RUMANÍA EN LA GRAN GUERRA. Por Robert Lucian Puraniu.

25.01.2016 07:37

 

                Los principados de Moldavia y Valaquia lograron en el siglo XIX sacudirse la dominación otomana y forjar una nueva nación, la de Rumanía, que se dotó de una monarquía constitucional que emprendió una serie de reformas económicas.

                Desde Bucarest se miraba con desconfianza al imperio ruso, que tantas apetencias había manifestado en el pasado por los principados danubianos, y el nuevo país entró en las redes diplomáticas tendidas por el astuto Bismarck. El giro de la política exterior alemana, menos prudente, imprimido por el nuevo emperador Guillermo II a partir de  1890 no condujo a los rumanos directamente a los brazos de los adversarios de Alemania, pero el predominio de los terratenientes húngaros en la rumana Transilvania, dominada por el imperio austro-húngaro, inclinaría a Rumanía por otros derroteros.

    

                Al comienzo de la Gran Guerra permaneció al lado de los Imperios Centrales, pero sin entrar en las hostilidades. Esta curiosa neutralidad no obedecía a ninguna política verdaderamente consciente, sino a la división entre un rey germanófilo y unos políticos aliadófilos, algo que también se dio en Grecia. El primer ministro Bratianu se mostró muy cauteloso, tratando en todo momento de conseguir las mejores opciones políticas y militares para su país.

                Con un Frente Occidental empantanado en la interminable pesadilla de la guerra de posiciones y un escenario mediterráneo en el que los turcos habían plantado cara a los británicos, los Aliados intensificaron sus tratos con Rumanía. Los avances alemanes frente a Rusia eran preocupantes, pero la capacidad militar del agonizante imperio austro-húngaro se juzgaba muy mermada. Los recursos petrolíferos y cerealistas rumanos, además, resultaban muy atractivos.

                Se le ofreció a Rumanía la codiciada Transilvania y el 14 de agosto de 1916 se abrieron las hostilidades. Las unidades rumanas avanzaron al principio, pero la presión combinada de los austro-húngaros y alemanes por el Oeste y por el Sur de sus aliados búlgaros les resultó fatal. Aquí se libró una guerra de movimientos que tuvo como consecuencia el arrinconamiento de las fuerzas de Rumanía en Moldavia. Valaquia se perdió ante el avance enemigo.

                

                El reducto moldavo se mantuvo con la ayuda de una Rusia que se desplomó en 1917 en medio de una fuerte agitación social. Los alemanes se habían impuesto con claridad en el Frente Oriental y Rumanía no tuvo más opción que firmar a comienzos de 1918 el tratado de Bucarest, con el permiso de sus aliados, que permitía a Alemania extraer medio millón de toneladas de petróleo y grandes cantidades de cereal.

                El destino de la Gran Guerra se jugaba en el Frente Occidental, donde las fuerzas de los Imperios Centrales se habían visto desequilibradas con la entrada en liza de los Estados Unidos. La crisis militar, política y social de Alemania en el mismo 1918 permitió a los rumanos volver a la carga. Sin gran oposición lograron avanzar por Valaquia y Transilvania.

                La población transilvana, mayoritariamente rumana, aprobó su unión a Rumanía. Besarabia y Bucovina también terminaron uniéndose a la Gran Rumanía frente al estallido revolucionario que conmocionaba el extinto imperio ruso. En lo político y en lo territorial Rumanía había salido muy bien de la Gran Guerra, pero sus problemas sociales y su posición geo-estratégica entre el bloque de poder germánico y el soviético condicionarían fatalmente su futuro.