LEÓN Y WESSEX, CAMPEONES MEDIEVALES. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

29.07.2025 12:01

              

               A mediados del siglo X el monarca de la Francia Oriental, Otón I, no era el único que tenía éxito en la Cristiandad, pues los de las monarquías de León y de Wessex también gozaban de las mieles del triunfo.

               Entre ambas se dieron importantes semejanzas. Se enfrentaron con éxito a enemigos muy poderosos, como los andalusíes del califato de Córdoba y los daneses que dominaron territorios del Norte de Inglaterra.

               Sus monarcas pretendieron reforzar su autoridad, apoyándose en la Iglesia, concretamente en el episcopado. Si Wessex y sus conquistas se estructuraron en shires o condados, el reino de León lo hizo en mandaciones. Tales demarcaciones territoriales sirvieron a que bajo los auspicios reales se llevara a cabo una importante tarea de colonización, con el establecimiento de puntos fuertes y de villas y aldeas aledañas.

               Aunque los monarcas de ambos reinos alimentaron ideas políticas ambiciosas, alrededor de su hegemonía en Britania e Hispania respectivamente, padecieron el creciente poder de sus magnates. La feudalización cuarteo el poder real, y más de un magnate llegó a unir sus fuerzas con los enemigos del reino.

               Ciertamente, a lo largo de la segunda mitad del siglo X e inicios del XI, tanto León como Wessex tuvieron a veces que rendir pleitesía o tributar onerosos pagos a sus enemigos, pero en todo momento manifestaron su deseo de seguir combatiendo. Se aliaron con otros Estados ambiciosos, como el reino de Pamplona o el ducado de Normandía, pero en cierta manera sucumbieron más ante fuerzas internas, como las de los castellanos o los daneses.

               Junto a estas similitudes también se observan diferencias. A pesar de la amenaza vikinga sobre sus costas gallegas, el reino de León no hizo a la mar una flota de guerra tan importante como la de Wessex. 

               A diferencia de los daneses, los musulmanes no se asentaron en territorio bajo dominio leonés, pues entonces no se configuraron comunidades mudéjares como las de tiempos después. Tampoco tenemos noticia en el reino de León de la exacción de ningún tributo como el danegeld, conservado en Inglaterra por largo tiempo. A este respecto, Wessex se asemejaría más a las taifas andalusíes sometidas al pago de parias a los Estados hispano-cristianos, que se aprovecharon a conciencia de su capacidad recaudatoria. Asimismo, mientras gran parte de los daneses terminaron convirtiéndose al cristianismo, en el territorio de León fue la afluencia de grupos de mozárabes desde Al-Ándalus la que fortalecería la fe en Jesucristo en varias comarcas.

               Las condiciones de asentamiento de los colonizadores resultaron ser más favorables en las fronteras del reino de León, concretamente en Castilla, que en muchos lugares del reino de Wessex, si comparamos el Fuero de Castrojeriz del 974 con las condiciones de servicio de los burhs o puntos fortificados del Wessex del 900, donde no encontramos que se enfranqueciera expresamente a ninguna caballería villana.

                Finalmente, los destinos de León y Wessex seguirían caminos distintos. Mientras León volvió a ser en el siglo XII un reino independiente y poderoso en el siglo XII, Wessex quedó diluido en el de Inglaterra, en el seno a su vez de la más amplia monarquía normanda.

               Ambos, en verdad, experimentaron procesos muy similares a los del imperio carolingio, aunque en el mundo del mar del Norte abierto a Escandinavia, Wessex y los otros reinos anglosajones bajo su férula quedaron finalmente uncidos a la feudal Normandía. Mientras, en la competitiva Hispania del siglo XI, que asistió al desmoronamiento del califato de Córdoba, León figuró junto a otros reinos en la vanguardia de la expansión de la Cristiandad feudal, la de las Cruzadas.  

               Por último, no deja de ser curioso que entre los primeros Estados medievales con Cortes se encuentren León (1188) e Inglaterra (1215), un resultado en el fondo de sus dilatadas historias de complejas relaciones entre la monarquía y sus gentes.

               Para saber más.

               James Campbell, The Anglo-Saxon State, Hambledon, 2000.

               Luis García de Valdeavellano, Historia de España antigua y medieval, Madrid, 1980.