LA PENÍNSULA IBÉRICA EN EL VIEJO MUNDO DEL NEOLÍTICO A LA EDAD DEL HIERRO. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

29.06.2025 12:08

              

               La investigación ha demostrado de forma fehaciente que la Historia de la península Ibérica está íntimamente enlazada con la del resto del Viejo Mundo en los tiempos anteriores a la invención de la escritura.

               En la Península no encontramos hacia el 9400 antes de Jesucristo yacimientos como los anatolios Göbekli Tepe o Karahan Tepe, verdaderos complejos ceremoniales que favorecieron el desarrollo de la ganadería y de la agricultura. Por aquel entonces, las sociedades de cazadores y recolectores de la Península se estaban adaptando a las nuevas condiciones ambientales tras el final de las glaciaciones, con culturas como la asturiense, dotada de picos para la recolección de moluscos. El esplendor del Magdaleniense, con su impresionante arte rupestre, ya era cosa de más de un milenio antes.

               La Humanidad avanzaba por las sendas del Neolítico, a la par que se fundaban poblados cada vez más complejos, que con el tiempo dieron origen a las primeras ciudades. Entre el -7000 y el -5700 se desarrolló la anatolia Çatalhöyük, al parecer abandonada tras un incendio considerable. Hacia el 5000 antes de Jesucristo emergería la Mesopotamia Uruk.

               Grupos de agricultores y ganaderos de Anatolia habían contribuido a extender sus nuevos modos de vida entre varias poblaciones de Europa, que los acogieron con gusto. De comienzos del VI milenio antes de Cristo son las cerámicas de engobe rojo de varias comunidades de la Andalucía Occidental, que ya domesticaron animales. Hacia el -5700 comenzaron a hacerse perceptibles los cambios neolíticos en la vertiente mediterránea de la Península, asociados a la cerámica cardial.

               Los grupos de agricultores y ganaderos también se extendieron en el 5000 antes de Jesucristo por Mesopotamia y el valle del Nilo. La Península formaba parte de un mundo en movimiento, en el que se produjeron destacados cambios sociales. Impresionantes monumentos megalíticos se erigieron a partir de del -3700 en el Mediodía peninsular, como el dolmen de Menga. Se ha sostenido que la mayor concentración de dólmenes de toda Europa se ubica en la granadina Gorafe. Además de acreditar una consumada habilidad técnica, los que ordenaron las construcciones deberían de disponer de un considerable control social para movilizar tal cantidad de trabajo. Por las mismas fechas, los templos y los palacios comenzaron a erigirse en Mesopotamia, apareciendo en el valle del Nilo dos grandes poderes, el del Bajo y el del Alto Egipto.

               En tiempos del Calcolítico, descolló en el Sureste peninsular la cultura de Los Millares entre el 3100 y el 2200 antes de Jesucristo, con poblados fortificados con murallas concéntricas dotadas de fortines y notables tumbas colectivas de forma circular con corredor de acceso. Junto al emblemático yacimiento almeriense que ha dado nombre a esta cultura, encontramos otros como el de Les Moreres en la sierra de Crevillente, un poblado protegido por un cinturón amurallado ovalado. Recientemente, la importancia de la cultura de Los Millares ha sido reivindicada, explicándose como una agrupación de sociedades de complejidad reciente, aunque poco sabemos de su organización pública. No está de más recordar que hacia el -3100 floreció la importante ciudad de Jericó, alzándose por entonces en Sumeria los característicos zigurats.  Lo que conocemos como el Estado iba dando sus primeros pasos en la Historia.

                Los seres humanos consiguieron logros como el de la domesticación del caballo en el Asia Central del cuarto milenio antes de Jesucristo, pero también se tuvieron que enfrentar a notables desafíos medioambientales. En el -2200 las sequías castigaron a las gentes de la cuenca mediterránea, no registrándose en el valle del Nilo crecidas tan importantes como la de otros tiempos. Tan dramática situación coincidió con el Primer Período Intermedio, en el que los nomarcas locales desafiaron el poder de los faraones. Las condiciones de mayor aridez castigaron igualmente a un imperio acadio en declive. Mientras, en China, el emperador Yu ordenó construir diques para controlar las inundaciones. No sabemos a ciencia cierta hasta qué punto estos problemas influyeron en el final de la cultura de Los Millares.

