LAS DISPUTAS DE LOS PANTANOS INGLESES. Por María Berenguer Planas.

23.04.2015 06:49

               El idílico paisaje de la campiña inglesa, de verde colorido, ha seducido a muchos seguidores de las teleseries de buena factura formal y mejor interpretación propias del sector audiovisual británico. No siempre Inglaterra ha sido un alfombrado jardín precisamente.

                                    

                Muchas de sus zonas, especialmente en el Norte, se encontraron cubiertas de pantanos muy poco propicios para la salud. Nuestra mentalidad nos dictaría su desecación o como mucho su conservación limitada en calidad de espacio natural.

                Las personas de hace medio milenio los contemplaron con ojos distintos, al igual que los protectores bosques a los que hacía referencia Remedios Sala Galcerán en esta misma publicación. Los pantanos les proporcionaban importantes recursos.

                Unos recursos que no afluían con la misma presteza al rey, ansioso de mejorar su patrimonio personal. Carlos I se encontraba enfrentado con el parlamento y en 1626 prestó oídos al proyecto del holandés Cornelius Vermuyden, un astuto emprendedor que disfrutaba de la amistad de relevantes personalidades de la corte inglesa.

                                            

                La idea consistía en transformar, en desecar, las 25.000 hectáreas que el rey poseía en la llanura de Hatfield, algo que a primera vista se antojaba sensato y conveniente. Se enriquecería el patrimonio de la corona sin necesidad de imponer nuevos tributos a los súbditos y se librarían de no pocas enfermedades los contornos. El bien común salía ganando a todas luces.

                Así no lo vieron muchos campesinos de las aldeas cercanas, que sacaron a relucir las antiguas franquicias medievales en favor de sus derechos comunales. El rey no podía proceder contra la ley del reino.

                En 1627 comenzaron las labores pese a todo y Vermuyden y los suyos acudieron a las añagazas, las amenazas, las negociaciones y la intimidación de forma variable. Los campesinos se mostraron tozudos. Su protesta estalló con virulencia en 1628-29, aunque no pasó a mayores.

                En 1634 el frente campesino pareció cuartearse cuando algunos firmaron la avenencia con las iras de los demás. Los enfrentamientos se extendieron hasta 1640. Detrás de los humildes campesinos estuvieron frecuentemente pequeños caballeros y algunos terratenientes locales, que no estaban dispuestos a compartir sus beneficios con el rey. Los pantanos ocultaron todo género de criaturas en sus disputas.