LA INFLUENCIA ORIENTAL EN LAS TUMBAS ARISTOCRÁTICAS IBERAS. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

08.08.2025 12:56

              

               El paso de la Edad del Bronce a la del Hierro no fue nada apacible en el Próximo Oriente, donde se derrumbaron imperios tan poderosos como el de los hititas y el de Mitanni. En su lugar, entre el 1200 y el 1000 antes de Jesucristo, aparecieron una serie de Estados más pequeños, conocidos hace años como los reinos neohititas y como luvio-arameos más recientemente. Su poderío no fue insignificante, alcanzando un destacado desarrollo cultural y comercial, que los puso en contacto con los emprendedores fenicios.

               Los navegantes y mercaderes fenicios trajeron a la península Ibérica no pocos productos e ideas del Próximo Oriente, que ha dado pie a que se hablara de un verdadero período orientalizante, coincidente con la eclosión de Tartessos.

               En el notable yacimiento jienense de Porcuna se observan importantes cambios, que podemos datar en el siglo VI antes de Jesucristo, en el paso de la etapa tartesia a la ibera. Los pequeños núcleos rurales alrededor del poblado del Cerro de los Alcores terminaron desapareciendo, ganando fuerza al otro lado del río Salado el poblado del Cerro del Albalate. Estaba creciendo un verdadero núcleo urbano, dirigido por una aristocracia que gustó representarse en imágenes de combate como las del Cerrillo Blanco. Se ha interpretado como una imagen épica, la de la gesta de un guerrero que ha derrotado a sus oponentes y quizá haya fundado una verdadera dinastía.

               Los aristócratas iberos, como los de Etruria y otros territorios, fueron muy conscientes del poder de las imágenes y de las ideas que llegaban desde el Este del Mediterráneo para consolidar su autoridad. De finales del siglo VI antes de Jesucristo dataría el impresionante monumento funerario encontrado en Pozo Moro, en Chinchilla, en un importante cruce de caminos peninsulares. Se trata de una torre, interpretada como un árbol de la vida, con base sobre tres escalones. Sus relieves representan las acciones de un verdadero héroe, de un Heracles, y un banquete con criaturas monstruosas, quizá un momento delicado del héroe en el más allá. Sus leones, todo un símbolo de poder, acusan la influencia oriental, destacándose la influencia de sepulturas luvio-arameas. Tal conjunto se ha interpretado como el mausoleo de un gobernante ibero que lograría relevancia en la zona.

               A esta clase de sepulturas se han asociado estatuas localizadas en las proximidades como la bicha de Balazote. Con cuerpo de toro y cabeza de varón barbudo, se han destacado sus raíces hititas, además de observarse su paralelismo con Aqueloo, el dios fluvial griego que disputó con Heracles por el amor de Deyanira. En tierras de Andalucía, Murcia, Albacete y Alicante, las esculturas de un león, un toro, un lobo, una sirena o una esfinge coronaban los pilares-estela que indicaban las sepulturas de aristócratas iberos, orgullosos de sí mismos y de su ascendencia, al ser capaces de superar los peligros más extremos. En algunos casos, se ha apreciado la influencia artística de los griegos de Jonia. Los griegos se sumaron a los fenicios a la hora de proveer a los aristócratas iberos de ideas, imágenes y técnicas con las que expresarían las complejidades de su mundo.      

               Para saber más.

               Trinidad Tortosa y Juan A. Santos, Arqueología e iconografía. Indagar en las imágenes, Madrid, 2003.