LAS RESISTENCIAS CONTRA LOS NAZIS Y EL MAQUIS ESPAÑOL. Por Víctor Manuel Galán.

30.01.2024 08:26

               

                La Guerra Civil, la Guerra de España, ha sido considerada por muchos como el primer episodio de la Segunda Guerra Mundial. Nuestro conflicto fratricida se encuentra en el corazón de los grandes debates de la cultura occidental de Entreguerras, y en el mismo tomaron parte figuras como Tito, en calidad de brigadista internacional. La experiencia de los comandos republicanos, diestros en la voladura de infraestructuras de comunicaciones, resultó de gran valor para las fuerzas de la resistencia francesa. En la lucha contra el nazismo también estuvieron presentes los españoles republicanos, terminando no pocos de ellos en campos de exterminio como el austriaco de Mauthausen.

                La Segunda Guerra Mundial fue una amarga experiencia para los pueblos de Europa, al igual que para los españoles la Guerra Civil. Se tuvo que combatir, por la preservación de los Derechos Humanos, contra la ocupación en los distintos países dominados por el III Reich y sus aliados, de manera desigual y con formas propias, pues la experiencia no fue igual en Polonia, Francia, Grecia, Yugoslavia o Italia. Los polacos, por ejemplo, proseguían una tradición de resistencia nacional que se remontaba al siglo XIX, cuando se convirtieron en los campeones de la Primavera de los Pueblos. Aunque fuerzas como las de los partidos comunistas reclamaron a partir de la invasión nazi de la URSS su protagonismo, la vertebración multipartidista caracterizó a los movimientos de resistencia de Polonia, Francia o Italia. En la Europa atlántica y escandinava controlada por los nazis, las fuerzas burguesas, mesocráticas y confesionales estuvieron presentes en la lucha. Algunos empresarios como Pirelli suministraron dinero y armas contra los ocupantes alemanes, por motivos patrióticos y pragmáticos, los de asegurar una cierta paz social en las factorías. Las glorias históricas de la resistencia nacional resultaron de gran importancia en la vida política de muchos países de la Europa de la postguerra, con sus figuras, formaciones políticas y mitos.

                La resistencia fue animada desde el exterior, desde Gran Bretaña, por instituciones y personalidades en el exilio, como los monarcas de más de un país. La asistencia militar de británicos y estadounidenses resultó muy valiosa en Italia. A veces, los Aliados temieron la fuerza de los movimientos de resistencia. El yugoslavo, alrededor de Tito, acreditó su fortaleza mucho después de concluida la guerra. Sin embargo, factores internos determinaron a más de uno a resistir, más allá del simple hecho de la ocupación extranjera. Las cada vez más precarias condiciones de vida de la población civil resultaron determinantes en muchos casos. Ya en la Italia fascista, antes de la invasión alemana, las huelgas de la FIAT en el Turín de 1943 habían inquietado a la Europa del Eje. Los traslados de trabajadores forzados a Alemania alentaron la oposición y los contactos entre polacos y franceses. Tampoco se ha de olvidar que la brutal política antijudía de los nazis indignó a más de uno. La invasión de la Unión Soviética, por otro lado, sumó a los comunistas al combate e hicieron más duras las condiciones de la ocupación.

                Lograr el dominio de un territorio libre de ocupación, donde establecer una vida nacional con las menores interferencias posibles, fue uno de los primeros objetivos de los movimientos de resistencia. Desde allí se alentaría la liberación de todo el país. El maquis francés se enorgulleció de liberar Córcega, la icónica patria de Napoleón, antes del desembarco aliado en Normandía. Los resistentes italianos controlaron áreas libres en los abruptos valles alpinos. Aldeas del norte y del centro de Grecia fueron controladas por las fuerzas comunistas.

