SÍMBOLOS DEL ARTE PALEOCRISTIANO EN HISPANIA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
Toda creencia, toda religión, se expresa a través de símbolos, un verdadero lenguaje no siempre accesible a los profanos. Las primeras comunidades cristianas asimilaron elementos propios del extenso mundo romano, imprimiéndoles su interpretación particular. En la Hispania del Bajo Imperio encontramos cumplidas muestras de ello en el arte al servicio de personas cristianas.
Antes del reinado de Constantino, encontramos el sarcófago de San Félix de Gerona, con un orante entre dos apóstoles como símbolo de la gloria alcanzada. En un extremo, se aprecia el prendimiento de Pedro por dos soldados y en el otro la curación de un ciego por Jesucristo. Se considera que tal pieza es importada.
La figura del Buen Pastor se elaboró en talleres de escultura de la Roma de Constantino. De mediados del siglo IV data el Buen Pastor de Gádor (Almería). De la misma época data el sarcófago de la almeriense Berja, de friso corrido. Representa de izquierda a derecha la curación de Lázaro, la entrada de Cristo en Jerusalén, un orante entre dos apóstoles, la negación de Pedro y la presencia de dos apóstoles ante un magistrado.
De la segunda mitad del siglo IV es el sarcófago de La Bureba, en el que aparece la escena poco común de la elección de José por esposo de la Virgen María. Sentado en el trono de David, José porta un bastón con una paloma que vuelve hacia él, representada dos veces en consonancia. El tema fue tomado de los Evangelios Apócrifos y la pieza no es de importación.
En Tarragona, encontramos en esta época el mosaico de Centcelles, una verdadera cúpula. En la parte inferior, aparece la cacería como modo de vida del difunto. En la superior, se reflejan escenas del Antiguo y del Nuevo Testamento, que demuestran la superioridad de la religión, con alegorías sobre el paso del tiempo de gusto clásico.
De finales del siglo IV data el sarcófago de Hellín, muy parecido a los de Martos y Córdoba, dividido por columnas y arquillos rebajados. Cristo aparece en el centro con un libro en la mano. Los apóstoles lo contemplan desde los espacios laterales. A la izquierda se representa el milagro de Pedro en la roca y la curación del ciego, y a la derecha el bautismo de Cristo y el sacrificio de Isaac. La fuerza de la Iglesia se afirmaba con vigor por aquellos días.
En el siglo V la influencia artística africana fue desplazando a la italiana en Hispania. Con la irrupción vándala, varios artesanos de Cartago se establecieron en Tarragona. En el sarcófago de Ampurias encontramos el crismón con una triple láurea con el alfa y la omega.
En este mismo siglo se fecha el mosaico tarraconense del sepulcro de Óptimo, de inspiración africana. El difunto se representa bajo un arquillo rebajado, porta una dalmática blanca de carácter clerical, lleva en la mano derecha un volumen y bendice con la izquierda como símbolo de haber alcanzado la gloria. El fondo vegetal indica el paraíso. Su lauda reza “Aquí yace Óptimo, hombre bueno y piadoso, quien pasó su vida con honor y gloria. Orad por su alma.”
A finales del siglo V floreció en la Bética el último de los grandes talleres de sarcófagos de Hispania. El de Écija representa un Buen Pastor con dos perros a los pies. En el lado izquierdo, se contempla el sacrificio ante un altar con Isaac y Abraham, y detrás la zarza con el cordero que sustituye a Isaac. En el derecho, aparece Daniel como un orante con los leones, verdadera escena de salvación.
Ya en el siglo VI se elaboró el mosaico de la ibicenca Es Fornàs, con tres registros: una lacería de nudos de sogueado, dos leones afrontados a un árbol dentro de la vegetación de lirios, y dos pavos afrontados a una crátera de la que surgen tallos de vid. Se trataría del pavimento de una basílica. En Menorca, en la basílica de la Isleta del Rey, volvemos a encontrar motivos geométricos. Peces y conchas del Cristo pescador de almas, leones afrontados a un árbol, cuatro cráteras que dejan salir un árbol con frutos y zarcillos con aves. El rico simbolismo del mundo antiguo sobrevivió a la caída del imperio romano en Occidente de la mano de los cristianos.
Para saber más.
Manuel Sotomayor y José Fernández Ubiña (coordinadores), El concilio de Elvira y su tiempo, Granada, 2005.