LOS INDEPENDENTISTAS FILIPINOS MIRAN A JAPÓN. Por Mijail Vernadsky.

31.03.2016 12:12

                

                A finales del siglo XVI los españoles establecidos en Manila y en otros puntos del Extremo Oriente temieron un ataque japonés contra las Filipinas. El triunfante shogun comandaría su conquista en busca de nuevos dominios, riquezas y prestigio. Lo cierto es que los guerreros nipones se estrellaron en la empresa de Corea y el shogunato impuso la política de dorado aislamiento del Japón hasta mediados del siglo XIX. Los españoles de Filipinas, pese a las incursiones de algunos piratas japoneses, tuvieron que temer más a otros rivales entre los siglos XVII y XIX.

                En este último siglo se produjo en el Asia Oriental una notable transformación en todos los órdenes de la vida. El imperio chino se descompuso por la corrosión de sus contradicciones internas y por la presión de otras potencias. Gran Bretaña y Francia consolidaron sendos imperios. Los rusos también manifestaron sus apetencias en el Extremo Oriente.

                El temor a verse arrastrados por el destino chino impulsó a los japoneses a acometer una seria modernización de su economía y de sus fuerzas armadas, que se convirtió en ejemplar para muchos nacionalistas asiáticos. Las potencias coloniales más modestas, como los Países Bajos y España, también pusieron en valor sus dominios asiáticos. Los españoles, que llegaron a plantearse durante la I Guerra Carlista la venta de Filipinas a Francia, potenciaron la explotación agraria y comercial del archipiélago, ya perdido el sistema del galeón de Manila.

                La población tagala acusó estos cambios y a lo largo del XIX emergió una minoría de gente letrada, entre la que se encontró José Rizal, que reclamó mayores cotas de bienestar y libertad para las Filipinas. De estos círculos emergería el nacionalista Katipunan.

                

                Algunos de sus seguidores viajaron hasta Japón, que a fines de siglo también servía de inspiración a los modernizadores chinos, pese a la relación conflictiva entre ambos imperios. Precisamente tras la guerra chino-japonesa (1894-95) los nipones se hicieron con el dominio de Formosa, la actual Taiwán, tan cercana a las Filipinas. Los españoles temieron que los independentistas filipinos contaran con el apoyo más o menos encubierto de los expansivos japoneses, en línea con lo acontecido en Cuba en relación a los Estados Unidos.

                Más que en una intervención militar en toda regla, las autoridades españolas de Manila sospecharon que los japoneses abastecieran de armas a los independentistas desde sus bases más cercanas, promoviendo lo que se conceptuaban de operaciones filibusteras.

                Es cierto que el imperio nipón no veía con indiferencia la suerte de las Filipinas. España era una potencia frágil con extensos y apetecibles dominios en el área Pacífica, que redondearían considerablemente la recién adquirida Formosa. El ejército y la marina imperiales contemplaban con agrado tal expansión. De hecho los filipinos contrarios a España llegaron a recibir armas japonesas a cambio de pagos de dinero. Sin embargo, el gobierno nipón se mostró extraordinariamente cauto y se limitó a enviar observadores a unas Filipinas en guerra entre 1896 y 1898. Eran militares que trabajaban para la administración imperial de Formosa y manifestaron sus simpatías hacia los tagalos.

                Japón no varió un ápice su posición por ello. Todavía estaban lejanos los días de las guerras mundiales y los nipones temían verse atrapados en un conflicto con las potencias occidentales, ya que Filipinas era un archipiélago muy codiciado. Precisamente para evitar que Alemania se hiciera con su control, el Reino Unido favoreció el dominio de Estados Unidos. Los japoneses tendrían que esperar su hora mucho más tarde.

                Una cosa era la posición oficial del gobierno nipón y otra las iniciativas de los círculos nacionalistas japoneses, como bien ha apuntado Luis E. Togores, interesados en la expansión de su esfera en Asia. A finales del siglo XIX todavía se contemplaba a los nipones como unos libertadores por parte de muchos nacionalistas de otros países de Asia, China incluida como ya hemos dicho. Tras unos primeros contactos en la Hong Kong británica, dentro de un periplo por tierras asiáticas, el nacionalista japonés Nakamura Yaroku se reunió con el filipino Mariano Ponce en la portuaria y expansiva ciudad de Yokohama. Sirvió de mediador el chino Sun Yat-sen, llegado a Japón en 1897 y que sería el primer presidente de la república china en 1911. Se acordó una acción ofensiva para el verano de 1899, pero entonces los nacionalistas filipinos ya no se enfrentaban a las fuerzas españolas, sino a las de Estados Unidos, que emprendieron una feroz guerra de conquista que disuadió todo plan de independencia real.