LOS ROMANOS TRATADOS FISCALMENTE COMO DACIOS. Por José Hernández Zúñiga.

23.08.2015 18:42

                A comienzos del siglo IV los fundamentos del gran imperio romano se encontraban socavados por las dificultades económicas. Los enfrentamientos entre comandantes militares habían añadido nuevas angustias, mientras el imperio persa se mostraba agresivo una vez más y algunos pueblos germanos descubrían sus afanes de expansión.

                El emperador Diocleciano había tratado de embridar la difícil situación implantando un  nuevo sistema de gobierno imperial, el de la tetrarquía, en el que dos Augustos fueron auxiliados respectivamente por dos Césares, repartiéndose la regencia territorial del teóricamente indiviso imperio. Pronto los nuevos gobernantes descubrieron que el mantenimiento de tal administración resultaba muy costoso.

                Uno de los colaboradores y sucesores de Diocleciano, Galerio (Augusto del 305 al 311), impulsó una dura política de tributación, la de la imposición de un censo o canon sobre las personas y los bienes. Fue duramente enjuiciada por autores cristianos como Lactancio, que la consideraron altamente despiadada. No olvidemos que Galerio se consideró el principal responsable de las persecuciones contra los cristianos, auspiciadas bajo el gobierno de Diocleciano y el sistema de la tetrarquía.

                            

                Varios tributos sobre las personas y los bienes se integraron en el tipo fiscal de la capitatio-iugatio, llamado a perdurar y que fue juzgado tan opresivo como el censo impuesto por Trajano a los dacios sometidos al poder de Roma.

                El tributo se impuso a las distintas ciudades y provincias del imperio, aunque la oposición contra su exacción resultaría especialmente ruidosa en Italia, lo que dio pie a nuevas luchas políticas que llevarían al poder a Constantino.

                Su establecimiento y cobro resultó ser una tarea inmensa para la rudimentaria administración imperial, que realizó sus tareas con grandes dosis de violencia si damos crédito a Lactancio.

                            

                Verdaderos ejércitos de inspectores tuvieron que realizar complejos trabajos de agrimensura y de recuento de población, a veces con la oposición de las minorías rectoras de las comunidades locales. Se llegó a la tortura de hijos para que denunciaran a sus padres por fraude y de esposas y esclavos para que hicieran lo mismo con sus maridos y amos respectivamente. Las solidaridades y las fidelidades tradicionales fueron puestas a prueba.

                Los inspectores estaban obligados a ofrecer resultados a sus altos jefes y acudieron a recursos ciertamente odiosos. Se añadieron años a los niños y se les disminuyó a los ancianos para que tributaran. Se duplicó la carga exigida por la vía práctica para curarse en salud y satisfacer varios deseos de ganancia.

                Se acusaría a Galerio de ordenar la muerte de todos aquellos pobres que no pudieran tributar nada. Lo cierto es que la reforma tributaria resultó muy problemática en un mundo llenó de carencias materiales, lo que ha llevado a los historiadores a dos tipos de conclusiones. Por una parte, se ha hablado del carácter dirigista de la economía alentada por la tetrarquía bajoimperial. Por otra, se ha incidido en el carácter fiscalmente liberador que la caída del poder romano en Occidente tuvo en distintas comarcas.