas del Turia y de las torrenteras de los alrededores de la capital dejan de vomitar agua, Valencia aparece como una ciudad saqueada o un inmenso campo de batalla. Por las calles se encuentran desparramados o amontonados contra las esquinas toda clase de muebles, cajones, maderas, troncos, neveras, enseres domésticos, útiles del campo, madejas inmensas de cañas y ramajes, vigas, capas de asfalto, cadáveres de animales… En la Basílica de la Virgen, que ha quedado en el centro de una isla a la que no llegaron las aguas, se reza un rosario al anochecer, a la luz de los cirios que arden a los pies de la Patrona de Valencia; algunas personas acudieron a refugiarse allí, en oración, cuando se produjo la avenida de mediodía. Después, se canta una patética salve.”
Almanaque de Las Provincias.
Selección de Víctor Manuel Galán Tendero.