LOS LUGARES SAGRADOS CELTAS Y LA TRADICIÓN MEDIEVAL. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

07.09.2015 10:16

                Las creencias de numerosas culturas de la antigüedad y del presente se precisan y vinculan con un lugar en el que se deposita su quintaesencia. No se puede concebir una cultura sin sus lugares sagrados. ¿Qué sería del judaísmo, del cristianismo y del Islam sin Jerusalén?

                Los antiguos celtas también tuvieron sus santos lugares. Algunos autores los han explicado por el peso que los druidas tuvieron en la estructuración de sus creencias, lo que favoreció su delimitación, sacralización y adopción en otros puntos del área celta.

                

                El omphalo o punto de unión del cielo y la tierra ha recibido el nombre de mediolanon o medionemeton, del que deriva el de la actual ciudad de Milán. Entre los celtas se creyó que durante el equinoccio de otoño la comunicación entre el mundo de los vivos (el de la tierra)  y el de los difuntos se hacía más diáfana. Los fallecidos retornaban durante unas cuantas jornadas para visitar a sus familiares y propiciar su fortuna. Aquellos que les daban la espalda padecían un año desgraciado. Tal sería el origen de la festividad de Halloween.

                La centralidad en sentido hegemónico también se aplicaba a la política. La palabra naf, en el bretón insular, se aplicaba al jefe, el que ocupaba el centro de un grupo.

                Se ha llegado a sugerir que el reino irlandés de Midhe pareció responder a la necesidad de un centro de los habitantes de la isla esmeralda, que también contó con los de Leinster, Munster, Connaught y Ulster. La ausencia de un verdadero poder unificador resta validez a esta curiosa hipótesis que intenta bucear en el alma de los celtas de Irlanda.

                Entre los celtas del continente, entre los inquietos galos, el punto central se encontraría en Saint-Benoît-sur-Loire, el punto de confluencia entre los senones, los eduos y los bitúrigos. De los siglos III y IV datan unos vestigios arqueológicos que demuestran que en este lugar se practicaron sacrificios rituales de toros y jabalíes, lo que se ha relacionado con la pervivencia de creencias célticas bajo los romanos.

                    

                La cristianización de los territorios celtas se apoyó en las creencias precedentes. En Saint-Benoît-sur-Loire se alzaría una abadía benedictina y el propio San Patricio actuó en la misma dirección. A principios del siglo XV el caballero valenciano Pere Maça de Liçana, el Barbudo, todavía emprendió viaje a Irlanda en busca de uno de estos lugares centrales, donde estaría la boca del purgatorio según su mentalidad: una de las islas del gran lago Lough Derg. Su aventura siguió la guía del Tractatus de Purgatorio Sancti Patricii, de Enrique de Saltrey (ca. 1189), cargado de reminiscencias de la vieja cultura de los celtas sobre sus santos lugares.