LOS SENADORES DEL BAJO IMPERIO. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
El senado de Roma sorteó la agitación del final de la república y logró pervivir bajo los emperadores, aunque con una importancia mucho más discreta. Durante el Bajo Imperio, de tendencias más autoritarias, tampoco se prescindió del senado. Es más, se estableció uno en la remozada Constantinopla en el 340.
Junto con los curiales de las ciudades y todos aquellos que desempeñaban funciones oficiales en la administración y en el ejército, los senadores formaban parte por derecho propio de la aristocracia del imperio romano, su grupo más sobresaliente con notables privilegios ante los tribunales de justicia y en el pago de impuestos, por mucho que sus tierras fueran gravadas. No todos los senadores tuvieron la misma importancia ni posición, y en el 372 se establecieron tres grados de mayor a menor en su condición; ilustres, spectabilis y clarissimi.
En el 400 sólo era accesible el grado de ilustre a todos aquellos que hubieran ejercido una responsabilidad pública o hubieran sido agraciados con un nombramiento directo del mismo emperador, algo muy similar al de los spectabilis. En cambio, los clarissimi lo eran en principio por motivos hereditarios.
En estas condiciones, con un imperio con notables problemas militares y políticos, la condición senatorial quedó reducida al grupo de los ilustres entre el 420 y el 450, según las conclusiones de distintos historiadores. Los varones más ambiciosos y afortunados probaron fortuna e ingresaron en las filas senatoriales. Por mucho que se presumiera en ocasiones de ascendencia, se promocionó a nuevos hombres muy dependientes del favor imperial para escalar puestos en la administración. A este respecto resulta indicativo el ejemplo de los senadores de Constantinopla, los anteriores curiales de la ciudad.
En el siglo V el grupo senatorial más poderoso se encontraba en Italia, alrededor de Roma, descollando unas cuantas familias, como los influyentes Anicios. Por mucho que las responsabilidades militares resultaran de singular importancia en aquellos atribulados tiempos, abriendo posibilidades muy reales de promoción, se preservaron algunos de los rasgos más clásicos de la condición de senador. Su carácter de minoría civil les abrió el gobierno de provincias con compromisos militares. También se mantuvo su idea del ocio, fuertemente asociado a la cultura literaria, en la que algunos brillaron como poetas y filósofos de altura. A comienzos del siglo VI todavía descolló la figura de Boecio. Su riqueza tampoco fue baladí, sosteniendo Olimpiodoro que un acaudalado senador podía percibir al año más de 2.270 kilos de oro de sus rentas agrarias en el 425. Las principales posesiones senatoriales se encontraron, al parecer, en el Sur de Italia, en la línea comercial y tributaria que enlazaba Roma con Cartago.
Sin embargo, el mundo romano estaba cambiando. Entre el 400 y el 450 los senadores abandonaron mayoritariamente la antigua religión de los romanos para abrazar el cristianismo. Junto a Virgilio fue puesta la Biblia entre sus referentes culturales más preciados. Con una sólida formación cultural y una buena experiencia en el manejo de los asuntos mundanos, más de un senador se convirtió en obispo de una ciudad en el otoño de su vida. Más allá de las razones espirituales, el ejercicio episcopal abría nuevas posibilidades de influencia y control, ya que los obispos se erigirían en protectores de sus ciudades, mientras los antiguos curiales se debilitaban y dejaban de percibir impuestos. También se les apreció como consejeros de los nuevos gobernantes.
La conquista vándala del África Proconsular en el 439 asestó un duro golpe al aprovisionamiento de grano de la ciudad de Roma, con graves consecuencias sobre la circulación mercantil y la rentabilidad de las propiedades senatoriales del Mediodía italiano. Aunque los vándalos y otros conquistadores germanos no acabaron con la posesión de tierras de los senadores de sus dominios, los nuevos reinos romano-germánicos de Occidente trajeron importantes novedades. La antigua aristocracia senatorial se circunscribió territorialmente más, y tuvo que compartir el poder con una nueva aristocracia de origen germano, de carácter militar y atenta a la posesión de tierras.
Para saber más.
Chris Wickham, Una historia nueva de la Alta Edad Media. Europa y el mundo mediterráneo, 400-800, Barcelona, 2016.