LOS ORÍGENES DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA.

04.01.2019 12:46

                México tras la independencia.

                Charles E. Magoom, que gobernó la Cuba tutelada por Estados Unidos, comparó en 1910 al general Porfirio Díaz con personajes tan carismáticos para la época como Guillermo Tell. Su opinión reflejaba los intereses estadounidenses en un México en transformación.

                En 1823 México proclamó su independencia, pero su emancipación vino al final de la mano de grandes terratenientes y el alto clero, temerosos de la radicalización de las masas campesinas. México padeció en el siglo XIX la inestabilidad política y la intervención extranjera.

                La intervención alentada por Napoleón III fue secundada por varios miembros de la oligarquía, opuestos al liberalismo de Benito Juárez. La derrota del II Imperio francés a manos de Prusia y el vigor de los Estados Unidos salidos de la guerra de Secesión desbarataron el régimen títere de Maximiliano de Austria. Juárez pudo ocupar la presidencia, pero al morir al poco tiempo ocupó su lugar Lerdo Tejada. Cuando intentó forzar su reelección, se produjo un levantamiento acaudillado por el oficial Porfirio Díaz, un mestizo de Oaxaca como el propio Juárez que ascendió durante la guerra contra los franceses. Se sublevó en nombre del principio de la no reelección, estableció una de las más largas dictaduras de la Historia de Iberoamérica (1876-1910).

                El régimen político de Porfirio Díaz.

                Se ha sostenido que bajo Díaz México pasó del caudillismo al militarismo. Tras la independencia, surgieron figuras carismáticas o caudillos que agruparon bajo sus banderas a muchos atraídos por su prestigio o riqueza. El general Santa Anna fue un ejemplo claro de caudillo. La colisión entre varios que decían representar algún interés regional o político concluía temporalmente cuando uno de ellos se imponía a los demás. Díaz, además de imponerse, logró forjar un régimen duradero, y no solo por el empleo del ferrocarril y del telégrafo.

                Al principio, estableció en la presidencia a su protegido Manuel González en 1880, manteniendo el poder en la sombra. Cuando González quiso restringir en 1884 la no reelección, coincidiendo con roces fronterizos con los Estados Unidos, Díaz retornó al poder oficial.

                Paulatinamente, Díaz restringió la no reelección. En 1888 se permitió que la elección fuera por dos veces consecutivas, y en 1892 desapareció todo límite.

                El sufragio universal fue falseado, aprovechándose del fuerte analfabetismo. De los 13.607.259 habitantes de México en 1900, solo 2.179.588 sabían leer y escribir, reduciéndose a 347.903 los que solo sabían leer.

                Se contrapesó el poder de los gobernadores de los Estados con el de los comandantes militares, sin olvidar el influjo de los poderosos locales. Se supo atribuir la brutalidad a los representantes de don Porfirio, y no a su régimen. Díaz entroncó matrimonialmente con la oligarquía, a la que ofreció buenas sinecuras.

                A la Iglesia Católica le tendió la mano desde la fuerza de su posición, haciendo ver que su actitud podía cambiar. Bajo su régimen, se ha llegado a hablar de una segunda conquista espiritual de México.

                El orden público perturbado por el bandolerismo se restableció con la nueva Policía Rural Montada, en la que se aceptaron a antiguos bandidos.

                Tampoco faltó el intento de crear un verdadero partido del régimen, la Unión Liberal en 1891, que no logró disciplinar finalmente a las distintas facciones, lo que terminaría pasando factura.

                El crecimiento económico y sus límites sociales.

                En 1894 el presupuesto fiscal se cubrió por vez primera desde 1823. Entre 1895 y 1910 el PIB pasó de 746.500.000 pesos a 1.184.100.000. México parecía progresar, pero la realidad era más compleja.

                El latifundismo fue alimentado con la aplicación de la legislación desvinculadora de 1856 y la ley de espacios baldíos de 1894. Entre 1881 y 1906 se deslindaron unos cincuenta millones de hectáreas, y una parte considerable pasó a las mismas compañías deslindadoras. El Estado retuvo de por sí un tercio de las tierras. Generales, políticos y especuladores nacionales y extranjeros hicieron su agosto. Doce millones de hectáreas de la Baja California pasaron a cuatro individuos.

                Semejante trasvase y acumulación de tierras coincidió con una población en aumento. Los 7.662.000 mexicanos de 1850 se convirtieron en 1910 en 13.607.259, con un fuerte peso de la población rural carente de tierras propias. Muchos vivían en las fincas que cultivaban y se endeudaban comprando los productos de primera necesidad en la tienda de raya. Los rancheros o pequeños propietarios solo pasaron de los 14.705 de 1877 a los 48.633 de 1910.

                En las grandes explotaciones se cultivaron productos como el henequén en Yucatán, con fuerte peso del capital estadounidense. Su producción saltó de los 28.763.307 kilogramos de 1883 a los 91.944.355 de 1902. Paralelamente, descendió la del maíz, desde las 2.730.622 toneladas de 1877 a las 2.127.868 de 1907. También bajó la del trigo y la del arroz. Se tuvieron que importar en los años agrarios de 1892-3, 1896-7 y 1910-1 alimentos, cuyos precios subieron dramáticamente.

