LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA Y SUS BATALLAS. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

29.11.2020 10:55

               

                Trascendencia de la Guerra Civil.

                La Guerra Civil no es un capítulo más de la compleja y larga Historia de España, sino un episodio traumático que ha marcado durante muchos años la visión sobre nuestro país: cainita, autodestructivo y fracasado. Si la Revolución construyó Francia, según algunos, la Guerra Civil terminó de distorsionar España. Ciertamente, costó medio millón de muertes, de las que 150.000 fueron de civiles por ejecución sumarísima en ambos bandos. Se destruyeron demasiadas infraestructuras y la renta nacional de 1935 no se recuperó hasta bien entrados los años cincuenta. Del obscuro episodio de la Guerra todavía se conservan bastantes recuerdos familiares, muchos en extremo dolorosos, que a través de las políticas de la Memoria histórica tratan de ser estudiados y resarcidos en la medida de las posibilidades.

                Aun reconociéndose su carácter terrible, hoy en día se piensa que no refleja el verdadero carácter español, pues formó parte de una no menos espantosa Era de la Violencia que fue de 1914 a 1945, al menos. Al hilo de ello, se ha planteado si fue el último capítulo militar de la Primera Guerra Mundial o el primero de la Segunda.

                La Guerra de España impactó fuertemente en la opinión pública internacional, al plantear problemas que estaban en el corazón de la época. Los debates intelectuales, con una España que vivía su Edad de Plata de la cultura, fueron intensos y las pérdidas sensibles, como las de Federico García Lorca. El interés por la Guerra ha distado de agotarse y cada semana se suman varios títulos más a su ya colosal bibliografía, digna de los episodios más relevantes de la Historia Universal. En este capítulo, nos centraremos en sus aspectos militares, y en el siguiente veremos la evolución política y económica de las dos Españas enfrentadas.

                El comienzo de la guerra y la división de España.

                A las 17.00 horas del 17 de julio de 1936 se inició verdaderamente la Guerra Civil, cuando se declaró en Melilla el estado de guerra por los militares sublevados contra la República. Los insurrectos terminaron imponiéndose en el área española del protectorado marroquí. Ante lo sucedido, el gobierno dio órdenes a la aviación y a la armada.

                El 18 de julio hubo una protesta izquierdista en La Palma contra la insurrección, en la que Franco tomaba parte muy activa. Fue finalmente vencida, mientras Tetuán era bombardeado. Muchos oficiales de la armada fueron detenidos y ejecutados por sus tripulaciones. La base de Cartagena permaneció fiel a la república, pero en Andalucía los insurrectos se hicieron con el dominio de la bahía de Cádiz y de Sevilla, donde destacaría Queipo de Llano, consuegro del destituido Alcalá Zamora.

                Zaragoza, Burgos, Vitoria y Toledo se decantaban por los sublevados. Las organizaciones obreristas llamaron a una huelga general y pidieron de armas para el pueblo.

                El 19 Franco, procedente de Canarias, asumió el mando directo del poderoso ejército de África. Azaña encargó a Martínez Barrio el gobierno y el general Mola rechazó su oferta de paz. Dimitió y fue sustituido por José Giral, que entregó las armas a las organizaciones de izquierdas.

                Fuerzas de regulares desembarcaron en Cádiz y Algeciras, pero los insurrectos fueron vencidos en Málaga. En Madrid se asedió el cuartel de la Montaña, donde los sublevados se habían hecho fuertes. La insurrección, el llamado Alzamiento, ya dominaba casi todo el territorio de las provincias de Valladolid, Segovia, Ávila, Zamora, Salamanca y Cáceres. Burgos, Palencia y Logroño también cayeron bajo su control, al igual que Zaragoza bajo el general Cabanellas, que sacó provechó de las divisiones izquierdistas. Dominio de Zaragoza. Desde Pamplona las fuerzas de Mola sometieron Soria, pero no tomaron Guadalajara y se dirigieron al puerto de Somosierra.

