LA SOCIEDAD DE LOS HITITAS. Por Esteban Martínez Escrig.

25.07.2015 00:15

                Entre los siglos XV y XIII antes de nuestra Era el poder militar y político de los hititas se hizo sentir en el Creciente Fértil.  En la actual localidad turca de Boghazköy se emplazó su capital imperial de Hattusa, donde se encontraron una serie de tablas de gran interés para el estudio de sus leyes y costumbres sociales.

                

                Del imperio de los hititas se ha dado a veces una idea feudal, en la que un príncipe más o menos seguro de sí mismo repartía tierras a cambio de fidelidad. Más que terrazgos el gobernante distribuía una serie de rentas pagadas por las gentes de un lugar.

                    

                Aunque los hititas conocieron la esclavitud, la mayor parte de la población tuvo la consideración de libre, si bien estas categorías no se pueden entender según los parámetros griegos. Una serie de personas mantenían vínculos de dependencia, sin perder su libertad, con los grandes templos, que les confiaban una serie de bienes, como los destinados a los hombres de la herramienta, artesanos cualificados.

                Los pastores y los portadores de agua dependientes de los poderosos no gozaron de tanta consideración. Las mujeres libres que contraían matrimonio con ellos perdían su libertad durante cuatro años.

                La familia constituía el fundamento de la sociedad hitita al igual que en otras culturas. Entre los hititas de los siglos XV y XIII antes de nuestra Era los elementos patriarcales ya habían ganado la partida a los matriarcales, las mujeres tuvieron a veces un protagonismo destacado, como sucedió en la misma familia real. Ninguna mujer fue excluida de su participación en la herencia ni privada de su dote.

                    

                Bajo los hititas se superaron una serie de costumbres anteriores, como la de compartir a todas las mujeres con lazos familiares con la esposa, desde las hermanas a la propia madre. De todos modos se aceptó que una viuda podía tener relaciones matrimoniales con el hermano de su difunto marido. Todas estas prescripciones estuvieron encaminadas tanto a garantizar la procreación como la cohesión y supervivencia del núcleo familiar.

                La experiencia social de los hititas, muy atenta a la herencia babilonia, acredita una evolución fascinante.