                El salario real de los trabajadores de la industria textil mermó en un 17% de 1895 a 1910. Su número se redujo en unos 20.000 puestos de trabajo. El anarquismo se difundió en este ambiente.

                El tendido de la red ferroviaria.

                Su expansión se relacionó con el aumento del valor de las tierras, lo que incitó la venta de terrazgos comunales y públicos. El Estado subvencionó el quince por cierto de los gastos de las compañías constructoras, y en 1887 se tendió la línea México-Ladero y la de Puebla-Oaxaca en 1892.

                El capital británico invirtió en 1890 unas 8.500.000 libras en los ferrocarriles mexicanos, aunque en 1899 los Estados Unidos comenzaron a invertir con gran fuerza en las líneas norteñas de Sonora y Chihuahua. El ministro de Hacienda Limantour propuso nacionalizar parte de los ferrocarriles, consiguiendo el 51% de las acciones, pero nada se logró.

                En 1910 México disponía de 16´4 kilómetros de tendido ferroviario por cada 10.000 habitantes, superior al 1´7 de la India británica, pero inferior a los 43´5 de Estados Unidos e incluso a los 41´9 de Argentina, tan ligada al capitalismo británico.

                El atrayente subsuelo mexicano.

                El capital extranjero también se sintió fuertemente atraído por este viejo tesoro de la Monarquía hispana. En 1884 se autorizó la compra de parcelas del subsuelo, y en 1910 tres de cada cuatro titulares de minas eran extranjeros.

                Desde 1857 se hicieron prospecciones petrolíferas, que rindieron buenos frutos a comienzos del siglo XX. En 1910 el estadounidense Pearson facturaba dos millones de barriles, un poco más de la mitad de la producción de México, correspondiendo el resto a Doheney.

                La aplicación de la máquina de vapor a la minería permitió remontar desde 1870 el bache del periodo de la independencia. Entre 1882 y 1901 México se convirtió en el segundo productor de cobre mundial. La expansión se hizo sentir en el Norte, donde muchas tierras cambiaron de manos al calor del tendido del ferrocarril. En 1900 Sonora contó con el centro minero de Cananea de unos 20.000 habitantes, controlado por una compañía estadounidense. Allí estalló en 1906 una violenta huelga por privilegiar los propietarios a la mano de obra extranjera.

                La plata volvió a manar con abundancia, de los 607.037 kilogramos de 1871-8 a los 2.305.094 de 1910-1. Sin embargo, la plata se depreció como patrón monetario en favor del oro, cuyos principales yacimientos se encontraban en territorio yaqui y mayo de Sonora. Las comunidades amerindias serían víctimas de considerables atropellos.  

                El peso del capital extranjero.

                México no atrajo inmigrantes en el número de los países del Plata, pero sí a una minoría de españoles y franceses que medraron en el comercio. Los grandes inversores fueron británicos y estadounidenses.

                En 1897 Estados Unidos había invertido en México 202 millones de dólares frente a los 151 en Europa o los 99 en el resto de Iberoamérica. La preponderancia del gran vecino del Norte era vista con inquietud por los mexicanos, que ya habían padecido su expansionismo territorial.

                La revolución en ciernes y en perspectiva.

                En 1907 la crisis afectaba a México, cuyo régimen se enfrentaba a una gran masa de desheredados. Las cosas no iban mejor en los círculos del poder, desgarrados por banderías. Una nueva generación soñaba con sustituir a Porfirio Díaz. En 1909 se celebró la primera convención del Partido Nacional Demócrata, sostenido por parte de la oligarquía más aperturista.

                ¿Podía haber estallado en otro país iberoamericano una revolución en 1910? En el tránsito del siglo XIX al XX se asistió en la región al fortalecimiento de los lazos con las grandes potencias económicas y al desplazamiento del mando de un dictador a una oligarquía más liberal. Lo que en Brasil se consiguió en 1889 con el destronamiento de Pedro II por los poderosos de Sao Paulo, se intentaría en México en 1910. Sin embargo, aquí se desataría una intensa agitación popular.

                La amalgama de fronda oligárquica y contestación de los grupos populares también se dio en la Cuba que luchaba por su independencia. En otras naciones que se asoman al Caribe se registraron agrias disputas entre los poderosos sin una agitación de base pareja, caso de Colombia y de Venezuela. En Perú y Bolivia se asistió igualmente al despojo de las comunidades campesinas, pero el proceso no fue tan veloz como en México.

                En 1911, un año después del estallido mexicano, se inició la revolución en la China imperial, también afectada por un abrupto cambio social, crisis política e intervencionismo extranjero. En el alba del siglo XX, antes de la gran revolución acontecida en Rusia, se asistió en distintos puntos del planeta (Turquía, México o China) a un variopinto movimiento de protesta contra la situación, la de las condiciones de la Era del Imperialismo. Curiosamente, el futuro presidente mexicano Francisco Madero se refugiaría en territorio estadounidense y no concebiría desterrar el capital foráneo. La radicalización vendría mucho después.

                Bibliografía.

                Gilly, A., The Mexican Revolution, Londres, 1983.

                Knight, A., The Mexican Revolution, 2 vols., Nebraska, 1986.

                Víctor Manuel Galán Tendero.