UN FESTIVO MONARCA, EL REY PÁJARO. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

18.11.2017 10:14

                En el invierno la naturaleza humana no hiberna, sino que se acomoda a las circunstancias como en otras tantas ocasiones, y se prosiguen los festejos más allá de los ámbitos clericales en la Europa cristiana. Tal es el caso de las mascaradas de invierno, que algunos especialistas han interpretado como supervivencia y adaptación a una nueva realidad cultural de rituales de anteriores civilizaciones, de los paganos, no sin cierto abuso del lenguaje.

                En estas mascaradas tomaba parte muy activa la juventud, siempre dispuesta a la algazara. Entre el día de San Esteban y el de los Santos Inocentes, los mozos tomaban la iniciativa y adquirían un mayor protagonismo en la vida pública, a modo de desquite por los días de obediencia a los más mayores. Entonces las travesuras de diversa índole eran lícitas. Esta inversión del dominio de la comunidad, este mundo al revés, tenía sus orígenes en las agrupaciones sacerdotales de la antigua Mesopotamia, según algunos estudiosos.

                

                Tales costumbres festivas pasaron a la Europa medieval, desde el Sacro Imperio a los reinos hispánicos. En León se escogía el rey de los mozos y el mazarrón o zaharrón en Burgos, el rey de la Navidad. En Villarreal, en el reino de Valencia, se nombraba cada año su equivalente, el majoral dels fadrins. A comienzos del siglo XV, tal figura festiva contaba con un séquito de jóvenes, que se aplicaban a las celebraciones de Navidad y del mes de mayo.

                Tales monarcas festivos recibieron en muchos casos la denominación de rey pájaro, figura que algunos autores han asociado con el petirrojo, el ave que intentó aliviar el sufrimiento de la corona de espinas de Jesucristo extrayéndolas con su pico según la tradición. En la aragonesa Magallón se le cita. En 1368 se sentenció que los monjes del monasterio de Veruela debían pagarle el día de San Esteban seis cántaras de vino u ocho sueldos.

                En la ciudad de Murcia la elección del rey pájaro se sustanciaba el 27 de diciembre, por San Juan Evangelista. Se llegaron a escoger también distintos reyes por barrios. Las burlas se simultaneaban con repiques de campanas y hurtos de ave de corral. Con lo aprehendido, los fieles se daban un banquete en consonancia con la fecha. Los seguidores del rey pájaro eran los moharraces o mamarrachos. En 1472 se asimiló el rey pájaro en Murcia al rey del haba.

                Tales expansivos festejos toparon con importantes resistencias entre los siglos XV y XVI por parte de importantes grupos de ganaderos y de autoridades eclesiásticas. En 1403 el municipio de Valencia prohibió la celebración, y el de Murcia en 1477-78. Por Nochebuena, en la tierra de Plasencia, se escogía un rey pájaro con sus moharraces, que provistos de armas recorrían las majadas exigiendo por cada rebaño un cordero o seis reales. Los ganaderos se quejaron, sosteniendo que tal costumbre no era antigua, y Carlos V prohibió sus exacciones en 1542. En Requena, la fiesta del rey pájaro se encontraba muy ligada al grupo de los caballeros de la nómina, que como custodios de los términos exigían el derecho de borra y asadura a los ganados de paso. Entre 1514 y 1553 porfiaron con representantes de la Mesta para proseguir cobrándolo.

                Los fieles requenenses del rey pájaro también se toparon con la sensibilidad religiosa de la Contrarreforma, consagrada en el Concilio de Trento. Ciertas celebraciones resultaron cada vez peor vistas por los eclesiásticos, que muchas veces no vieron con buenos ojos la intervención de laicos poco versados en letras en la organización de eventos sociales de resonancias religiosas. En 1551 se prohibió la antigua danza de mujeres del rey pájaro. El 15 de abril de 1560 el representante del rey pájaro pidió que se celebrara por San Marcos, coincidiendo con uno de los grandes hitos del año ganadero, pero el 24 de mayo se autorizó sin palos ni combates a festejarse por el Corpus, que metabolizaba elementos de otras celebraciones.

                La irrupción de las comitivas del rey pájaro en las iglesias también indignaron sobremanera a los eclesiásticos. Fray Hernando de Talavera, en el conquistado reino de Granada, censuró sus representaciones dentro de los templos. Similares quejas hizo el clero de la parroquial de la localidad de Santa Cruz de la Zarza en 1525. El obispo de Teruel también clamó contra tal uso en el siglo XVIII.

                A pesar de todo, no se quiso desechar la tradición del rey pájaro en varias localidades. Se postuló a veces su reconversión a otros fines que iban más allá de darse un banquete, y a principios del XVII se sugirió en Brihuega convertirlo en un recaudador de fondos para los caminos y los puentes. En la gallega Villanueva de Lorenzana, los benedictinos supieron sacar en el XVIII buen provecho del rey pájaro o rei Charlo como medio de afirmar su autoridad, según un precioso texto ofrecido por Saavedra:

                “En Villanueva de Lorençana, abadía de frailes benitos donde detentan cincuenta o sesenta vasallos, elige (el abad) un alcalde mayor y los vasallos alcaldes ordinarios; tienen (los monjes) tal abuso que el día de Reyes tienen obligación de ajuntarse en su consistorio el alcalde mayor y los dos ordinarios, el regimiento y todos los vasallos sin que falte ninguno so una pena muy grave; y aquel día han de tener allí un pájaro rey chiquito del papillo colorado, el cual quince días antes andan solicitando por no incurrir en las penas; y juntos parten desde el consistorio y los dos alcaldes en medio de toda la plebe, con una jaula en dos aldabas y dentro el pájaro, y con esta orden llegan al convento donde está el abad con toda la comunidad debajo de su doncel; y habiendo hecho una gran reverencia con una rodilla en el suelo, llega el alcaide mayor y saca el pájaro de la jaula y lo pone en las manos del abad, diciendo que aquellos vasallos, en señal de serlo, sirven a su reverendísima con aquel pájaro rey, y en señal de fidelidad piden a su reverendísima los tenga por fieles y leales; toma el abad el pájaro en las manos y saca su tijera del estuche y, abierta, la pone al cuello del pájaro y dice: “veis vasallos, este pájaro; veis como está en mi mano cortarle la cabeza: así está en mi mano cortarla al vasallo que fuera inobediente: pero para que veáis la misericordia y la liberalidad galante de este convento, suelta el pájaro y leda libertad, como a vosotros también se os da y permite que andéis libres.

                Desligado de subordinaciones sociales, la tradición del rey pájaro se conserva hoy en la alicantina Biar, cuando en la víspera de San Antón se escoge la veterana autoridad con el objeto de pasarlo lo mejor posible.

                Para saber más.

                Víctor Manuel Galán, “De un honor de peso al peso del honor: la caballería de la nómina de Requena”, Oleana, nº 31, 2017, Requena, pp. 173-214.