                En Baleares, el general Goded declaró el estado de guerra y se desplazó a Barcelona. Mahón, con todo, no fue sometido por los rebeldes. En Barcelona la insurrección fue vencida por las milicias obreras, la Guardia Civil, la de Asalto y tropas de aviación. En Asturias, el coronel Aranda consiguió hacerse con Oviedo, rodeada de territorio fiel a la República.

                En Valencia el general González Carrasco permaneció expectante y el movimiento insurreccional terminó desarticulado. Unidades de guardias civiles sublevados controlaron Albacete. Fracasó el levantamiento en Alicante, donde José Antonio permanecía preso.

                El 20 de julio murió en accidente de aviación el general Sanjurjo, el que iba a ser la cabeza visible del levantamiento militar. Se asaltó y tomó el cuartel de la Montaña. El triunfo republicano en Madrid no impidió que Guadalajara cayera en manos insurrectas, al igual que Galicia y Granada. Del 21 al 31 de julio se terminó de partir España en dos campos enfrentados. En el resultado habían pesado no solo factores militares, sino también sociales y políticos. Columnas de carlistas requetés y militares avanzaron de Pamplona a Guipúzcoa. Los republicanos recuperaron Guadalajara. El golpe de Estado se había convertido en una guerra civil, más larga de lo que pensaron ambos bandos. En la retaguardia de ambos bandos proliferaron las ejecuciones y las venganzas.

                Las implicaciones internacionales ante los primeros combates.

                El 24 de julio Francia parecía dispuesta a ayudar a la República, mientras Franco solicitó ayuda a la Alemania nazi. Giral mandó una petición de ayuda a la URSS y Mussolini se comprometió a enviar material bélico, como doce bombarderos, animado por Alfonso XIII. Hitler mandó entonces veinte aviones de transporte y seis cazas. Portugal se inclinó por los sublevados. Las alineaciones de la II Guerra Mundial ya se pudieron contemplar, pero Gran Bretaña no se mostró muy favorable a la causa republicana, considerada en exceso radical. Puso dificultades a su armada en Tánger y favoreció a los insurrectos desde Gibraltar.

                El 26 de julio el Komintern, la Internacional Comunista, creó una brigada de cinco mil combatientes y acordó recaudar mil millones de francos para la República. Estableció su oficina de reclutamiento en París y las sedes de los partidos comunistas acogieron voluntarios. Tal fue el origen de las brigadas internacionales, en las que participaron personas de muchos países, que vieron la guerra de España una batalla decisiva contra el fascismo. El 30 de julio Hitler creó la Legión Cóndor, con voluntarios, y desde el lado de las potencias fascistas se dijo luchar contra el comunismo.

                La no intervención.

                ¿Pudo haberse iniciado una nueva guerra mundial en el verano de 1936, alrededor de España? Italia alimentaba sueños expansionistas en el Mediterráneo y Alemania se rearmaba y trataba de poner cerco a Francia para vengar su derrota en la Gran Guerra. La URSS de Stalin se acercaba prudentemente a franceses y británicos.

                Con todo, Gran Bretaña no dio luz verde a que Francia diera pasos más decididos a favor de la República española. Un Frente Popular también gobernaba entonces Francia, pero su presidente de gobierno Léon Blum temió que la situación se le escapara de las manos y pudiera iniciarse allí una guerra civil. El 1 de agosto propuso Blum la no intervención y el 9 del mismo mes cerró la frontera con la desgarrada España.

                El 9 de septiembre se convocó una conferencia en Londres sobre la no intervención, con las protestas republicanas por la entrada de fuerzas italianas y alemanas a favor de los insurrectos. Portugal autorizó a reclutar voluntario, los Viriatos, para combatir a la denostada República española.

                El 15 de septiembre el vapor Magallanes llegó a Cartagena, procedente de México, con fusiles y municiones. El México revolucionario fue el país que apoyó de corazón a la República y que después de la Guerra acogería con afecto a los exiliados españoles.

