LOS METALÚRGICOS DE LA CULTURA DE LOS TÚMULOS. Por Remedios Sala Galcerán.

13.08.2015 23:26

 

    El interior del continente europeo atesora un rico pasado prehistórico, del que es una buena muestra la llamada Cultura de los túmulos, una timbrada denominación que ha sido puesta en su justa medida por los arqueólogos.

    Entre el 1450 y el 1250 antes de Jesucristo, coincidiendo con el Bronce Medio, se desarrolló en un vasto territorio comprendido entre los Alpes y el Báltico, entre el Rin y los Cárpatos occidentales, casi coincidiendo con el territorio de los futuros pueblos germanos.

    Su manifestación más valorada tradicionalmente han sido sus necrópolis, como la de Hagenau, en las que se erigían tumbas individuales delimitadas, coronadas por túmulos de piedras bien aparejadas. Se hace bien patente el deseo de rendir pleitesía a los difuntos, quizá ya dentro de unos cultos familiares con paralelismos con los de otras civilizaciones europeas. Conocemos bien los de los celtas, griegos y romanos, cuyas raíces se remontarían a muchos siglos antes.

                            

    Estas necrópolis fueron utilizadas durante muchos siglos por las gentes de las cercanías, lo que nos indicaría la sacralización del territorio por unas familias que lo considerarían propio. Es sintomático que sus poblados carezcan de una monumentalidad pareja y se reduzcan a emplazamientos en altura rodeados de murallas de madera o de tierra.

    Los sacrificios de animales ha conducido a considerarlos como ganaderos casi especializados, pero el hallazgo de granos de cereal ha puesto en su lugar a la agricultura, tan necesaria para la continuidad en el tiempo de estas comunidades, herederas de la precedente Cultura de Unetice.

    Estas poblaciones recibieron la influencia kurgana procedente del límite estepario entre Europa y Asia, con su característico gusto por los túmulos y las decoraciones geométricas. A lo largo del Danubio medio se difundió la preferencia por los motivos discoidales y espirales, por las espadas alargadas y por las hachas húngara, que alcanzarían finalmente los límites renanos y alpinos de este círculo cultural. En tierras hoy polacas se comenzó a practicar la cremación, que iría ganando la partida a la inhumación, punto de arranque de la futura Cultura de los campos de urnas.

    Las gentes de los túmulos fueron consumados metalúrgicos, capaces de elaborar útiles enmangues tubulares para sus aperos de labranza, las largas espadas y abalorios llamativos. Se iniciaba el característico gusto centroeuropeo por los motivos geométricos plasmados en metal.