SAN ANTONIO DE BÉJAR Y EL ALAMO, HERENCIA ESPAÑOLA DE USA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

06.12.2020 12:27

 

                El 6 de marzo de 1836, tras un asedio iniciado por las fuerzas de Santa Anna el 23 de febrero, cayó El Álamo, toda una Numancia texana que ha inspirado no pocas obras y ha merecido los honores de la gran pantalla.

                Menos conocido, a nivel popular, es el asedio anterior, el padecido por las tropas del general mexicano Martín Perfecto de Cos, el comandante militar de Coahuila y Texas que fue atacado por los texanos de Austin durante cincuenta y seis días, capitulando el 9 de diciembre de 1835.

                San Antonio de Béjar y su misión de El Álamo era un punto crucial en el Lejano Norte mexicano, como ya lo había sido en el de la Nueva España. Cos la convirtió en su cuartel general en su guerra contra los texanos y había sido la capital de la Texas española.

                El territorio había presentado no pocos problemas para el asentamiento de los españoles y en 1691 le dieron al lugar el nombre de San Antonio en honor a San Antonio de Padua. Las expediciones españolas en América proseguían, a la par que la de otras potencias europeas. Los franceses, a través del valle del Misisipi, se dirigieron entonces hacia las costas del golfo de México, con la inquietud española.

                En 1709, en plena guerra de Sucesión (cuando los españoles de Felipe V y los franceses de Luis XIV eran formalmente aliados), llegó al lugar la expedición de Pedro de Aguirre, que exploró las tierras hasta el río Colorado. En la misma, iba el franciscano Antonio de Olivares, natural de Moguer, que tomó la decisión de establecer en San Antonio una misión.

                La fundación llevó su tiempo. El franciscano estuvo en España tratando el asunto durante seis años. Logró en 1716 la aprobación del virrey de Nueva España, preocupado por los avances franceses.

                Fray Antonio acometió la difícil tarea desde la cercana misión de San Francisco Solano, la de la fundación de la entonces llamada de San Antonio Valero, adonde se trasladó finalmente. A poco más de un kilómetro y medio de la misión, al Oeste del río San Antonio, se estableció el presidio o punto fuerte de San Antonio de Béjar. Era el complemento militar de la fundación religiosa, conformando un característico binomio de la expansión española en los actuales Estados Unidos. En el presidio se alzó un edificio de adobe techado, con cabañas adyacentes para cobijar a los sufridos soldados de aquel confín.

                Para asegurar el autoabastecimiento del nuevo complejo español, se trazó la acequia madre de Valero, con capacidad para dispensar riego a unas 400 hectáreas. La diplomacia de los religiosos también sirvió para anudar relaciones con los amerindios de la región, atrayéndolos a su causa.

                Ya en 1719 se pensó en trasladar familias procedentes de Galicia, Canarias e incluso Cuba a la distante posición de la frontera hispana. Sin embargo, las primeras familias (originarias de Canarias) no llegaron hasta 1731 bajo el mando de Juan Leal Goraz. Se les considera las verdaderas fundadoras de la vida municipal como tal de San Antonio.

                San Antonio de Béjar, en las poco pobladas de españoles Provincias Internas de la Nueva España, se convirtió con el tiempo en la capital de Texas. Fue el punto de arranque hasta Nacogdoches del camino real y allí tuvo asiento una compañía de jinetes de la frontera, una fuerza con muchos compromisos a la sazón. La república mexicana, antes de la separación de Texas, mantuvo muchos de los elementos de la época española.

                En 1793, las mismas autoridades españolas habían secularizado la misión de El Álamo, muy castigada por los robos de ganado (especialmente de caballos) por los avispados apaches. Tampoco su labor misional había rendido las conversiones esperadas. Sin embargo, sus instalaciones servirían en 1803 para alojar a la segunda compañía móvil de San Carlos de Parras. También se le depararían funciones de hospital e incluso de prisión política.

                Desde 1758 contaba con muros de adobe, susceptibles de reforzarse con troncos y terraplenes de tierra, de casi dos metros y medio de altura, que no llegaron a abrazar todo su perímetro finalmente.

                Distinguimos sus siguientes áreas: la plaza rodeada de dependencias y que durante el asedio de 1836 fue defendido por posiciones artilleras improvisadas, la iglesia y su cementerio que sobresalían hacia el Este, otra plaza hacia el ángulo Norte que haría la función de claustro, otro patio al Norte de aquélla con un pequeño muro de piedra (que tuvo que ser completado en 1836 con una empalizada) y la puerta principal al Sur de la primera plaza, con una torreta desde 1762 para la artillería.

                En los combates de 1835-36 llegaron a emplearse antiguos cañones españoles junto a otros más nuevos. Los asedios, particularmente el célebre de 1836, tienen elementos que recuerdan a la guerra española de la Independencia e incluso a ciertos episodios de la coetánea  primera guerra carlista, algo que le da en cierto modo un tono todavía más hispánico a San Antonio de Béjar y El Álamo.

                Para saber más.

                J. R. Edmondson, The Alamo Story. From History to Current Conflicts, Lanham, 2000.