                Desde Moscú, viendo el giro de los acontecimientos, se proyectó la Operación X, de envío de material bélico a los republicanos, pero con importantes condiciones políticas y económicas. El 7 de octubre los soviéticos renegaron de la no intervención.

                Aun así, el 2 de diciembre un Comité de No Intervención aprobó un plan de control de los puertos españoles, que no evitó la entrada de armas y soldados a favor de los insurrectos. El 6 de diciembre de 1937 el Congreso de Estados Unidos aprobó el embargo de armamento a los combatientes, mientras la TEXACO suministraba combustible a los sublevados. La España republicana no despertaba simpatías entre los círculos de negocios estadounidenses, mientras algunos de sus partidarios se alistaron en la brigada Lincoln. Más tardes, durante la caza de brujas de la Guerra Fría, serían acusados de actividades anti-americanas y de comunismo.

                El paso del Estrecho por el grueso del ejército de África.

                Desde Cataluña se dirigieron al frente de Aragón columnas anarquistas. Los sublevados fueron frenados en Somosierra y los republicanos se hicieron con el dominio de Albacete y Cuenca.

                La guerra en la Península podía inclinarse del lado insurrecto si conseguía pasar el grueso del ejército de África el Estrecho, patrullado por la armada republicana, que llegó a bombardear Ceuta, atacada a su vez desde el aire.

                Con la colaboración aérea de italianos y alemanes, acometieron el paso y el 5 de agosto cruzó un convoy, llamado de la Victoria, de seis buques con 1.600 hombres del ejército de África.

                El avance insurrecto por Extremadura.

                La salida hacia Teruel desde Valencia de la anarquista Columna de Hierro coincidió con los primeros avances de los sublevados en la provincia de Badajoz, esencial para soldar sus dominios. Contaban con la colaboración de Portugal desde el Oeste. El 11 de agosto tomaron Mérida y el 14 Badajoz por Yagüe, donde se produjo una intensa matanza.

                Los republicanos intentaron una contraofensiva en Extremadura y desembarcaron en Mallorca el 16 de agosto. Ambos intentos no tuvieron éxito.

                Franco dispuso su cuartel general en Cáceres y los Junkers alemanes bombardearon Madrid el 27 de agosto. El 3 de septiembre los insurrectos tomaron Talavera de la Reina y el día después Irún, seguida poco más tarde de San Sebastián. El 19 del mismo mes la isla de Fernando Poo se sumaba a la rebelión y la Guinea española era perdida por la República poco después.

                Las tropas rebeldes se encaminaban hacia Madrid y Giral resignó la jefatura de gobierno en el socialista Francisco Largo Caballero, en quien se confiaba que presidiría el gabinete de la victoria.

                Toledo y el Alcázar.

                En Toledo, los sublevados dirigidos por el coronel Moscardó se hicieron fuertes en el Alcázar, aguantando un duro asedio. Su resistencia se convirtió en un símbolo y el 21 de septiembre Franco decidió avanzar hacia Toledo en lugar de dirigir sus fuerzas directamente a Madrid. Su decisión militar fue muy cuestionada, pero políticamente afirmó su jefatura suprema en el bando sublevado. Sustituyó a Yagüe por Varela, que entró en el castigado Alcázar el 28 de septiembre, recibido por sus defensores.

                Madrid se apresta a defenderse.

                El 7 de octubre se creó la primera Junta de Defensa de Madrid y se formó la primera brigada mixta con fuerzas del ejército y brigadistas, mandada por Enrique Líster, primer paso del Ejército Popular de la República.

                Se movilizaron a todos los varones de veinte a cuarenta y cinco años y en Seseña se emplearon en un fracasado contraataque republicano quince tanques T-26 soviéticos. En noviembre se dieron los primeros combates en el cielo de Madrid entre los populares chatos soviéticos (los Polikarpov I-15) y los Junkers 52 de la Legión Cóndor alemana. El 6 de noviembre el gobierno de la República marchó a Valencia, mientras la gente cavaba trincheras. El general Miaja, responsable de la Junta, encargó la defensa de la capital al comandante Vicente Rojo, verdadero estratega del éxito de su resistencia.

