LOS GENERALES DE LA BATALLA DE ALMANSA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

25.04.2020 00:17

                La batalla librada en los campos de Almansa un veinticinco de abril de 1707, un lunes de Pascua, tuvo notables repercusiones en la vida de los reinos de España, como es bien sabido. De resultas de la misma, los reinos de Valencia y Aragón vieron abolidos sus Fueros el veintinueve de junio de aquel mismo año. Felipe V la celebró como una muestra de la misericordia divina hacia su causa, en una cuidada campaña de propaganda política-religiosa de la Europa del Barroco. Ante la Real Chancillería de Valladolid se preció de la pérdida de seis mil infantes del ejército de su oponente Carlos de Austria, de su artillería y gran parte de sus bagajes. Los borbónicos apresaron diez mil soldados, ochocientos oficiales y cinco generales. La batalla alcanzó fama y Voltaire en El siglo de Luis XIV escribió:

                “El 25 de abril de 1707, con las indicadas tropas, secundadas por el ejército español, Berwick ganó a Galloway la importante batalla de Almansa, ciudad edificada por los moros, situada en la frontera de Valencia, cuya provincia fue el premio de la victoria. Ni Felipe V ni el archiduque estuvieron presentes en esa jornada, y, a propósito de ello, el famoso conde de Peterborough, singular en todo, exclamó “que estaba bueno eso de combatir por ellos”.

                Charles Mordaunt, conde Peterborough, fue el comandante en jefe de las tropas coaligadas de Carlos de Austria en la península Ibérica entre 1705 y 1707. Entró en triunfo a la ciudad de Valencia el 24 de enero de 1706, pero al año siguiente fue relevado. De temperamento altivo, sus relaciones no fueron cordiales con el aspirante de la Casa Habsburgo al trono español, que le consideró poco atento a su autoridad real. Las palabras recogidas por Voltaire dan la medida de ello, así como la reclamación de un mayor protagonismo para los verdaderos dirigentes de las fuerzas militares en una guerra dura y llena de alternativas.

                La suerte no había sonreído a las armas borbónicas en 1706 en los distintos frentes de la guerra de Sucesión. En Ramillies, Milán y Barcelona habían sido vencidas. Carlos de Austria había llegado a entrar en Madrid. Sin embargo, careció de los apoyos suficientes en Castilla y sus fuerzas tuvieron que replegarse. En Almansa, las tropas de Carlos de Austria estuvieron comandadas por el marqués de Ruvigny y por el marqués Das Minas. Las de Felipe de Borbón por el duque de Berwick. Ninguno era español, lo que da idea del carácter internacional del conflicto por la sucesión española, por un dilatado y complejo imperio.

                Los tres generales eran experimentados hombres de armas. El portugués marqués Das Minas, Antonio Luis de Sousa (nacido en 1644), había hecho su aprendizaje militar de forma destacada en la guerra de separación de Portugal de la Monarquía hispana y había ostentado importantes responsabilidades militares, como la capitanía y gobernación de Brasil. Henri de Massue (que llegaría a ser marqués de Ruvigny y conde de Galway) también era un veterano nacido en París en 1648, que se había curtido en el ejército de Luis XIV. James Fitz-James, duque de Berwick, había nacido en suelo francés en 1670 y era hijo ilegítimo de Jacobo II de Inglaterra, que a la edad de dieciséis años tomó parte en la campaña de los Habsburgo de asedio y toma de Buda a los turcos.

                A diferencia del marqués Das Minas, los otros dos comandantes cambiaron sus fidelidades iniciales. Al ser destronado Jacobo II, el de Berwick combatió contra los partidarios de Guillermo de Orange en Irlanda en 1689 y a favor de Luis XIV en la guerra de la Liga de Augsburgo. De familia hugonote, Henri Massue abandonó la causa del Rey Sol tras el Edicto de Nantes. Sirvió al nuevo rey de Inglaterra Guillermo de Orange en Irlanda, de ahí su título de conde de Galway, y en los Países Bajos españoles durante la citada guerra de la Liga de Augsburgo. En la España de aquel tiempo se prosiguieron librando conflictos originados en Francia y las islas Británicas, dentro de una guerra verdaderamente mundial.

                En la batalla de Almansa, Massue se puso a la izquierda de la primera línea del ejército de Carlos de Austria, combinando la caballería con compañías de infantería inglesas y holandesas. Das Minas se ubicó en el centro de la segunda línea. En el campo borbónico, el de Berwick se dispuso al frente.

                Los tres contaron con valiosos oficiales en Almansa, igualmente bregados en el batallar. En el de la Casa de Austria, Alejandro de Dohna-Schlobitten ocupó el centro de la primera línea. Nacido en 1661 cerca de Ginebra, había servido durante años en las fuerzas prusianas. A la derecha de aquella línea se puso el marqués de Villaverde, título creado por Carlos II.

                Entre los borbónicos descollaron el español Carlos San Gil y Lajusticia, el irlandés Daniel Mahony y el francés D´Asfeld. Nacido en 1652 el primero, fue caballero de la orden de Malta. Ejerció el gobierno militar de Ceuta y Gibraltar, se le encomendó la operación de Panamá contra los escoceses y al comienzo de la guerra de Sucesión se encontraba al frente de Murcia y Cartagena en lo militar. Este veterano servidor de la Monarquía española ocupó el centro de la formación borbónica. Nacido en 1664, Mahony era uno de los comandantes irlandeses católicos opuestos a Guillermo de Orange. D´Asfeld, que había venido al mundo un año después del irlandés, se había curtido en el ejército de Luis XIV en campañas como las de la guerra de la Liga de Augsburgo. Más tarde dirigiría el tristemente famoso ataque a Játiva, que sería brutalmente incendiada.

                La batalla fue encarnizada. Dos veces atacó infructuosamente la caballería borbónica a la infantería austracista del centro, de tal modo que sumaron sus esfuerzos a los de la infantería contra la izquierda de Massue. Tuvieron éxito, pero la infantería regida por Dohna-Schlobitten avanzó hasta cerca de Almansa. La caballería de Berwick la rechazó y logró doblegar las fuerzas montadas del valiente Das Minas, cuya amante (vestida de varón) murió en el combate. Los austracistas fueron en consecuencia flanqueados y vencidos.

                A Berwick se le premió tras la batalla con el título de duque de Liria y Jérica, la grandeza de España y el Toisón de Oro. Moriría años más tarde, en 1734, en el curso de otra guerra de sucesión, la de Polonia. El luchador conde de Galway reunió con dificultad un nuevo ejército y más tarde volvió a servir en la agitada Irlanda, falleciendo en 1720. Al año siguiente, murió el anciano Das Minas sin perder el favor de la Corte portuguesa. Berwick lo tuvo en gran consideración, al igual que Galloway, pues los aristocráticos militares se apreciaron por encima de las luchas, conformando a su modo una verdadera república de las armas. La futura oficialidad de los ejércitos de Felipe V y del emperador Carlos VI de Austria, su viejo rival, tendría mucho de cosmopolita. Valones y flamencos servirían al primero y al segundo españoles e italianos tan destacados como Eugenio de Saboya. En Almansa, en suma, se libró un combate aristocrático por el control de los pueblos de España y Europa.

                Fuentes.

                ARCHIVO DE LA REAL CHANCILLERÍA DE VALLADOLID.

                Cédulas y pragmáticas, Caja 20, 13.