ROMA EN SUS COMIENZOS. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

18.05.2025 12:55

 

               La forja de la sociedad y de las instituciones de Roma ha sido motivo de viva atención desde hace muchísimo tiempo. Los mitos, no pocos transmitidos por Tito Livio, sirvieron para explicar unos procesos complejos, sobre los que la historiografía todavía mantiene más de una duda.

               Se ha supuesto que antes de la aparición de alguna forma de Estado, las poblaciones de lo que terminaría convirtiéndose en Roma se agruparon en gentilidades, compuestas por varias familias, haciéndose las diferencias de riqueza más acusadas desde el siglo VIII antes de Jesucristo. Dotadas de autoridad, las gentilidades no sólo estuvieron formadas por consanguíneos, pues se podía acceder por acuerdo de sus integrantes, por cooptación. Cada gentilidad dispuso de su territorio o pago, al comienzo el de una aldea, en el que se rindió culto a sus difuntos y a sus divinidades más particulares.

               La colaboración entre las gentilidades posibilitó la emergencia de un dirigente religioso común: quizá el primer rey procedía de la fiesta del regifugium, la del solsticio de invierno, en la que el sol parecía marchar definitivamente para luego volver. Con el tiempo, se trasladó al 24 de febrero, llegando a simbolizar la huida de los enemigos de Roma. Los conflictos con otras comunidades hicieron necesaria la aparición de otro tipo de rey, de carácter militar, seleccionado entre los patriarcas o padres de familia.

               La aparición de tal monarquía militar provocó una serie de cambios, ya que fue el mismo rey el que escogería entre los padres de familia de su preferencia a los representantes del senado, un primigenio consejo de ancianos dotado de gran autoridad. Con el crecimiento de la población, las curias incluyeron a más de una aldea, hasta tal punto que bajo los etruscos se limitó su número a un máximo de treinta. Las tropas de cada curia se encomendaron a un comandante propio, el curio, y la reunión de todas las fuerzas en los comicios de las curias se utilizó para aclamar al rey.

                Roma se estaba transformando socialmente a impulsos del comercio y de otras actividades económicas, atrayendo a gentes de otros lugares, emergiendo la plebe. Las gentilidades vieron crecer el número de sus subordinados, los clientes. Todos estos cambios se reflejaron en la ordenación militar, con la creación de tres tribus, debiendo cada una aportar un escuadrón de caballería. La tribu de los Ramnes se consideraba formada por individuos originarios de la primera Roma, la de los Tites por los sabinos y la de los Luceres por personas de orígenes inciertos.

               Cuando los etruscos dominaron Roma, se encontraron una aristocracia poderosa, y el primer rey etrusco Tarquinio Prisco deseó socavar su poder. Hijo del griego de Corinto Demarato, presenta rasgos muy similares a los de tiranos como el ateniense Pisístrato. Sin embargo, fue su sucesor Servio Tulio al que se le han atribuido un buen número de reformas. Al dividir el núcleo urbano en cuatro tribus urbanas y el territorio rural en dieciséis, sustituyó los lazos sanguíneos por los territoriales, superando la ordenación curial. En la Roma etrusca del siglo VI antes de Jesucristo se adoptó el modelo del ejército hoplita de los griegos, dividiéndose a los ciudadanos en los individuos de las clases y los de la infraclase (carentes de bienes inmuebles y cargados de prole). A los primeros, con los medios económicos oportunos, correspondió el mantenimiento del ejército, integrándose en los comicios centuriados, que cobraron fuerza junto a las centurias ecuestres.

               En verdad, las reformas de Servio Tulio acentuaron el carácter aristocrático de Roma. Sin embargo, Tarquinio el Soberbio apostó por apoyarse en los grupos subalternos, con políticas de obras públicas como la construcción del templo de Júpiter en el Capitolio. Deseó igualmente estimular el comercio por el tratado con Cartago del 509 antes de Jesucristo. Su empeño, con todo, no llegó a buen puerto. Cayó por una conjura palaciega, la monarquía se abolió y se denostó su nombre durante siglos. Tales vaivenes no evitaron la forja de una Roma cada vez más poderosa.

               Para saber más.

               Mary Beard, SPQR. A History of Ancient Rome, Nueva York, 2015.

               Mario Torelli, Historia de los etruscos, Barcelona, 1996.