RECURSOS DE UNA ESPAÑA AZOTADA POR LA DESPOBLACIÓN. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

27.04.2022 13:12

 

                Durante la Edad Moderna, las autoridades españolas ya se mostraron inquietas por la falta de población de muchas tierras del interior peninsular, las de la actual España Vacía o Vaciada. Capital de señorío, con un título llevado por los mismos reyes españoles, Molina de Aragón ya era una de aquellas áreas, que llegó a extenderse por 2.595 kilómetros cuadrados, con ochenta y dos aldeas en sus mejores momentos. Los 15.671 habitantes de 1591 descendieron a los 11.631 de 1631, acusando la dura coyuntura del Siglo de Hierro.  

               A mediados del XVIII, tenía que aguantar la carga fiscal de las engorrosas rentas provinciales castellanas. Pagaba en concepto de alcabalas unos 21.325 reales; de cientos, unos 18.938; y de millones, unos 4.826. Además, tributaba 11.901 reales en concepto de las tercias reales, y 3.353 en el de servicio. Sus impuestos locales ascendían a una media de 9.649, con los que debía de atender deudas y requerimientos que dejaban bien poco para gastos de infraestructura, sanidad y educación, lo que hoy en día consideramos elementos esenciales del Estado del Bienestar.  

                En vista de ello, se puso la vista en uno de sus mayores activos: sus términos. Para emprender el oportuno deslinde de sus términos blancos o a roturar, se puso la vista en el baldío del campo de la Torre de San Pedro (del lugar de Herrería), Canales, Aragoncillo y los lugares de Concha, Tartanedo y Pardos. Se valoró igualmente que dentro de sus términos se contaba con despoblados como el de Villa Cabras y dos dehesas, una de carácter boyal. Sin embargo, la renta de una dehesa dada en arriendo, el de sus hierbas de agostadero, solo alcanzaba los 250 reales.

                Algunas de sus casas de campo o alquerías eran de propietarios forasteros, como la del Rinconcillo, del vecino de Medinaceli Francisco Perea, con habitaciones para dos labradores renteros. Daba la impresión que las riquezas de las tierras aprovechaban poco a sus vecinos, a pesar de socorrer la justicia local a los más pobres con leña durante las nieves y los hielos del riguroso invierno, uno de los villanos usuales que se suelen invocar para explicar el sino de la España despoblada. Los problemas de suministro se agravaron cuando la tala de varios pedazos de bosque, para la herrería y el carboneo, fue alejando  los árboles de las áreas habitadas. Se impusieron, en consecuencia, restricciones.

                No obstante, las herrerías, las fábricas, el carboneo, la explotación forestal y la ganadería, sin olvidar la agricultura, relanzaron el crecimiento demográfico del señorío, que en 1778 llegó a contar con 25.667 habitantes, correspondiendo a su capital unos 4.000. No era poco tras el acusado bache del siglo anterior, lo que demostraba la capacidad de recuperación de aquella España, convenientemente fertilizada por la iniciativa de las gentes.

                Fuentes.

                Portal de Archivos Españoles (PARES).

                Respuestas generales del catastro del marqués de la Ensenada. Molina de Aragón.