LOS AZARES DE LA MONARQUÍA COMPUESTA DANESA (1814-64). Por Víctor Manuel Galán Tendero.
Durante el Antiguo Régimen, muchas monarquías europeas albergaron en su seno reinos, ducados y señoríos con leyes y cultura propias, distintos a las del resto del conjunto. A este respecto, las monarquías española y francesa no resultaron nada excepcionales, pues la danesa también abarcó reinos como el de Noruega y ducados como el de Holstein, de cultura alemana y parte del Sacro Imperio Romano.
Las guerras de la Revolución y del Imperio extendieron la idea de nación formulada en la Francia coetánea, algo que la Restauración no pudo desterrar por mucho empeño que pusiera. En 1814 el rey Federico VI de Dinamarca tuvo que ceder por el tratado de Kiel Noruega a Suecia, a cambio del ducado de Lauenburg, poblado por unas cuarenta mil personas. Con la pérdida en 1807 de gran parte de su armada, la monarquía danesa salió muy quebrantada de las guerras napoleónicas.
No obstante, el monarca danés tomó asiento en la Confederación Germánica (fundada en 1815 y presidida por el emperador de Austria) como duque de Holstein. La composición compleja de la monarquía de Federico VI condujo a serios desacuerdos políticos, pues los nacional-liberales defendieron un Estado puramente danés, que sólo comprendiera la misma Dinamarca y el ducado de Schleswig. Por el contrario, otros se mostraron partidarios de no prescindir de Holstein.
La llegada de los nacional-liberales al poder en el revolucionario marzo de 1848, con una Europa en convulsión, provocó la airada oposición de sus contrarios, que formaron un gobierno en Kiel. Se inició así una guerra de tres años, en la que las tropas danesas se enfrentaron a las de Schleswig-Holstein, apoyadas por la Confederación Germánica y Prusia. Tras una serie de victorias iniciales, los nacionalistas daneses tuvieron que replegarse hacia el Norte. La intervención de Rusia detuvo el avance germánico y obligó a Prusia a firmar la paz con Dinamarca en 1850. Con no poca tensión, se restableció la monarquía compuesta bajo Federico VII.
En 1858 retornaron al gobierno los nacional-liberales y se aprobó en 1863 una Constitución particular para Dinamarca hasta el río Eider, sin derogar la de 1849 para toda la monarquía. Como Schleswig se desligaba del espacio germánico, el prusiano Bismarck amenazó con intervenir de no anularse la Constitución del 63. Por mucho que el rey Cristian IX no fuera partidario de la misma, no consiguió derogarla ante la oposición del gobierno, confiado en el apoyo de Suecia y Francia.
El 1 de febrero de 1864 se iniciaron las hostilidades, alrededor de la línea fortificada Danevirke. 40.000 daneses se enfrentaron a 60.000 austro-prusianos, que lograron avanzar por la península de Jutlandia. Tras intensos combates, se alcanzó el 30 de octubre de 1864 un tratado de paz, por el que Dinamarca tuvo que ceder gran parte de Schleswig-Holstein y Lauenburg. La anterior monarquía compuesta había pasado a la Historia, dando sus primeros pasos el actual Estado danés. Los intentos daneses de recuperar lo perdido quedaron en agua de borrajas. Ni Prusia aceptó la alianza de Dinamarca contra Austria en 1866, ni la derrotada Francia de 1871 pudo hacer gran cosa para revertir el resultado. Las guerras estaban cincelando dramáticamente un nuevo mapa de Europa.
Para saber más.
Norman Berdichevsky, The Danish-German Border Dispute, 1815–2001: aspects of cultural and demographic politics, Academica Press, 2002.

