ROMANONES Y LA POSIBLE ENTRADA DE ESPAÑA EN LA GRAN GUERRA.

31.01.2019 15:33

                La Gran Guerra conmovió el mundo de hace un siglo. España permaneció finalmente neutral, pero los españoles expresaron sus simpatías por cada uno de los bandos en lucha. En las tertulias y en la prensa la polémica a veces fue intensa. Álvaro de Figueroa y Torres, el conde de Romanones, intervino de forma destacada. Acaudalado hombre de negocios y cabeza del Partido Liberal, esencial junto con el Conservador en el sistema político vigente, su opinión no era precisamente intrascendente.

                Consideró la Gran Guerra un acontecimiento de primera magnitud histórica, capaz de cambiar el mundo, del que España no debía ausentarse. Tras la guerra con los Estados Unidos, en pleno ambiente imperialista, parte de la opinión pública española consideraba al país apartado de las grandes empresas del mundo civilizado, de las principales potencias europeas. El pasado imperial de España reclamaba otro tratamiento

                El 19 de agosto de 1914 publicó Romanones en El Diario Universal el artículo Neutralidades que matan a favor de la entrada en guerra de España junto a Francia y Gran Bretaña por este tipo de consideraciones. Sin embargo, Alfonso XIII no lo secundó y apoyó al presidente conservador Dato, partidario de la neutralidad.

                En mayo de 1915, Italia entró finalmente en guerra, pero del bando de la Triple Entente, haciendo caso omiso de sus pasados compromisos con los Imperios Centrales. De haberse inclinado por tales, España podía haber sido presionada por Gran Bretaña para entrar en el conflicto, pues había contribuido a la reconstrucción de su armada desde tiempos de Maura para defender mejor sus intereses mediterráneos, dada la preocupante amenaza de la flota alemana en el Atlántico.

                La neutralidad española pudo mantenerse y se pudo hacer grandes negocios vendiéndoles toda clase de géneros a los contendientes. Sin embargo, los salarios fueron desbordados por el aumento de los precios, y se plantearon sensibles problemas sociales. Con el apoyo de fuerzas como los republicanos radicales de Lerroux, Romanones hizo los oportunos movimientos el 6 de diciembre de 1915 para sustituir a Dato al frente del gobierno, valiéndose del sistema de turno entre conservadores y liberales cuando se planteaba un momento de dificultad.

                La neutralidad estaba firmemente asentada en los medios públicos españoles, pero Romanones acariciaba la idea de acercarse a la Entente para lograr ampliar el área de dominio sobre Marruecos (incluyendo Tánger), la devolución de Gibraltar y una actitud comprensiva de cara a intervenir en el flamante Portugal republicano. A este respecto, dio indicaciones a los embajadores en Londres y en París.

                Su proceder no pasó precisamente inadvertido a los alemanes, que promovieron campañas de desprestigio contra su figura. Se le tachó de codicioso, de querer favorecer sus intereses mineros en Asturias y Marruecos a costa del sacrificio ajeno. Sabía Alemania que España no podría auxiliarla eficazmente, pero tampoco deseaba que entrara en guerra reforzando a sus contrincantes.

                Alemania emprendió una decidida guerra submarina contra la Entente y los países que le suministraban, aunque fueran neutrales como España o Estados Unidos. Personas como Juan March llegaron a abastecer a sus submarinos con barcos desde el litoral valenciano. La situación obligó a que en agosto de 1916 el gobierno español les prohibiera emplear su espacio marítimo.

                A pesar de ello, los alemanes prosiguieron su campaña submarina, atacando la navegación española, y el 9 de enero de 1917 decidieron actuar con mayor decisión, sin restricciones. Estados Unidos subió el tono de sus declaraciones, y España podía sumarse al mismo, especialmente cuando el 6 de abril de 1917 fue hundido el buque San Fulgencio. Sin embargo, Romanones no pudo variar la posición del país. La Entente no estaba interesada en que España entrara en el conflicto tras haberlo hecho Italia, y el mismo Alfonso XIII tuvo miedo de sufrir un destino similar al del zar de Rusia, en medio de una fuerte conflictividad social y política. A Romanones le retiró su confianza por Manuel García Prieto, cabeza de la otra facción del Partido Liberal. España no entraría en la Gran Guerra, pero sufrió sus consecuencias en forma de agitación interna, que el conde de Romanones no acertó a calmar.

                Bibliografía.

                Cortés, Julián, Alfonso XIII y la guerra del 14, Madrid, 1976.

                Díaz-Plaja, Fernando, Francófilos y germanófilos. Los españoles en la guerra europea, Barcelona, 1973.

                Romero, Francisco J., España, 1914-1918. Entre la guerra y la revolución, Barcelona, 2002.

                Víctor Manuel Galán Tendero.