LOS URBANOS Y LETRADOS IBEROS. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

21.04.2022 11:54

               

                Los estudios sobre los iberos han avanzado considerablemente desde hace décadas, dejando atrás ideas anteriores tan arraigadas como el de su origen norteafricano. Fueron el fruto de una compleja evolución autóctona, en la que los intercambios con fenicios y griegos resultaron inestimables.

                Asimismo, los iberos no se interpretan actualmente como un pueblo compacto, sino como una cultura mediterránea compleja y avanzada, que abrazó a distintos pueblos. Sus rasgos más característicos fueron el uso del hierro (con elementos tan icónicos como la espada falcata), la introducción de cultivos como la vid, el empleo de los hornos con cámara de alimentación del combustible y otra de cocción, la cremación a partir de los tres años, la escultura monumental, y los  poblados en altura, que llegaron a las diez hectáreas, sin olvidar su epigrafía.

                Entre los iberos turdetanos (herederos de los tartesios) se han localizado vestigios de unos 200 poblados. Ciudades como Carmona, con importantes murallas, prosiguieron su florecimiento.

                En territorio de la Contestania, se estima que La Alcudia de Elche contó con una extensión de unas diez hectáreas, y el enclave de La Picola de Santa Pola le serviría de punto de contacto mercantil. Dentro del mismo espacio contestano, se emplazaba la Bastida de les Alcusses, que conocemos mejor. Tenía 650 metros de largo y 150 metros de ancho, con una superficie de 9´75 hectáreas, emplazándose a 741 metros sobre el nivel del mar. Se podía acceder por el Oeste y por el Este. Tenía una gran calle longitudinal. En el Oeste, estaba amurallada y edificada, y muy cerca posiblemente había áreas de corral. Los edificios agrupaban numerosas habitaciones rectangulares. Era un poblado rico y culto, como se deduce de sus plomos.

                Dependía, según  algunos investigadores, del Castellar de Meca, con 15 hectáreas. Se trataría de una verdadera ciudad, dotada de murallas ciclópeas y numerosas cisternas, capaz de estructurar jerárquicamente un amplio territorio. En consonancia, su camino de acceso para carros estaba muy elaborado.

                En la Edetania, el poblado urbano de Kelin también tendría unas 10 hectáreas, con una población estimada de unos 3.800 habitantes. Perduró desde el siglo VII al I antes de Jesucristo, y dispuso de una acrópolis. Se ha identificado con los olcades, gentes de procedencia celta que aceptaron la cultura ibera. Precisamente, el cercano El Molón de Camporrobles, también tendría importantes vínculos con los olcades. Su extensión fue de unas 2´65 hectáreas, y quizá fuera un punto de afirmación del poder de Kelin.

                La urbanización y jerarquización de las sociedades iberas están fuera de toda duda, aunque todavía ignoramos mucho acerca de sus formas de gobierno. Presentes en las luchas entre cartagineses y romanos, los reyes turdetanos e ilergetes nos resultan bien conocidos. Sobre Sagunto se han hecho ciertas disquisiciones, como que quizá eligieran a una autoridad, responsable ante un consejo de notables, cuyas deliberaciones eran seguidas por el resto de las gentes. Incluso se ha propuesto por algunos la influencia de los griegos de Marsella sobre los saguntinos.

                La escritura ya se hizo presente entre los iberos, como en otros pueblos del Mediterráneo. Se ha diferenciado el alfabeto del Suroeste (de posible origen tartesio), el del Levante de veintinueve signos (el de la Bastida), y la escritura greco-ibera del Sudeste (la encontrada en el área de Alcoy), que no pasó a las monedas. Hoy en día, se supone que el del Suroeste o meridional y el del Levante procedían de la tartesia. En cambio, la más puntual greco-ibera acusó la influencia jonia. La escritura levantina, con símbolos con valor silábico, es la que cuenta con mayores testimonios.

                A la espera de poder leer el idioma (o los idiomas) de los pueblos iberos, resulta bien claro su refinamiento artístico y sus lazos religiosos con otras civilizaciones mediterráneas. La importancia de una deidad femenina, que se ha identificado con Tanit o Deméter, es visible en elementos como los pebeteros. El guerrero luchador contra toros o seres monstruosos se ha asimilado con el Melkart fenicio.

                No son los únicos elementos de raigambre oriental compartidos por el pensamiento ibero. En pozo Moro, sus leones acusan un claro estilo oriental. Los grifos, habituales custodios de las cráteras del vino, se han localizado en yacimientos como el de Redován, así como una esfinge de tipo griego, con pechos y cabeza de mujer, en Agost. Todos estos elementos indican con elocuencia el rico y complejo mundo de los urbanos y letrados iberos.

                Para saber más.

                AA. VV., La Gran Historia de la Comunitat Valenciana. Tomo I. De nómadas a ciudadanos, Valencia, 2007.