LA LUCHA POR ALHAMA.

22.04.2018 11:02

                Los castellanos medievales, del Norte del Duero a las Canarias.

                Una noche del mes de enero de 1482 los granadinos tomaron con sigilo la villa y el castillo de Zahara a su alcaide, el caballero sevillano Gonzalo de Saavedra, al que apresaron junto a su mujer.

                Los reyes tuvieron conocimiento del hecho de armas en Medina del Campo. Deploraron cómo se perdió y pusieron en alerta a sus fronteras con el sultanato nazarí. A Utrera, particularmente expuesta tras la caída de Alhama, destacaron fuerzas de su guardia.

                El sultán Muley Hassan se sintió seguro de sus fuerzas.

                A unos días de la toma de Zahara, el caballero Diego de Merlo (asistente en Sevilla) emprendió una contra-acción con la asistencia de adalides escaladores. Consideró distintas alternativas, incluida la del asalto de la ciudad de Málaga, pero se decantó por Alhama.

                Lo puso en conocimiento del marqués de Cádiz Rodrigo Ponce de León y de otros magnates, pero no del duque de Medina Sidonia por su enemistad con él y con el primero. Se puso en pie una fuerza de 2.500 jinetes y 3.000 peones.

                Se introdujeron con tiento en territorio granadino hasta llegar a fines de febrero a las cercanías de Alhama. Se apearon doscientos escuderos, apartándose entre sí por dos lanzas de armas. El escalador y los adalides se pusieron en vanguardia.

                El escalador Juan de Ortega, natural de Carrión, fue el primero que ascendió a la fortaleza. Tras entrar en su barbacana, dispusieron las escalas en el muro principal. Mataron a sus guardianes y apresaron a la esposa del alcaide, entonces ausente, junto a otras mujeres. Lograron abrir la puerta de la fortaleza que salía al campo al resto de las fuerzas cristianas.

                Los musulmanes se hicieron fuertes en la medina, confiados en ser socorridos por el sultán con prontitud dada la cercanía de Granada. Sus ballesteros y espingarderos dispararon contra la puerta de la fortaleza. Los cristianos se vieron cercados, pues fueron abatidos todos los que quisieron salir por la puerta.

                Algunos pensaron que lo mejor era quemar la fortaleza, pero el marqués de Cádiz y Diego de Merlo consiguieron que se mantuviera la posición. Decidieron romper un trozo del lienzo de la fortaleza para acometer a la ciudad. Subieron varios por los tejados, y se entabló batalla por las calles de Alhama. Los cristianos, según Fernando del Pulgar, lucharon con la bravura de los que se sabían perdidos de no triunfar. A la mezquita se acogieron los musulmanes, que tuvieron que salir cuando los cristianos les quemaron las puertas de la misma. Mil musulmanes cayeron en los combates, al decir del cronista del Pulgar, y cuatro mil mujeres y niños fueron cautivados.

                Los cuatro mil jinetes granadinos de socorro llegaron tarde, ya caída Alhama. Dentro de la ciudad, los cristianos se enfrentaban al hambre y a la putrefacción de los cuerpos insepultos, que fueron arrojados a los perros fuera de Alhama.

                El sultán, dolido por la pérdida de una localidad depositaria de sus rentas territoriales, le puso cerco. Ordenó que sus ballesteros mataran a los perros, tanto para evitar que se mancillara a los difuntos como para que los cristianos no tuvieran nada que comer. Las escaramuzas se sucedieron. El agua fue parcialmente cortada por los sitiadores.

                Los cercados lograron enviar cartas de socorro a Sevilla, Córdoba y caballeros comarcanos. Incluso se logró dar aviso de la toma de Alhama a los reyes en Medina del Campo. El duque de Medina Sidonia dejó a un lado sus diferencias con el marqués de Cádiz y otros, y se puso en marcha, al igual que el rey don Fernando desde Medina en compañía de varios nobles.

                A pesar de las órdenes del monarca, el duque de Medina Sidonia y el conde de Cabra, entre otros, no lo pudieron aguardar al encontrarse dentro de territorio granadino. El sultán levantó el asedio antes de la llegada de las fuerzas de aquéllos.  Las anteriores enemistades se sellaron y las disputas por el botín se sosegaron. Un intento posterior del sultán de recuperar Alhama fracasó.  

                El rey supo de ello en Antequera, y la reina hizo preparativos para emprender una guerra llamada a ser decisiva. Se encomendó la capitanía general de Alhama al conde de Tendilla y al clavero de Calatrava, que concedieron bienes en 1486 a personas como el contador Fernando del Pulgar.  Enrique IV, el desdichado hermanastro de Isabel, había sido duramente infamado por no acometer con la suficiente energía la lucha contra los correosos granadinos. La guerra era una poderosa palanca para impulsar la monarquía autoritaria.

                Víctor Manuel Galán Tendero.

                Fuentes selectas.

                Fernando del Pulgar, Crónica de los Reyes Católicos. Edición de Juan de Mata Carriazo, Granada, 2008, dos volúmenes.

                ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS.

                Registro del sello de corte. Legajo 148602 (6) y 184402 (243 y 244).