UNA REFORMA DE LOS HOSPITALES MILITARES DURANTE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

29.03.2020 12:52

                Durante la guerra de la Independencia, los españoles no solo tuvieron que enfrentarse con las fuerzas del imperio napoleónico, sino también con los males causados por la enfermedad. Los combates arrojaron muchas bajas y los hospitales militares se las tuvieron que ver entonces con una situación desbordante. La Junta Central se encargó de los mismos por medio de su sección de Hacienda, encargada de gestionar los comprometidos recursos de la España resistente.

                Los hospitales del Ejército de La Carolina, asignado a parte de Andalucía,  tuvieron que acoger el traslado de tres mil enfermos desde los de Almagro, Ciudad Real, Bolaños, Valdepeñas y Santa Cruz en la primavera de 1809, con unas huestes napoleónicas en avance. La sexta parte de los trasladados perecería en el camino a Andújar, Linares, Baeza, Úbeda, La Carolina y Jaén. Se llegó a acusar a los carreteros de maltrato por su premura. Los familiares de los enfermos carecieron de noticias al no haberse tomado oportuna nota de los mismos. El comisario de guerra encargado tuvo problemas más que considerables.

                La situación en los hospitales de destino, a cargo del vocal de la junta de defensa y armamento Alonso de la Huerta, no era nada halagüeña, precisamente.

                Aunque se encareció la atención dispensada por los padres de San Juan de Dios, se deploró la falta de alimentación de los enfermos por carencias de empleados más atentos a su supervivencia. Los médicos debían de atender, además de sus deberes, a practicantes, malos barberos y peores sangradores. Los contralores y comisarios se escogían por favoritismo. También se denunció el mal trato que los intendentes dieron a los ricos y personas honradas encargadas. La falta de guardias en los hospitales empeoró la situación y algunos enfermos fueron a parar a casas particulares, con no menores problemas.

                En vista de tales problemas, se dictaron una serie de disposiciones el 7 de abril de 1809  para impedir los escándalos de los pueblos y animar el espíritu patriota. Se encareció la humanidad y la misericordia como valores a seguir.

                La Junta de Defensa se hizo entonces cargo de los hospitales, apartando a los intendentes por sus muchas ocupaciones. Aquélla gestionaría los caudales necesarios para utensilios, camas y otros géneros, con su propia administración supervisada por un inspector general, con tres comisarios de guerra a su disposición. Se estableció un grupo facultativo formado por un protomédico, un cirujano mayor y un boticario mayor, con tal orden jerárquico para desterrar divisiones infecundas. Se formó un tribunal para examinar y aceptar al servicio a profesionales de las tres ramas tras cursar sus carreras. La guardia correría a cargo de quinientos hombres y unos ciento sesenta jinetes, esencial para la seguridad de los carros de enfermos, ambulancias improvisadas de la época.

                La falta de medios limitó su efectividad, con apenas dos millones de reales a disposición de los hospitales, comprometidos por las deudas. Al final, la entrega de unos cuantos hizo posible el  milagro de la atención médica.

                Fuentes.

                ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL.

                Estado, 47, A.