LOS FRÁGILES REINOS SATÉLITES NAPOLEÓNICOS. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

02.12.2017 09:59

                

                En el apogeo de su poder, el imperio napoleónico controló una serie de reinos satélites, alrededor del acrecentado núcleo francés. El intento de establecer un reino de este tipo en España fracasó y la escasa autoridad de José I se redujo prácticamente a Madrid. Con frecuencia los mariscales la obviaron y mantuvieron un estrecho contacto con Napoleón en un país asolado por la guerra.

                Las cosas resultaron mucho más favorables para los intereses napoleónicos en el reino de Italia, circunscrito al Norte de la península de los Apeninos. Dispuso de su propia Constitución, con su Consejo de Estado y su Parlamento, pero el poder lo ejerció con soltura el hijastro de Napoleón, Eugenio. Contó con el apoyo de los grandes propietarios e impulsó la abolición de los derechos señoriales, la reducción de la influencia de la Iglesia y la mejora del sistema educativo. Las relaciones comerciales entre Francia y el Mediterráneo Oriental alentaron su prosperidad, y los italianos combatieron por Napoleón de España a Rusia con distinción.

                Aplicar el legado de la Revolución francesa no fue nada sencillo en el reino de Nápoles, donde su nueva administración topó con la considerable brecha social entre ricos y pobres y con el mantenimiento de las costumbres ancestrales. No se pudo introducir el emblemático Código Napoleónico y el bandidismo tuvo connotaciones políticas. El Bloqueo Continental fue corroído por el contrabando. Joaquín Murat, sucesor en el trono napolitano de José Bonaparte, no fue capaz de enderezar la situación a pesar de su temperamento vitalista y ceremonioso, del gusto de los naturales.

                La identificación con los naturales se dio con mayor intensidad en el reino de Holanda, donde Luis Bonaparte se llegó a poner de su lado y fue obligado a resignar el poder en 1810. Por la Constitución de 1806 se permitió la autonomía provincial. No se introdujo el servicio militar obligatorio y se permitió el contrabando ante el Bloqueo Continental, según los intereses de los comerciantes holandeses. Napoleón llegó a considerar insegura este territorio frente a Gran Bretaña.

                Mejor se acomodó el flamante reino de Westfalia a los intereses imperiales. Formado por los territorios tomados a los príncipes germanos en el Norte alemán en 1806-7, fue dotado en 1807 de su propia Constitución (según el modelo francés). A su frente se puso al hermano menor de Napoleón, el capaz Jerónimo, que impulsó la abolición de los derechos señoriales y otras reformas a la par que tenía que lidiar con las exigencias imperiales en forma de dinero y soldados, que alcanzaron una justa fama en frentes de guerra como el español. A la altura de 1813, la persistencia de los conflictos napoleónicos había pasado una enorme factura económica.

                Tras el fracaso de la campaña rusa, los aliados del imperio pasaron decididamente al ataque. La situación se complicó de forma extraordinaria en el Centro de Europa, mientras que en la península Ibérica la situación empeoraba para las armas napoleónicas. La suerte de los reinos vasallos estaba echada.