LA NO ACEPTACIÓN EN FILIPINAS DEL MODELO HOLANDÉS DE PLANTACIÓN. Por Carmen Pastor Sirvent.
A partir del siglo XI los europeos conquistaron y colonizaron nuevas tierras, además de fundar factorías comerciales en países susceptibles de dominio. En Egipto no alcanzaron sus propósitos de conquista ni de preeminencia mercantil, pero en el imperio bizantino sí lo lograron en el siglo XIII en buena medida. En el Asia monzónica los portugueses tuvieron que medir su fuerza con poderosos imperios, que redujeron su expansión a una serie de enclaves litorales. Los holandeses siguieron en parte sus pasos, añadiendo por la fuerza en la Insulindia las colonias de plantación, en las que se forzaba a los naturales a la entrega de determinadas cuotas de productos o incluso al trabajo lisa y llanamente.
En 1619 tomaron Jayakarta, a la que dieron el nombre de Batavia. Se fortaleció su control sobre la tierra de las especias y desde algunos medios hispánicos se insistió en que los remedios y los medios para salvar los dominios ibéricos en la región correspondían especialmente a Portugal.
En Filipinas la situación era vista con la lógica preocupación. En 1639, a punto de deshacerse la unidad ibérica, el franciscano Juan de Arriola propuso una serie de medidas para fortalecer la posición española en el archipiélago con la vista puesta en los progresos de Batavia y de las Indias holandesas.
Las naves del galeón de Acapulco deberían de cargarse con géneros como la nuez moscada y el clavo al estilo de las Molucas, más que con los bienes procedentes de China. El gobernador de Filipinas debería de facilitar la posesión de tierras.
Por otra parte, el situado o asignación monetaria del virreinato de Nueva España debería de pagarse en moneda de vellón con algo de plata para evitar la salida de la segunda hacia China. Juan de Arriola proponía la remodelación del modelo económico de las Filipinas españolas, acercándose a las experiencias holandesas.
La propuesta de cambio hería los grandes intereses de los comerciantes del eje Manila-Acapulco y el Consejo de Indias lo desestimó so pretexto que el franciscano no tenía ni edad ni experiencia para entrometerse en cosas que no le tocaban. Así se trataba la iniciativa y el cambio se produciría entre los siglos XVIII y XIX forzado por la independencia iberoamericana.