LAS TENAZAS IMPERIALES EN LA BATALLA DE PAVÍA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

27.03.2015 16:47

                

                En 1524 el rey de Francia contaba con un poderoso ejército y una gran ambición, expulsar de los territorios italianos a los servidores del emperador Carlos V. Francisco I soñaba con dominar el reino de Nápoles.

                El paso por el Norte de Italia era vital. La fortaleza lombarda de Pavía se interponía en su camino.

                Hasta allí llegó al frente de sus tropas el 28 de octubre de 1524. Dentro de la plaza se hizo fuerte don Antonio de Leyva, dispuesto a vender cara su conquista.

                Francisco I podía haberse lanzado contra el reino de Nápoles, pero creyó más prudente rendir Pavía primero y mandar parte de sus fuerzas al Sur. Su diplomacia consiguió la ayuda florentina y la benevolencia del Papa.

                Pavía no se rendía a pesar de los pesares. Es más, recibió refuerzos durante el asedio como los comandados por el virrey de Nápoles Carlos de Lannoy.

                Otros más pusilánimes se hubieran rendido ante Francisco I, pero los imperiales demostraron su recio temple. Pronto los sitiadores iban a caer ante ellos.

                La noche del 23 de febrero de 1525 atravesaron el río Vernacula en dirección Norte en medio de la oscuridad. Se proponían lanzar un ataque sorpresa contra el campamento francés mientras una serie de unidades encubrieron sus movimientos.

                Con rapidez se dirigieron hacia el área del campamento francés, el parque de Mirabella, consiguiendo los zapadores italianos abrir brecha.

                Conocedores del éxito los imperiales irrumpieron desde la sitiada Pavía contra los enemigos en tenaza.

                Consciente de la gravedad de la situación, Francisco I se puso al mando de sus gendarmes. Logró vencer a la caballería de los imperiales, pero fue quebrantado por los piqueros.

                Al mismo tiempo sus suizos y mercenarios alemanes lansquenetes cayeron vencidos por los tiros de los mosqueteros españoles.

                Aquel 24 de febrero el propio Francisco I fue hecho prisionero y Carlos V pudo considerarse más fuerte. Todo gracias al arrojo y a la audacia de sus soldados.