UN ESQUIVO BOTÍN DE LA BATALLA DEL SALADO. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

14.10.2021 09:02

               

                Las fuerzas castellanas y portuguesas vencieron el 30 de octubre de 1340 en la batalla del Salado a las de los benimerines y granadinos. La ofensiva contra la Granada nazarí cobró nuevos bríos después de aquella gran victoria, que dispensó no poco botín a los vencedores.

                El vecino de Córdoba Marcos García logró hacerse con seis balas de paños, de treinta piezas cada una, cien tejidos de oro y otras prendas más menudas de menor cuantía. La confección textil granadina gozaba de justa fama, y sus productos eran muy apreciados entre los mismos cristianos.

                Con semejante ganancia, Marcos se encaminó junto con su esposa María Sánchez a la ciudad de Valencia, con un ambiente comercial muy animado. De esta manera, pretendían evadir las obligaciones fiscales reclamadas por el rey de Castilla, Alfonso XI, que exigía su quinta parte.

                Más allá del valor de los tejidos en sí, estaba en juego el principio de la superior autoridad de la monarquía, y ni corto ni perezoso Alfonso XI se dirigió a Pedro IV de Aragón. Mandó a Valencia a su servidor Gonzalo Díaz de Sevilla.

                Ambos reyes estaban entonces en buenas relaciones, algo no poco difícil entre los castellanos y aragoneses del atribulado siglo XIV. En términos fraternales, Pedro IV atendió las reclamaciones de Alfonso XI, del que se honraba como persona a la que apreciaba y en la que confiaba, un 12 de octubre de 1341.

                Los oficiales de Valencia, por orden de su rey, se pusieron manos a la obra. Apercibieron, con la amenaza de graves penas, a los que tuvieran joyas, prendas u otras cosas del matrimonio perseguido para que las manifestaran o declararan.

                La acción tuvo su efecto, y se pudo dar con parte de lo reclamado. Los tejidos de oro quedaron en lugar seguro. Al fin y al cabo, no dejaban de ser piezas de comercio muy demandadas.

                Los trabajos también tuvieron su precio, sin olvidar los derechos también debidos al rey de Aragón. Los cobradores del peaje de Valencia tomaron una de las seis balas. Del resto, se tomó una pieza de cada una, de las treinta de cada bala, por gastos de gestión.

                Más complicado resultó apresar al evadido Marcos García. Su esposa, con astucia, prefirió acogerse a la sede catedralicia de Santa María de Valencia, guardada de las entradas de los oficiales reales por sus privilegios. De desobedecerlos, la misma ciudad se vería en entredicho eclesiástico. Definitivamente, el botín del Salado dio mucho que hablar y hacer.

                Fuentes.

                ARCHIVO DE LA CORONA DE ARAGÓN.

                Cancillería, Cartas Reales, Pedro IV, 1454.