LA INDIA DE MADRE TERESA. Por María Berenguer Planas.

05.09.2014 07:44

                

                El 5 de septiembre de 1997 fallecía la madre Teresa de Calcuta, cuyo nombre se encuentra indisolublemente ligado al del subcontinente indio del siglo XX.

                Cuando llegó por vez primera en 1929 a sus tierras los británicos todavía ejercían su autoridad. Habían impulsado el desarrollo de las comunicaciones y de los cultivos, pero también habían crecido bajo sus plantas la marginación social y la esperanza de cambio. Mientras los hombres del Partido del Congreso pugnaban de manera no violenta por la independencia, la joven Teresa libraba sus primeras batallas contra la horrorosa pobreza de los parias.

                En 1947 una agotada Gran Bretaña concedió finalmente la independencia al subcontinente, que se dividió fundamentalmente entre un gran estado musulmán, el Pakistán, y la Unión India con no pocas tensiones, que le costaron la vida al propio Gandhi. Allí continuó la madre Teresa.

                Tras proclamar su independencia, la India disponía de unos doscientos Estados indígenas regidos por sus propias autoridades tradicionales. Este mosaico se simplificó en 1956, cuando surgieron quince grandes Estados trazados sobre la base del idioma. Los nuevos gobernantes demostraron ser alumnos aventajados de los nacionalistas liberales europeos, pese a rechazar la anterior divisoria por considerarla obra del pérfido imperialismo que a toda costa quería potenciar la diferencia para quebrantar la cohesión india. Sintomáticamente el nuevo mapa no gustó a muchos.

                Los pueblos de las estribaciones montañosas del Norte pusieron el grito en el cielo, y consiguieron finalmente un estatuto propio. Mucho más problemático resultó el caso de los sijs del Punjab, un singular pueblo de agricultores medios y ricos que temieron ser desplazados del dominio de su área por la llegada de población inmigrante de otros puntos. En Cachemira la Unión colisionó con Pakistán, todavía su gran rival. Pese a formar parte del movimiento de los no alineados durante la guerra fría, la India se acercó con cautela a la Unión Soviética en sus conflictos con Pakistán y China sin perder contacto con Gran Bretaña y Estados Unidos en ningún momento. En 1971 la madre Teresa demostró su sensibilidad hacia las mujeres víctimas de tales conflictos.

                Entre 1965 y 1983 el PIB por habitante pasó de los 90 a los 260 dólares en la India, mientras en Japón saltó de los 900 a los 9.704 (acercándose a los 11.732 de USA). En vías de desarrollo, la gigantesca India acusaba enormes bolsas de marginación a todos los niveles. En el Punjab y en Haryama la agricultura constituyó la punta de lanza de una expansión económica estimable, por encima de las tensiones socio-políticas, pero en ciudades meridionales como Madrás la masificación humana y las ínfimas condiciones laborales atrajeron a muchas empresas foráneas que comenzaron a poner en práctica la deslocalización industrial. Los antiguos Estados industriales, en los que se emplazaba Calcuta, perdieron con el cambio.

                A veces se ha preguntado sobre las razones de la permanencia de la mayor democracia liberal, poblacionalmente hablando, del mundo, en especial tras magnicidios como el de Indira Gandhi en 1983. Las razones son ciertamente complejas, pero no cabe la menor duda que sin la compasión de la madre Teresa hacia los más desfavorecidos el milagro nunca hubiera sido posible. El valor de su ejemplo demostró que la convivencia entre religiones era posible en una tierra que parecía a punto de eclosionar. La no violencia de Gandhi germinó con la caridad de la excepcional monja de orígenes albaneses y venida al mundo en la Macedonia bajo dominio turco.

            -Imagen de eligelavida-