                En la resistencia francesa tomaron parte republicanos españoles, que escaparon del franquismo tras la Guerra Civil. El origen del maquis español se encontraría en una combinación de circunstancias nacionales y europeas, como la prolongación de la resistencia militar republicana en áreas de León y Asturias, las actividades de espionaje y sabotaje de agentes comunistas en colaboración con los británicos (a la sazón molestos por la colaboración de Franco en la guerra submarina alemana), y la apuntada participación en la resistencia francesa, en acciones como la derrota de una columna alemana en La Madeleine en agosto de 1944.

                Consciente del peligro que se cernía sobre su régimen tras la derrota del III Reich, Franco hizo construir desde 1944 una línea defensiva de búnkeres en los Pirineos (conocida como la Línea P, la Pérez o incluso la García) para detener una posible invasión aliada de España. En octubre de 1944 se emprendió la Operación Reconquista de España, con especial protagonismo del PCE. Se pretendía liberar una parte del territorio español para conseguir a continuación el reconocimiento y la asistencia de los Aliados. Sin embargo, algunos elementos del gobierno francés informaron al mismo Franco, que destinó al general Moscardó al valle de Arán con importantes fuerzas. A mayor abundamiento, De Gaulle retiró en 1945 las banderas republicanas en Francia y dejó de reconocer la Junta Española de Liberación, fundada en noviembre de 1943 en México.

                La Guerra Civil, con un fuerte componente de lucha de clases, había permitido a Franco golpear y casi desarticular a sus oponentes, vencidos en el interior. A diferencia de los españoles después de tres años de agotadora guerra, polacos, franceses o italianos todavía conservaban ciertas fuerzas para resistirse, a pesar de la rápida derrota militar frente a los alemanes Entonces, los resistentes a Franco dieron prioridad a la lucha guerrillera, que también incluía acciones urbanas. Los atracos servirían para conseguir dinero para la organización del PCE, la ayuda a familiares de presos y el fomento de la lucha armada. Ahora bien, en la conferencia de Potsdam la ayuda al maquis español no prosperó. Stalin y Churchill chocaron por la cuestión española, y Truman se mantuvo más frío, al no desear un nuevo compromiso político y militar en Europa, la posible reanudación de la Guerra Civil.

                Los combates prosiguieron mientras tanto. El 21 de marzo de 1946 fue fusilado en Carabanchel Bajo el icónico guerrillero Cristino García Granda, que había sido apresado el 18 de octubre de 1945. De Gaulle no hizo gran cosa para detener la ejecución, pues simpatizaba con Franco. Sin embargo, la Asamblea Nacional Constituyente instó a la ruptura con España el 27 de marzo del 46, pues Cristino García era un héroe de la Resistencia francesa.

                Se considera que el asalto del tren pagador a la altura de la turolense Caudé (7 de julio de 1946) fue un hecho crucial. Tuvo la cooperación de gentes de la CNT y reportó un botín de 750.000 pesetas, que permitieron el fortalecimiento de la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón. En Ferreruela de Huerva se estableció un campamento de formación, emprendiendo acciones de liberación de pueblos donde se izaba la bandera republicana, al modo de los resistentes contra el nazismo. El general Pizarro emprendió entonces una dura campaña en la región, obligando a los habitantes de algunos pueblos de la serranía a bajar al llano, lo que para algunos sería una de las razones del vaciamiento posterior del territorio. Se llegó a bombardear el pinar de allí, ocasionando un fuerte incendio.

                La Guerra Fría terminaría favoreciendo mucho más a Franco que a sus oponentes. En 1948, Stalin instó a que el PCE cambiara la estrategia guerrillera por la de la infiltración. Posteriormente, La CNT padeció la desarticulación de la policía. La victoria de Franco anunció las de Hitler en 1939-40, pero la derrota de Hitler en 1945 no dio paso a la de Franco.

               Para saber más.

                Julián Chaves, Historia del Maquis. El largo camino hacia la libertad en España, Madrid, 2022.

                Arnold J. Toynbee, La Europa de Hitler, Madrid, 1985.