¿POR QUÉ LOS ABISINIOS NOS DERROTARON A LOS ITALIANOS EN 1896? Por Gian Franco Bertoldi.

02.11.2014 21:33

                Las tropas italianas cayeron derrotadas ante los abisinios en Adua a fines de febrero de 1896. El rey de reyes de Abisinia o negus  Menelik había vencido a sus rivales europeos.

                Abisinia era un imperio todavía libre de la subordinación colonialista, en vivo contraste con casi toda África. Se dividía en cuatro grandes territorios encomendados a un ras: Tigré al Norte, Amhara en el Centro, Goggiam en el Sudeste y en el Sudoeste Scioa. A la muerte del negus Teodoro en 1869, los grandes potentados se disputaron el trono, y el que terminó erigiéndose en Juan IV relegó a Menelik de Scioa.

                Menelik no perdió la esperanza, y en 1889 recibió el apoyo italiano, consignado en el tratado de Uccialli, a cambio de aceptar sus conquistas y su protectorado.

                Ya en 1869 la compañía naviera Rubattino de Génova había comprado la bahía de Assab, que asumió el propio gobierno italiano en 1882. La Italia recientemente unificada se embarcó finalmente en la carrera imperialista, pero en 1887 sus tropas fueron vencidas en Dogali por Juan IV.

                Las ambiciones de Menelik, al fallecer Juan IV, les resultaron muy útiles. El nuevo negus, sin embargo, se consideró engañado por el tratado de Uccialli, denunciándolo. Entonces los italianos iniciaron contactos con sus rivales. De todos modos cometieron la imprudencia de proporcionarle dos millones de cartuchos en sus negociaciones.

                En 1893 los derviches sudaneses atacaron Abisinia, y el gobierno italiano de Crispi asediado por la crisis y la contestación interna jugó la carta imperialista de la protección: el general Baratieri avanzó. Tigré parecía a punto de caer en 1895. Mientras tanto se consolidaba el dominio de Italia sobre Eritrea.

                Los abisinios cerraron filas ante el peligro, recibiendo la ayuda franco-rusa. Ni Gran Bretaña ni sus aliados alemán y austro-húngaro prestaron asistencia a los italianos, que quedaron aislados ante el enredo africano.

                Con determinación Menelik acudió a Tigré con 100.000 soldados, que derrotaron a los italianos en Amba Alagi en diciembre del 95. En enero del 96 su campaña prosiguió, asediando la plaza de Enda, evacuada con honores por los italianos ante la carencia de agua. El triunfante negus se posicionó a las puertas de la misma Eritrea, en Adua.

                Parecía dispuesto a aniquilar la presencia de los nuevos romanos en el Cuerno de África. Los italianos carecían de los víveres necesarios a causa de la guerrilla abisinia. El general Baratieri se encontraba en una posición muy comprometida a la sazón, si bien Crispi lo animó por telegrama a atacar.

                Menos de 20.000 italianos avanzaron en tres columnas, dejando una de reserva, contra la masa abisinia, careciendo de mapas fiables que omitían no pocas colinas. Los atacantes se extraviaron haciendo gala de descoordinación, evaporándose todo factor sorpresa. La mitad de los europeos cayó en el campo de batalla. Los supervivientes pudieron escapar del cautiverio más tarde gracias a los oficios diplomáticos del Papa León XIII.

                La cólera se desató en las grandes ciudades italianas, inflamadas de patrioterismo. El desdichado Baratieri pagó el pato ante un Consejo de Guerra, que pasó por alto importantes hechos. El negus Menelik era un político experimentado y taimado, que supo hacer valer la superioridad numérica abisinia en el campo de batalla. Los italianos carecieron de la fuerza suficiente, y su precipitación demostró que los bríos pseudonapoleónicos de sus guerras de unificación terminaban en desastre cuando no se acompañaban de método táctico. No sería la última vez que las legiones de la Nueva Roma conocieran el amargo sabor de la derrota.