                El ataque directo a Madrid.

                Las fuerzas de Franco atacaron por la Casa de Campo, al Oeste, en dirección al Manzanares para copar la capital. Los republicanos encontraron en el bolsillo de un oficial muerto el plan de operaciones de sus adversarios: el ataque por Carabanchel al Sur y a la Ciudad Universitaria por el Noroeste.

                Hubo recios combates y entre los defensores ganó popularidad el grito de ¡No pasarán!, al modo de los franceses en el París de 1914 ante los alemanes. En este ambiente, hubo sacas de prisioneros antirrepublicanos de las cárceles, que fueron fusilados en las matanzas de Paracuellos del Jarama. Se actuó contra los saboteadores de la resistencia, los de la quinta columna, según una expresión de Mola.

                Las fuerzas marroquíes irrumpieron en la Ciudad Universitaria, donde se dieron intensos combates. La aviación soviética fue determinante y la resistencia de Madrid no cedió por aquel sector. En diciembre de 1936 se batalló por la carretera de La Coruña, sin éxito para los franquistas.             

                Los italianos reclaman un mayor protagonismo militar.

                Formalizados los acuerdos con Gran Bretaña en el Mediterráneo, Mussolini quiso fortalecer su influencia en la desgarrada España. Mandó más voluntarios a las órdenes del general Mario Roatta, con aviones y vehículos blindados como tanquetas. En enero de 1937 tomaron parte en el ataque y conquista de Málaga, que cayó el 8 de febrero.

                El 20 de enero de 1937 los franquistas habían vuelto a tomar el cerro de los Ángeles, en el frente madrileño, y del 6 al 23 de febrero se libró la batalla de El Jarama, en la que los franquistas no lograron cortar la carretera de la capital con Valencia. Mientras se bombardeaba por el aire Almería y Valencia, los italianos reclamaron participar en el ataque a Madrid, planeando un ataque por Guadalajara, aislándolo de Valencia.

                 El 7 de marzo Miaja situó blindados cerca de Guadalajara y al día siguiente los italianos iniciaron su avance. La lluvia y el barro terminaron frenándolos, enfrentándose en el curso de la batalla con los italianos antifascistas del batallón Garibaldi. El 22 de marzo la derrota de los italianos fascistas era completa, extendiéndose en España la fama de cobardes de los italianos, aunque lo cierto es que se debía a sus problemas de organización, que se harían bien visibles durante la II Guerra Mundial.

                La derrota permitió a Franco sustituir a las fuerzas italianas e ir bajando los humos a su ambicioso aliado. El conde Ciano, el yerno de Mussolini, acusaría a Franco en su diario de no saber ganar la guerra con rapidez, a pesar de la superioridad de sus recursos militares.

                La intensificación de la ofensiva en el Norte.

                Internacionalmente, la resistencia de Madrid se estaba convirtiendo en un símbolo de la lucha contra el fascismo, que allí tendría su tumba. Tras la guerra, Franco pensó en privarla de la capitalidad de España. Apostó Franco entonces por atacar la cornisa cantábrica en manos republicanas, de Vizcaya a Asturias, un territorio alargado de Este a Oeste con grandes recursos mineros e industriales. Aislado del resto de la España republicana, los franquistas podían hacer valer su superioridad aérea. El 29 de marzo los aviones alemanes se trasladaron a los aeródromos de Álava, Navarra, Burgos, Logroño y Soria.

                La ofensiva se inició por Vizcaya, donde el gobierno autonómico vasco asumió grandes atribuciones militares. Por entonces, cada bando en guerra contaba con medio millón de soldados. De las setenta y una divisiones republicanas, catorce se encontraban en el frente del Norte.

