LA RIQUEZA DE LOS DUQUES DE BORGOÑA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

13.08.2022 11:05

               

                Durante la Baja Edad Media, emergieron en Europa una serie de poderes, bien dispuestos a lograr sus objetivos en el competitivo tablero político. A finales del siglo XIV, la monarquía francesa todavía no había dirimido victoriosamente su enfrentamiento con la inglesa, que también debía atender a su frontera con Escocia. En la península Ibérica, Portugal había frenado a la Castilla de Juan I. Aragoneses y angevinos todavía se acometían en el Mediterráneo central, mientras Florencia, Milán y Venecia ya aparecían como importantes Estados. Antes de la irrupción de Tamerlán, los turcos otomanos proseguían su avance amenazador. En este tiempo de rivalidades y oportunidades, probaron fortuna los duques de Borgoña.

                El primero de ellos fue Felipe II el Atrevido, el cuarto hijo del rey Juan II de Francia, que le concedió a título patrimonial el ducado de Borgoña en 1363. Como era habitual en su tiempo, y proseguirían haciendo sus sucesores, su matrimonio acrecentaría sus dominios. Casado con la opulenta Margarita de Flandes, accedió en 1384 al gobierno de los condados de Flandes, Artois, Rethel y Nevers. Cuando murió en 1404 era uno de los gobernantes más ricos de Europa Occidental.

                Sus ingresos anuales dieron un salto considerable con el disfrute de las posesiones de su esposa. Las casi 140.000 libras tornesas de media anual de 1379-84 se convirtieron en las 453.700 de 1395-1403, unas sumas envidiables para más de un monarca coetáneo.

                Tales cantidades tenían distinta procedencia. Los vitales condados de Flandes y Artois contribuyeron especialmente a tal resultado, pues aportaron el 43% del total ingresado. Tierras de intenso comercio, de sobresaliente artesanía y ricas ciudades, sus peajes e impuestos eran de singular valor. A ello también contribuyeron las ferias de Brujas, Lille o Ypres.

                Además, sus súbditos estuvieron obligados a concederle, con condiciones, subsidios ordinarios y extraordinarios, que alcanzaron la media anual de 48.100 libras tornesas en 1395-1404. Como los gravámenes tardaban en recaudarse y las exigencias a veces eran imperativas, Felipe también recurrió al crédito, algo que llegó a ser oneroso para villas como la de Saint-Omer, que tuvo que prestarle obligatoriamente unos 19.000 francos entre 1396 y 1403. Su deuda municipal se acrecentó, y sus ciudadanos más humildes tuvieron que correr con la subida de impuestos para enjugarla.

                A todos estos medios, el duque de Borgoña pudo añadir los pagos recibidos del tesoro real francés, con similitudes con los acostamientos de Castilla, por valor de 176.500 libras tornesas de 1396 a 1404. Dentro de la política francesa, en la movediza situación de la guerra de los Cien Años, los duques de Borgoña se convirtieron en protagonistas de primer orden, empleando medios que más tarde utilizaría su sucesor el emperador Carlos V.

                Para saber más.

                Bertrand Schnerb, L´État bourguignon, 1363-1477, París, 1999.