ROGER DE LAURIA GANA LA BATALLA DE MALTA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

31.07.2022 12:25

 

                En la primavera de 1282 ardió la rebelión contra Carlos de Anjou (de la familia real francesa) y sus fieles en Sicilia, la estratégica y rica isla que también atrajo la ambición de Pedro III de Aragón. El 30 de agosto de aquel año llegó allí y fue coronado en Palermo como monarca de Sicilia. La guerra con los angevinos estaba asegurada.

                Malta formaba parte del reino de Sicilia. Conscientes de su valor, los angevinos enviaron una flota de veintidós galeras provenzales y dos leños armados, que el 4 de junio de 1283 entró en su puerto. Para defenderse de la mejor manera de un ataque enemigo, se situaron en el interior del puerto, en la cala del astillero, y en la boca de aquél dispusieron los dos leños de vigilancia. La posición defensiva parecía bien sólida.

                Pedro III no se mostró dispuesto a que los angevinos se hicieran fuertes en Malta, y envió una flota (de veintiuna galeras) al mando del almirante Roger de Lauria. Por la noche del 7 de junio sus naves consiguieron entrar en la boca del puerto, pues los barcos angevinos de patrulla se encontraban en estado poco operativo, atados borda con borda.

                Antes de la entrada, Roger de Lauria había animado a sus hombres a humillar el orgullo provenzal de Marsella. Formó una línea de bloqueo: las galeras se ataron unas a otras con pesados cables, constituyendo una verdadera fortaleza flotante. En caso de pérdidas puntuales por ataque, los defensores podían saltar de una galera a otra con facilidad.  

                A la mañana siguiente, el de Lauria desafió a los angevinos, que respondieron al mismo saliendo a combatirlos. Según Ramón Muntaner, del castillo de Malta bajaron hasta cien hombres de paraje, entre provenzales y franceses, para reforzar la flota del de Anjou. Se estima que cada galera, de un bando y de otro, contaría con unos cien tripulantes.

                Los angevinos dispararon, a medida que se aproximaban, todos sus proyectiles, hasta agotarlos, mientras los aragoneses se limitaban a aguantar y responder solo con sus ballestas. Cuando los angevinos ya no tuvieron nada que lanzar, el de Lauria ordenó atacar, entrando en el choque, donde los almogávares brillaban con luz propia. El diseño de unas galeras más altas y con baluartes también más altos ayudó enormemente a su táctica.

                Muntaner estimó que, al acabar la jornada, cayeron 300 de los suyos frente a 3.500 angevinos. La flota de Pedro III había logrado una importante victoria, pero la guerra todavía distaba de haber concluido.

                Para saber más.

                Lawrence V. Mott, “The Battle of Malta, 1283: Prelude to a Disaster”, The Circle of War in the Middle Ages: Essays on Medieval Military and Naval History,  1999, Woodbridge, pp. 145-172.