                Durante el avance franquista, se fusilaron a sacerdotes nacionalistas vascos. Los puertos cantábricos fueron bloqueados por las naves de Franco y el 26 de abril de 1937 la Legión Cóndor bombardeó Guernica, en día de mercado y de especial preferencia para los nacionalistas vascos. Se probaron las técnicas de bombardeo concentrado que se emplearían en la II Guerra Mundial, en un verdadero aviso de la suerte que correría Bilbao en caso de resistir como Madrid. Guernica, con el totémico cuadro de Picasso, se convirtió en paradigma del horror.

                El lehendakari o jefe del gobierno vasco José Antonio Aguirre se proclamó comandante del ejército euskaldún, el de los gudaris o luchadores, y lo separó del resto del ejército republicano del Norte. Con el fin de detener el avance franquista en el Norte, distrayendo tropas, los republicanos cortaron el 10 de abril las comunicaciones entre la Casa de Campo y la Ciudad Universitaria. Por Segovia, los republicanos también intentaron una ofensiva, sin éxito.

                La posible entrada en guerra de la II República con la Alemania nazi.

                Las naves alemanas actuaban por el Mediterráneo y en mayo de 1937 el crucero Deutschland fue bombardeado por aviones republicanos y soviéticos. En represalia, varias naves alemanas bombardearon el puerto de Almería.

                El  ministro Indalecio Prieto, pesimista en cuanto al desenlace de la guerra, propuso declararle la guerra al III Reich. Sin embargo, Stalin ordenó a sus aviones no atacar naves alemanas o italianas tras el bombardeo de Almería.

                La conquista del Norte.

                El 17 de junio de 1937 Aguirre abandonó Bilbao y el 19 entraron en la capital las tropas de Franco, sin grandes resistencias. Al día siguiente, abrieron con normalidad las sucursales bancarias. El Cinturón de Hierro o fortificación de Bilbao había carecido de efectividad.

                Los republicanos emprendieron entonces operaciones en otros frentes. Del 24 de junio al 27 de julio intentaron copar a sus enemigos en la batalla de Brunete, en el frente de Madrid. Ambos bandos, ciertamente castigados, se atribuyeron la victoria. También hubo movimientos republicanos por Albarracín, anunciando los de la futura batalla de Teruel.

                Los nacionalistas vascos recabaron la mediación italiana para rendirse a Franco, llegando a comunicar en el pacto de Santoña (24 de agosto) la posición del resto de las fuerzas republicanas en el Norte. Santander fue tomada por los franquistas y los republicanos de Asturias se aprestaron a la resistencia, que oficialmente duró hasta noviembre de 1937.

                Se intensifica el frente de Aragón.

                En el alargado frente de Aragón, los republicanos emprendieron el 20 de agosto de 1937 una ofensiva contra Zaragoza, que desembocó en la feroz batalla de Belchite, donde se combatió hasta el 6 de septiembre pared con pared alrededor de su seminario. Se combatieron con especial saña los catalanes de ambos bandos. Tras la guerra, Franco ordenó que no se reconstruyera el pueblo para memoria de las futuras generaciones.

                Con el Norte en sus manos y quebrada la ofensiva contra Zaragoza, Franco podía lanzarse contra Madrid. Los republicanos emprendieron el 15 de diciembre de 1937 la ofensiva contra Teruel, que tomaron el 8 de enero de 1938 tras intensos combates. Se sufrió un intenso frío durante la batalla, que costó la congelación de miembros de más de un soldado mal herido. En el curso de sus operaciones, las fuerzas de Franco llevaron a cabo una de las últimas cargas de caballería de la Historia de la guerra, la de Alfambra del coronel Monasterio. Franco centró su atención en Teruel, a pesar de los reproches, y el 22 de febrero sus tropas entraron en la castigada ciudad.

                El 7 de marzo, la iniciativa corrió a cargo de los franquistas: Yagüe y las tropas marroquíes irrumpieron por el sector del Ebro, mientras Léon Blum volvía a presidir el gobierno francés. Barcelona llegó a ser bombardeada desde el aire. Las fuerzas franquistas avanzaron por Huesca y Lérida y el 15 de abril alcanzaron Vinaroz. El territorio de la República quedaba partido en dos.

