LA PUBLICIDAD CABALLERESCA DEL REY. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

04.09.2025 09:43

              

               Los desafíos entre nobles pusieron en jaque en más de una ocasión la autoridad de más de un rey de la Europa medieval. Sólo a él, según los planteamientos más cesaristas, correspondía administrar y aplicar la justicia de Dios. Durante la Baja Edad media, el prestigio social de la caballería distó de decaer en numerosos territorios, convirtiéndose a veces algunos nobles caballeros en verdaderos deportistas de élite, que se preciaban de tomar parte en justas y torneos a la espera de otras empresas en las que acreditar su valía. Comandantes supremos de las tropas de sus reinos, los monarcas también cultivaron su lado caballeresco, y asimismo canalizaron su autoridad a través de la organización de torneos.

               Anunciaron la celebración de torneos, cuyas cartas de convocatoria aparecen en obras tan caballerescas como el celebérrimo Tirant lo Blanc de Joanot Martorell. Sus licencias literarias no lo desviaron en este caso en exceso de la realidad del fasto. Un rey, como el de Inglaterra en el siglo XV, hacía saber la buena nueva por su autoridad derivada de la gracia divina.

               Se anunciaba la celebración en honor de Dios y de la Virgen, en la que podían tomar parte los caballeros que acudieran a honrarla en competición. El que fuera proclamado vencedor ganaría la vida de la fama, tan seductora en la Europa del Cuatrocientos. Sería entonces cuando los reyes de armas y los heraldos lo proclamarían a son de trompetas y pregoneros, con el conocimiento de los jueces del campo de la lid.

               El caballero recibiría la distinción de montar en un caballo blanco bajo palio, en procesión al templo escogido al efecto, donde se oficiaría misa y se haría un sermón sobre las gestas del caballero. La sacralización de la caballería ya estaba muy asentada por entonces.

               Los honores se completarían deteniéndose el vencedor en todas las lizas, en las que los reyes de armas le entregarían sus llaves, y con quince días festivos para celebrarlo. Ganarse a los caballeros era una manera de fortalecer el poder real.

               Fuentes.

               Joanot Martorell, Tirant lo Blanc, Barcelona, 1926.