REYES DÍSCOLOS, MONJES EJEMPLARES Y ORDEN FEUDAL. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
Junto a su estupendo lado de arte y ficción, la literatura también tiene el otro histórico, la de transmitir valores, ideas e incluso hechos del tiempo en que fue escrita. La Vida de Santo Domingo de Silos fue obra de Gonzalo de Berceo entre 1230 y 1237, en un tiempo distante del vivido por su protagonista, el del 1000-1073.
Entre el año 1000 y el 1237 habían acaecido muchas cosas en la Cristiandad. El feudalismo se había consolidado plenamente, la Iglesia había disputado con vivacidad con el Imperio y tanto la Reconquista como las Cruzadas habían impulsado las conquistas cristianas. Con la aportación teórica de San Bernardo de Claraval, la caballería se había sacralizado. Sin embargo, no todos los caballeros se comportaron piadosamente y más de uno arremetió contra bienes y vasallos de la Iglesia.
En la Vida, el rey García de Nájera aparece como un caballero brutal, que amenaza al protagonista con todo su poder:
“Habló el rey y dijo: don monje denodado, habláis con quien reside en castillo alzado, pues si prender os puedo fuera de sagrado, estad seguro que seréis bien colgado.”
El castillo, símbolo de poder, y el sagrado se oponen con rudeza, pero el amenazado desea tender puentes:
“Habló Santo Domingo, del Criador amigo: rey, por Dios oíd esto que os digo. En cadena te tiene el mortal enemigo, por eso se entiende que pelees conmigo. La ira y los dichos aducen gran daño, el diablo lo urde, que trae gran engaño, embargado soy mucho, rey, de tu irritación, pues cuantos aquí residimos yacemos en mal baño.”
Al final la culpa de todo recae en el diablo, una argucia para acomodar la Iglesia con el orden caballeresco y feudal. ¿Perdía de esta manera aquélla su propia atmósfera? De ningún modo, como vemos en la enunciación de las virtudes de Santo Domingo de Silos:
“Buena razón pides, dijo el mensajero, y por ello te daremos respuesta cierta. La una porque fuiste claustro y buen claustrero, sin ser remiso a la obediencia. Y la otra porque te ganó mi señora Santa María, pues su iglesia la consagró tu guía, en su monasterio hiciste gran mejora, y es muy pagada. Además, de tan rica hacienda por este monasterio que está en tu encomienda, que andaba en yerro como bestia sin rienda, lo has sacado de pobreza y contienda.”
A la integridad como monje y la devoción a Santa María, tan bienquista del siglo XIII, se sumaban sus dotes como administrador. Con la paz que finalizaba la contienda también terminaba la pobreza.
Este modelo de clero regular podía ser de gran ayuda a un rey que no se dejara enredar por el diablo, como Fernando III. Rey de Castilla desde 1217, logró también serlo de León en 1230. Reorganizar sus dominios resultó ser una tarea ardua, coincidiendo con hechos de armas tan relevantes como la conquista de Córdoba en 1237.
Iglesia y realeza debían cooperar dentro de un régimen estamental lo más modélico posible, en el que cada estamento cumpliera bien su función, particularmente cuando el movimiento cátaro había amenazado el poder de la primera en la cercana Occitania, con la ayuda de noble relevantes. Por el Camino de Santiago los cátaros entraron de 1216 a 1234 en los dominios de Fernando III, que no dudó en erradicar el núcleo leonés alrededor del provenzal Arnaldo, que clamaba contra la usura y la corrupción eclesiástica. Mirar al pasado no fue un simple pasatiempo para alguien del talento de Gonzalo de Berceo.
Fuentes.
Gonzalo de Berceo, Vida de Santo Domingo de Silos. Edición de Florencio Janer, Barcelona, 1983.
Adaptaciones del texto original al castellano actual de Víctor Manuel Galán Tendero.
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