               Las batallas por Valencia.

                Franco acarició entonces conquistar Valencia a través del Maestrazgo y no aceptó la propuesta de paz negociada del presidente del gobierno republicano Juan Negrín, los Trece Puntos del 30 de abril.

                Las fuerzas franquistas encontraron una dura resistencia y el 25 de mayo Alicante encajó un terrible bombardeo. Tras tomar Castellón de la Plana y Villarreal, se atacó Sagunto el 5 de julio, a las puertas de la capital valenciana. Muchos refugiados del frente de guerra encontraron asilo en Requena y sus aldeas. Desde el 30 de noviembre de 1937, el gobierno republicano tenía su sede en Barcelona. El avance franquista fue frenado en la Línea XYZ, la Matallana.

                La batalla del Ebro, el último gran intento de la República.

                Para evitar la caída de Valencia o que Franco dirigiera sus fuerzas contra Madrid o Barcelona, los republicanos emprendieron una arriesgada acción, lanzar una ofensiva con más de 100.000 soldados entre Mequinenza y Amposta el 25 de julio de 1938. Si Franco no hubiera aceptado el desafío (como varios generales), el ejército republicano hubiera asistido impotente a la conquista de aquellas ciudades.

                Se han discutido las razones de Franco, desde consolidar su poder a evitar roces con Francia en un momento de tensión internacional, la de la crisis de los Sudetes, que amenazaba con una nueva guerra mundial. Yagüe se atrincheró en Gandesa y Franco detuvo su ofensiva contra Valencia. Sus tropas atacaron las posiciones republicanas de la sierra de Pàndols, defendidas por Líster.

                Mientras se libraba la batalla, Negrín anunció el 21 de septiembre la retirada de los brigadistas en la Sociedad de Naciones (SDN) a la espera de un gesto similar ítalo-alemán. El 30 de septiembre, Alemania logró los Sudetes de Checoslovaquia por los acuerdos de Múnich, verdadera capitulación franco-británica que enfureció a Stalin, que entonces buscaría un acomodo con Hitler. La República llamó a filas a sus reservistas de 1923-26, pero el 16 de noviembre perdía la batalla del Ebro y casi la guerra ya.

                La ofensiva contra Cataluña.

                El 23 de diciembre de 1938 seis cuerpos de ejército franquistas irrumpieron desde el Pirineo al Ebro y el 5 de enero de 1939 los republicanos intentaron en vano una ofensiva en Extremadura.

                El 26 de enero cayó Barcelona, huyendo unos 450.000 refugiados a Francia, y el 5 de febrero Gerona.

                El final de la Guerra.

                El 10 de febrero las fuerzas de Franco se hicieron con el control de Menorca y el 27 Francia y Gran Bretaña reconocieron a su gobierno como legítimo.

                Del 4 al 12 de marzo el coronel Segismundo Casado se sublevó contra el gobierno de Negrín, iniciándose el movimiento en la flota de Cartagena, y trató de negociar con Franco. Los republicanos libraron entre sí combates en Madrid. Al final, el gobierno republicano se exilió en Francia y Negrín escapó desde el aeródromo el Fondó de la alicantina Monóvar.

                El 28 de marzo entraron las tropas franquistas en Madrid, el 30 en Valencia y Alicante y el 31 en Cartagena. El 1 de abril concluyó la resistencia republicana en los muelles de Alicante y Franco dio desde Burgos el último parte de guerra: “En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado.”

                Para saber más.

                Michael Alpert, La guerra civil española en el mar, Madrid, 1987.

                Josep Maria Solé, España en llamas. La guerra civil desde el aire, Madrid, 2003.

                Ramón Salas, Historia del Ejército Popular de la República, 4 vols., Madrid, 1973.

                Hugh Thomas, La Guerra Civil española, Barcelona, 2011.