PLANES FANTÁSTICOS DE GUERRA CONTRA LOS TURCOS.

31.10.2018 18:06

               

                En el siglo XIX el imperio de los turcos se convirtió a ojos de los occidentales en el hombre enfermo de Europa, por mucho que su agonía no fuera a veces tan aguda como se creía. Sin embargo, la imagen era completamente distinta trecientos años antes, cuando representaba una avasalladora imagen de fuerza, capaz de arrollar a sus adversarios. Algunos supusieron que conquistarían Hungría e Italia, arrasando la Roma pontificia, y terminarían extinguiendo a los cristianos.

                Su infantería merecía fama de infatigable, especialmente los bravos jenízaros. Algunos cálculos elevaban su número a 200.000 soldados con buena artillería, según la experiencia de las guerras con Persia, y una flota de 300 galeras. Además, tales efectivos podían ser reforzados.

                Algunos alertaron que los cristianos deberían concienciarse de semejante peligro, en lugar de ignorarlo o de avenirse con el mismo. Carlos V se presentó como el campeón de la Cristiandad frente a los otomanos, aunque muchos reyes europeos lo consideraron una presunción para legitimar su poder. Al nuevo César no le faltaron sugerencias de personas ambiciosas, deseosas de abrirse camino. Se sostuvo que los cristianos en las cruzadas que emprendieron anteriormente habían alzado ejércitos de más de 200.000 hombres.

                Con semejante modelo, se propuso a Carlos V un complejo plan de campaña, más fruto de la ilusión que de la realidad.

                Los alemanes, húngaros, bohemios, polacos y dacios conformarían un ejército de 180.000 soldados, cuyo mando correspondería a los primeros. Según la experiencia de la III Cruzada, unos 60.000 de los mismos avanzarían por la Hungría otomana hasta alcanzar Constantinopla transformada en Estambul. Ahora no sería una plaza aliada, sino dispuesta a plantar cara.

                Desde la Marca de Ancona, un segundo ejército de 60.000 franceses, escoceses, suizos e italianos completaría un segundo movimiento terrestre, capaz de poner en jaque a los otomanos por tierra.

                En tan fantástico plan no se descuidó el frente marítimo, con 50 galeras y 300 naves dotadas con 20.000 soldados. Embarcarían otros 40.000 de refuerzo como fuerzas de desembarco. Aquí el protagonismo correspondería a españoles, portugueses, sicilianos, napolitanos, ingleses y flamencos. Sus posibles objetivos podían ser de Durazzo a Polonia. Ancona y Morea podían servir de base contra Negroponte o el golfo de Tesalia, antesala de operaciones contra Alejandría o la misma Constantinopla.

                En todo momento existió la ilusión de que a su paso se alzaran en armas contra los turcos los pueblos sometidos de los Balcanes, que pondrían a su frente aguerridos capitanes. A diferencia de lo que sucedería en el siglo XIX, con movimientos nacionalistas como el griego, el orden otomano no fue cuestionado seriamente entonces. Existía el peligro más que evidente, por el contrario, a que los coaligados cristianos pudieran reñir entre sí, y en el transcurso de los tres años que se suponía que durara la guerra se formaría una Santa Hermandad. Dispondría de un tribunal de jueces para dirimir los sucesivos litigios, inspirándose en los de los ejércitos coetáneos.

                Dentro de un ambiente de exaltación religiosa, el emperador, los reyes y los príncipes tomarían la Santa Cruz. Semejante despliegue militar costaría casi siete millones de ducados, pensándose recaudar en toda la Cristiandad catorce. Se suponía que Francia aportaría 700.000 y 500.000 España.

                Tan fantásticos planes nunca se cumplieron. Las rivalidades entre los poderes cristianos fueron una constante, y en la tregua de 1547 de Carlos V con los turcos se insistió en que no se perjudicaría al rey de Francia ni a Venecia. El pagar tantos ducados también resultaba en exceso complicado. Castilla pagaba 150.000 solo en servicios, pero debía de ofrecer 600.000 más si quería botar cien galeras en el mar de Levante. Combatir a los turcos fue más difícil que trazar fantásticos planes.

                Fuentes.

                Archivo General de Simancas, Patronato Real, legajo 17 (documento 2).

                Víctor Manuel Galán Tendero.