LOS PRAGMÁTICOS CABALLEROS. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

27.09.2020 13:03

               

                Los caballeros errantes de la Edad Media inspiraron numerosas novelas y han permanecido durante generaciones como los referentes de todo un tiempo de torneos y desafíos.

                Hoy en día no somos tan indulgentes con ellos y sus acciones fueron propias de saqueadores en más de una ocasión. No retrocedieron ante las amenazas de la Iglesia, cuyos bienes no dejaron de rapiñar en la Cataluña del siglo XII.

                Aquellos guerreros montados no siempre poseyeron tierras, cofres de monedas o castillos, sino una parca heredad. En tierras germanas, los primeros caballeros no fueron ricos magnates, sino expeditivos servidores del poder de turno.

                El crecimiento numérico de estos grupos en la Europa Occidental fue posible por el derrumbamiento de las monarquías post-carolingias, que todavía tenían como referente el modelo de la Antigüedad Tardía, con un monarca por voluntad de Dios, un orden legal superior y la participación en su ejército de los varones libres en edad militar.

                Los partidarios de la revolución feudal, entorno al año 1000, han destacado cómo los caballeros terminan configurando un nuevo orden piramidal. Las relaciones de dependencia confluyeron en muchos casos en un príncipe, capaz de imponer su voluntad a sus inquietos vasallos por su capacidad de distribuirles buenos beneficios.

                El duque de Normandía Guillermo, de ascendencia vikinga, pasaría a la Historia como el conquistador por su victoria sobre la monarquía anglosajona, con patrones políticos anteriores a la revolución feudal.

                Durante un tiempo, el del romanticismo, se habló del yugo normando que pesó sobre Inglaterra. Actualmente, algunos lo han actualizado bajo la idea de un colonialismo medieval, que se desplegaría por medio de castillos a lo largo de la isla de Gran Bretaña. Tal planteamiento ha hecho fortuna y ha sido aplicado al reino de Valencia forjado por Jaime I, con destacadas comunidades mudéjares.

                Los caballeros colonizadores impusieron normas y costumbres, pero también aprovecharon el legado institucional y económico de los territorios que dominaron. El grupo de normandos que conquistó Sicilia en el siglo XI no le hicieron ascos a las precedentes formas bizantinas y musulmanas de gestión. Supieron adaptarse a las nuevas tierras tales conquistadores y en los Estados cruzados los recién llegados de Europa notaban con rapidez tal circunstancia.

                Semejante comportamiento no nació de ningún diálogo de civilizaciones, en términos actuales, sino del pragmatismo, compatible con ideas de guerra religiosa. En la península Ibérica fue visible, imponiéndose el más claro oportunismo. Grupos de caballeros cristianos, como el dirigido por el Cid, no tuvieron empacho en servir a poderes islámicos contra otros cristianos. Lo mismo sucedió en el campo musulmán.

                Ganar fortuna y honra subyacía en el ADN caballeresco, lo que animó Cruzadas tardías que hoy en día se nos antojan anacrónicas con demasiada precipitación. La vía de promoción caballeresca tentó a muchos y las huestes se llenaron de bribones dirigidos por reyes de rufianes, como los que tomaron parte en la toma de Béziers en 1209. Tales gentes nutrieron las filas de los almogávares, que llegarían a combatir en el imperio bizantino.

                La formación de semejantes fuerzas, en las que inquietos caballeros podían ser sus capitanes, creó un importante problema de orden público a más de un rey. La destructora fuerza de sus compañías podía descargar con furia sobre el mismo reino de no ofrecérseles otras alternativas de lucha. Más de un Du Guesclin fue alejado así.

                El pago de soldadas sirvió para encadenarlos a las autoridades reales, aunque a veces fueran burladas por ricos-hombres como los de Castilla. La aparición de los primeros ejércitos permanentes respondió a imperativos no solamente militares.

                Domar a los caballeros y pretendientes a serlo distó de ser fácil, no obstante. Los que marcharon a Indias y los que tomaron las armas en el Sacro Imperio hicieron honor a su espíritu combativo. Más allá de Europa, volvieron a adaptarse con pragmatismo para imperar.

                Para saber más.

                Pierre Bonnassie, Del esclavismo al feudalismo en la Europa Occidental, Barcelona, 2001.

                Maurice Keen, La caballería. La vida caballeresca en la Edad Media, Barcelona, 2010.