LAS ANGUSTIAS ESPAÑOLAS DEL GOBIERNO DE JOSÉ I. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

13.01.2015 06:55

                

                José I, rey de España gracias a los manejos de su imperial hermano, tuvo una estancia amarga en nuestro país por diversos motivos. Necesitaba la asistencia de su hermano Napoleón como agua de mayo, pues no disponía de fondos suficientes como para alzar un ejército respetable. De una proyectada fuerza de 14.000 soldados sólo se pudieron conducir a filas a la mitad, desertando hacia las partidas guerrilleras tan pronto como la ocasión se lo permitía.

                Reducido su dominio directo al territorio matritense, pues mariscales y generales administraban su área como verdaderos procónsules, sus fondos fueron realmente magros.

                Los vetustos impuestos se mantuvieron, como los diezmos, la bula de la Cruzada y los derechos de puertas. Introdujo las patentes al estilo francés sobre los oficios y subió las contribuciones urbanas a propietarios e inquilinos.

                El descontento y la miseria cundieron por el vecindario de Madrid, lacerado por el alza de los precios del pan y por la enfermedad. El conde de Toreno cuantifica en 20.000 los cadáveres sepultados de septiembre de 1811 a julio de 1812.

                Ante semejante panorama el representante del regenerador de España no tuvo más ocurrencia (o solución) que fomentar los bailes de máscaras y volver a animar las denostadas corridas de toros. Ante la carencia de pan, el circo tuvo poca aceptación. La causa del desdichado José I estaba sentenciada ya en la retaguardia.