               La evolución cultural prosiguió con fuerza en el Sureste de la Península de la mano de la cultura de El Argar, ya en la Edad del Bronce, entre el 2200 y el 1500 antes de Jesucristo.  En esta última fecha alcanzó su esplendor la cultura asociada a Stonehenge en el archipiélago británico, avanzando la cultura de los Campos de Urnas por tierras europeas. Fue entonces cuando los aqueos indoeuropeos alcanzaron Grecia, iniciándose la cultura micénica, a la par que Creta vivía su segunda época palacial. También a la India llegaron por esta época gentes indoeuropeas, en coincidencia con el inicio del período védico.

               La urbanización hizo considerables progresos en China, donde la dinastía Shang consolidó la organización del Estado, con ciudades como Anyang. Superados los problemas derivados de la invasión hicsa, los egipcios comenzaban el tiempo de su expansivo Imperio Nuevo. Hititas, asirios y hurritas de Mitanni golpeaban con vigor el poder de Babilonia.

               En El Argar ya encontramos cumplidas muestras de una sociedad estratificada y quizá regida por una minoría guerrera. Algunos autores consideran, a través del análisis de su cultura material, que quizá diera origen a uno de los primeros Estados de la Europa Occidental, cuyo centro estaría en un punto como la Bastida de Totana. A finales del segundo milenio se las tuvieron que ver sus gentes con condiciones más secas, aunque algunos han postulado que no florecería al modo de los imperios del Creciente Fértil por falta de integración en una red comercial global más tupida. A este respecto, se considera que no se produjo nada similar a la futura llegada de los fenicios, que espolearían la forja de Tartessos.

               Entre el 1500 y el 1250 antes de Jesucristo prosiguieron los cambios. En el Mediterráneo eclosionó la cultura talayótica en Mallorca y Menorca, la nurágica en Cerdeña y en Malta las aldeas dieron lugar a poblados fortificados en altura. Al mismo tiempo, el mundo palaciego de la civilización minoica tocaba a su fin, en consonancia con la expansión micénica. Los llamados Pueblos del Mar se pusieron en movimiento, y grupos de los Campos de Urnas se extendieron por Cataluña. Mientras crecían urbes como Mohenjo-Daro en el valle del Indo, hititas y egipcios se enfrentaban en la cúspide de su poder.

               El final de la Edad del Bronce trajo novedades en la fachada atlántica de la península Ibérica, donde se desarrolló una rica cultura entre el 1250 y el 850 antes de Jesucristo. En la cuenca del Mediterráneo comenzaron a descollar las ciudades de Tiro y Sidón, fundando los fenicios colonias en Chipre. Se estaban dando los primeros pasos de su gran expansión hacia el Occidente, mientras un Egipto con problemas crecientes se las tenía que ver con una Asiria en expansión. El poder territorial en China se descompuso por entonces en Estados rivales, conocidos como los reinos combatientes.

               Cuando hacia el -814 los fenicios fundaron Cartago, la cultura principesca de Hallstatt ya brillaba en el interior de la Europa Occidental. También comenzaba a cobrar fuerza Tartessos en nuestra Península. A este Occidente en transformación llegaron más tarde los navegantes griegos, a Sicilia en el -735 y en el -720 a la península de Italia. La futura cultura de los íberos sería impensable sin su aportación. Al fin y al cabo, la Historia de nuestra Península en estos siglos es el fruto de la simbiosis del desarrollo local y de las influencias exteriores, algo sintetizado quizá en las palabras de Estrabón, al sostener que los turdetanos “tienen poemas y leyes en verso de gran antigüedad, que dicen de seis mil años.”

               Para saber más.

               Kristian Kristiansen, Europa antes de la Historia. Los fundamentos prehistóricos de la Europa de la Edad del Bronce y la primera Edad del Hierro, Barcelona, 1998.